Prólogo: La fiesta que lo comenzó todo (LIBRO EN FÍSICO)

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—... y Kiara le dijo a Justin, que le dijo a su amigo, que se enteró por su primo, que supo por mi vecino, que hay una fiesta por algo de un campeonato de basquetbol —terminó de narrar Rose, a la vez que guardaba sus cosas en el casillero.

—Aún no sé donde quieres llegar al decirme ese complicado círculo de chisme, pero sea lo que sea perdiste mi atención al principio —comentó Annabella con un leve tono sarcástico y una sonrisa.

Jamás fue una chica de fiestas, pero debía admitir que tampoco le desagradaban. El problema no era ir a la casa de un desconocido del cual ninguna había oído hablar, sino que radicaba en el hecho de ir exclusivamente con Rose y no con otro de sus amigos. Rose era simpática, se hacía llamar a si misma la mejor amiga de Ann, pero eso no evitaba que en cada fiesta fingiera que no la conocía para irse con los más populares. De cualquier modo, prefería quedarse leyendo un libro en vez de aguantar a los borrachos sola.

—Vamos, ¡esta fiesta va a ser la mejor de todos los tiempos!—exclamó la exaltada pelinegra.

—Es lo mismo que dijiste en Halloween; justo tres horas después estaba sujetando tu cabello mientras tu vomitabas los ositos de goma con vodka —cerró su casillero y comenzó a caminar con una sonrisa en sus labios, recordando lo gracioso que fue ese momento.

Rose la miró con un poco de fastidio, pensando lo aburrida que era a veces. Cerró su casillero con fuerza y comenzó a seguir a Ann sin detenerse a discutirle, pues sabía que iba a terminar aceptando de una forma u otra. 

El timbre de la escuela sonó, lo que claramente significaba que tendrían que separarse para ir a clases. Ann tenía una mueca de fastidio, sabia que su siguiente tortura sería ir a la clase de la fósil, como era llamada por muchos, y tendría que sufrir de su nulo conocimiento en matemáticas. No le dio muchas vueltas a la idea de hacerse la enferma para no ir, por lo cual se resignó a despedirse de Rose y caminar tranquilamente a su sala.

La verdad lo comenzó a meditar un poco. Hace tiempo que no iba a una fiesta y necesitaba comenzar a socializar un poco más con las personas que veía casi cinco días a la semana, pero que no sabía ni sus nombres.

Al entrar, notó que la mayoría de los asientos ya estaban ocupados y que el único que quedaba era, para su suerte, al lado de un chico con el cual compartía una que otra palabra en clases anteriores. Se sentó a su lado sin dudarlo, recibiendo una sonrisa simpática de su parte.

—¡Miren a quien tenemos aquí! Es la señorita cero a la izquierda —le guiñó un ojo a Ann para molestarla.

—Oye, que sea mala en matemáticas no significa que no entienda esa expresión —rió un poco y comenzó a sacar sus materiales.

El chico era simpático y parecía una buena persona, tanto así que incluso a Ann le apenaba un poco no recordar su nombre.

—Oye, ¿oíste sobre la fiesta por lo del campeonato? —habló el chico con tanta, o más, emoción que Rose anteriormente.

—Sí, pero la verdad es que no me llama mucho la atención —la chica se encogió de hombros—. Ni siquiera sabía que el equipo de básquetbol había entrado a un campeonato hasta que una amiga me lo dijo.

—Dejando de lado tu falta de entusiasmo porque Los Halcones han entrado al campeonato más importante del país, deberías ir conmigo para divertirte y saber más del equipo.

No estaba coqueteando y ella lo sabía, pero tenía que admitir que él tenía lo suyo y en más de una ocasión lo vio besuqueándose con alguna chica en una esquina oscura, así que no veía muchas posibilidades de que fuera gay y sólo se estuviera imaginando las miradas que de vez en cuando le dedicaba. Era atractivo, sus ojos eran de un azul intenso, y su cabello café oscuro parecía tan suave que te daban ganas de pasar tus manos por él. No obstante no era el tipo de Ann porque, según ella, sus facciones eran un tanto infantiles.

Déjame con mi Orgullo [DISPONIBLE TAMBIÉN EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora