ACTO SEGUNDO - Escena I : Isolda y Bragania.

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Jardines con grandes arboles delante de la habitación de Isolda, a la cual conducen unos escalones por un lado. Noche de estío serena y magnífica. Cerca de la puerta abierta hay una antorcha encendida. Cuernos de caza. Brangania, en los escalones de la habitación, escucha el ruido de la caza, que va alejándose. Isolda sale del cuarto agitada y se acerca a
Brangania.
          
          Escena I
BRANGANIA, ISOLDA
ISOLDA.-¿Los oyes todavía? Paréceme que el ruido se alejó. BRANGANIA.-Están cerca, se distinguen los sonidos claramente.
ISOLDA.-La inquietud, el temor engañan tu oído; te engaña el rumor del follaje que susurra agitado por el viento juguetón.
BRANGANIA.-Te ilusiona el vehemente deseo de oír lo que presumes, oigo el sonido de los cuernos.
ISOLDA.-El sonido de los cuernos no es tan agradable; las ondas que corren suaves de la fuente murmuran aquí cerca con delicia; ¿cómo podría oírlas si los cuernos continuaran resonando? En el silencio de la noche la fuente me sonríe: al que me espera en la callada noche, ¿quieres alejarle de mí pretextando que los cuernos suenan cercanos?
BRANGANIA.-¡Al que me espera! ¡Oh, escucha mi advertencia! Los espías esperan de noche. Porque tú estás ciega, ¿crees que los demás apenas os ven? Cuando a bordo el rey Marke recibió de la trémula mano de Tristán a la pálida novia, apenas dueña de sí, cuando todos turbados la veían con paso vacilante, y el rey, con tierna solicitud, se lamentaba en las fatigas que sufriste en la larga travesía no, bien lo eché de ver, que fijó la mirada en Tristán; la escudriñadora mirada de una malvada astucia quería leer, en el rostro de aquél, lo que le interesaba. A menudo le encuentro acechando maliciosamente; os tiende redes en secreto; guardaos de Melote.
ISOLDA.-¿Sospechas de Melote? No, te engañas. ¿No es el más fiel amigo de Tristán? Cuando mi amado no puede estar a mi lado, solamente se le encuentra con Melote.
BRANGANIA.-Lo que me lo hace sospechoso, te lo hace a ti simpático. Melote va de Tristán a Marke sembrando mala semilla. Ellos han acordado con precipitación esta caza nocturna; su astucia de cazador servirá para un venado más noble que el que tu fantasía se figura.
ISOLDA.- Melote por compasión inventó este ardid para su amigo muy querido: ¿quieres tú ahora ultrajar su fidelidad? Mira él por mí mejor que tú; le franquea los caminos que tú me cierras; evítame el tormento de la dilación. ¡La señal, Brangania! ¡da la señal! Apaga el último fulgor de la luz. Invita a la noche para que descienda completamente. Esparció ya su silencio por el bosque y por la casa; ya llena el corazón de un delicioso temblor. ¡Oh, apaga ahora la luz, apaga la luz que se aleja de pavor¡ ¡Permite que entre mi más amado! BRANGANIA.-¡Oh, deja brillar la antorcha de la precaución! ¡Deja que te muestre el peligrosa desdicha! ¡Oh dolor! ¡Ay de mí, desventurada! ¡Funesta bebida! ¡Que yo una vez infiel haya hecho traición a la voluntad de la señora! A haber obedecido muda y a ciegas, tu obra sería entonces la muerte; tu afrenta, sin embargo, tu ignominiosa miseria, es mi obra; yo soy la culpable, no debo ignorarlo.
ISOLDA.-¿Tu obra? ¡Insensata doncella! ¿No conocías a Minna ni el poder de sus maravillas? Reina de ánimo el más intrépido, reguladora de la existencia universal, tiene por súbditos a la vida y a la muerte, ella los teje de placer y de dolor, cambiando en amor la envidia. Yo tomé temerariamente con mis manos la obra de la muerte, y Minna la sustrajo de mi poder: quedóse en prenda a la que estaba dedicada a la muerte, quiso coronar la obra con su mano; puede dirigirla, llevarlas término, elegir mi suerte, conducirme a donde quiera, estoy a su disposición; deja pues que ahora me muestre obediente.
BRANGANIA.-Si la maléfica bebida del amor hubo de extinguir la luz de tu inteligencia, si no pudiste comprender mis advertencias, escucha ahora, da oídos a mis súplicas. Esa luz que alumbra el peligro, no apagues esa antorcha, hoy ¡al menos hoy!
ISOLDA (se acerca precipitadamente a la antorcha y la toma).- La que atiza el fuego en mi pecho, la que hace abrasar mi corazón, la que me sonríe como el día del alma, la señora Minna que se haga de noche para brillar ella claramente allí donde tu luz la hace retroceder de espanto. Vé a la atalaya y vigila allí. La luz -fuese la de mi vida- no temo apagarla riendo.
(Saca la antorcha y la apaga en el suelo. Brangania se vuelve consternada para subir a la azotea de la casa por una escalera exterior de donde desaparece lentamente.)

Tristán e Isolda (Ópera) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora