ACTO TERCERO - Escena I : KURWENAL, EL PASTOR, TRISTÁN.

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Jardines de un castillo. A un lado las altas paredes del edificio; a otro lado un parapeto poco elevado, y en medio una atalaya. Al fondo, la puerta del castillo. El castillo se representa situado en lo alto de un peñasco; a través de las troneras se ve el mar que se extiende hasta el horizonte. El conjunto tiene el aspecto de un castillo abandonado desde hace mucho tiempo, mal cuidado; por una y otra parte piedras desplomadas y maleza. Delante de la escena, a un lado, Tristán echado a la sombra de un gran tilo, duerme sobre un lecho; diríase que está tendido sin vida. A su cabecera está sentado Kurwenal, encorvado sobre él con pena, y observando su respiración con inquietud. Al levantarse el telón, óyese de afuera una melodía pastoril, llena de languidez y tristeza, tocada con un caramillo. Al fin aparece el mismo pastor de medio cuerpo encima del parapeto, y mira al patio con interés.
          Escena I
KURWENAL, EL PASTOR, TRISTÁN
EL PASTOR (con suavidad).-¡Kurwenal! ¡Hola, Kurwenal! ¡Escucha, amigo! (Kurwenal vuelve hacia él la cabeza.) ¿No se ha despertado todavía?
KURWENAL (meneando la cabeza con tristeza).-Si despertara, sería sólo para dejarnos para siempre, si antes no hubiese aparecido la mano salutífera, que es la única que puede socorrernos. ¿Nada has visto todavía? ¿Ningún buque en el mar?
EL PASTOR-Tú habrás oído otra melodía, la más alegre que sé. Habla ahora con franqueza, viejo amigo; ¿por qué gime Tristán?
KURWENAL.-No lo preguntes; jamás podrás saberlo. Acecha con celo, y si vieres el buque, entonces toca una melodía agradable y viva.
EL PASTOR (volviéndose, mira a lo lejos con las manos sobre sus ojos). -El mar esta vacío y desierto. (Aplica los labios al caramillo y desaparece tocándolo; cierta distancia óyese todavía por un instante la melodía.)
TRISTÁN (después de largo silencio, sin moverse, con voz apagada).-La antigua melodía. ¿Qué me despierta? (Abriendo los ojos y volviendo la cabeza.) ¿Dónde estoy?
KURWENAL (tiembla de espanto, escucha y observa).¡Ah, la voz! ¡Su voz! ¡Tristán! ¡Mi héroe! ¡Mi Tristán!
TRISTÁN.-¿Quién me llama?
KURWENAL.-¡Al fin! ¡al fin! ¡La vida ¡Oh vida, dulce vida... devuelta a mi Tristán!
TRISTÁN (incorporándose un poco en la cama).Kurwenal, ¿eres tú?¿Dónde estaba yo?¿Dónde estoy?
KURWENAL.-En Kareol, señor. ¿No conoces el castillo de tus padres? TRISTÁN.-¿De mis padres? KURWENAL.-Mira en torno tuyo, Tristán. TRISTÁN.-¿Qué sonidos oí? KURWENAL.-La melodía del pastor, oístela otra vez; a la falda del monte guarda tu ganado. TRISTÁN.-¿Mi ganado?
KURWENAL.-Sí. Tuyos son la casa, el recinto y el castillo. Tus vasallos, fieles a su amado señor, cuidaron, lo mejor que pudieron, de la casa y del ganado que un día mi héroe dio en herencia y en propiedad, a sus gentes, a su pueblo, cuando todo lo abandonó para ir a lejanas tierras.
TRISTÁN.-¿A qué tierras?
KURWENAL. A Cornualles; osado y feliz, cuánta fortuna, esplendor y honores alcanzó Tristán por sus nobles acciones. TRISTÁN.-¿Estoy en Cornualles?
KURWENAL.-No. En, Kareol.
TRISTÁN.-Cómo vine?
KURWENAL.-¡Ah! ¿cómo viniste? No a caballo; una barca te condujo: y yo en hombros te llevé a la barca: anchas son las espaldas que te llevaron a la playa. Ahora estás en tierra, en tu casa, en la verdadera tierra, en el suelo patrio, en tus propios prados, el país de tus delicias, alumbrado por el viejo sol. En él sanarás felizmente tus heridas y te librarás de la muerte.
TRISTÁN (después de breve silencio). A ti te lo parece; yo sé que es de otro modo, pero no puedo decírtelo. No me detuve donde me desperté; pero no puedo decirte dónde me detuve. No vi el sol, ni el país ni la gente: pero lo que vi no te lo puedo decir. Estaba yo donde estuve hace tiempo, adonde iré para siempre: en el vasto imperio de la noche universal. Una sola ciencia propia conocemos allí: el divino, eterno y primitivo olvido... ¿cómo perdí su presentimiento? Ávido recuerdo, ¿eres tú quien poco ha me has impelido a la luz del día? Lo que sólo me ha quedado, una llama ardiente de amor, me lanza del delicioso crepúsculo de la muerte para contemplar la luz, que clara y dorada aparece engañosa para ti, Isolda. (Kurwenal, sobrecogido de espanto, oculta la cabeza.)
TRISTÁN (incorporándose poco a poco).-¡Isolda está todavía en el reino del sol! ¡Isolda esta todavía en el resplandor del día! ¡Qué ardiente y angustioso deseo de verla! Oí cerrarse ya tras de mí con estrépito la puerta de la muerte; se abre otra vez de par en par; los rayos del sol la reventaron; con los ojos inundados de luz he de salir del océano de la noche; buscarla, verla, hallarla, perderse y desaparecer solamente en ella, séale buscarla, verla, hallarla, perderse y desaparecer solamente en ella, séale permitido a Tristán. ¡Ay, en torno a mí crece pálido y angustioso el indomable tormento del día! Su astro penetrante y engañoso despierta mi cerebro a la mentira y a la ilusión! ¡Maldito día con tu claridad! ¿Aumentarás tú eternamente para mi martirio? ¿Arderá eternamente esa luz, que aun de noche me alejaba de ella espantado? ¡Ah, Isolda, dulce amiga! ¿Cuándo, cuándo apagarás la antorcha, para anunciarme mi felicidad? ¿Esa luz, cuándo se apagará? ¿Cuándo será de noche en tu casa?
KURWENAL (Con viva emoción). -A la que un día ultrajé por fidelidad para contigo, he de desearla ahora impaciente como tú. Cree mi palabra, la verás aquí; hoy mismo podré darte este consuelo, si todavía vive.
TRISTÁN.-No esta aún apagada la luz, no es de noche todavía en su casa. Isolda vive y vela; me llamó desde el seno de la noche.
KURWENAL.-Si vive, deja que la esperanza te sonría. Hoy no debes burlarte de Kurwenal aunque te parezca necio. Como muerto has estado desde el día en que Melote, el traidor, te causó una grave herida. ¿Cómo curarla? Yo creo que quien te cerró la que en otro tiempo te causó Moroldo, fácilmente curará las llagas abiertas por la espada de Melote. Esta mano bienhechora pronto la hallé; he enviado a Cornualles; un hombre fiel te traerá por mar a Isolda.
TRISTÁN (fuera de sí).-¡Isolda viene! ¡Isolda se acerca! ¡Oh fidelidad, augusta, magnánima fidelidad! Mi Kurwenal, íntimo amigo, tú fiel sin vacilar, ¿de qué manera debe Tristán agradecértelo? Mi escudo, mi parapeto en el combate y en la lucha, y para mí siempre dispuesto en las alegrías y en las penas; aborreciste a quien odié, amaste a quien he amado. Al buen Marke serví yo lealmente ¡como para él fuiste más fiel que el oro puro! Hube de hacer traición al noble señor, y tú ¡cómo le engañaste con tan buena voluntad! No te perteneces, eres mío únicamente; sufres conmigo cuando sufro; sólo que, lo que sufro, no puedes sufrirlo. Este terrible deseo que me devora, este fuego implacable me consume si pudiera decírtelo si pudieras comprenderlo, no te quedarías aquí, irías volando a la atalaya, y con todas tus potencias descubrirías a lo lejos dónde se hinchan sus velas, dónde para encontrarme hacia mí navega impelida por los vientos Isolda, estimulada por el aguijón del amor. ¡Se acerca, se acerca con velocidad intrépida! Ondea, ondea en el palo el pabellón. ¡El buque, el buque! ¡Pasa rasando los escollos! ¿No lo ves, Kurwenal? ¿no lo ves? (Kurwenal, que no quiere dejar a Tristán, titubea, y Tristán le mira con muda impaciencia; entonces se oye cerca, como al principio, y después alejándose poco apoco, la lastimera melodía del pastor.)
KURWENAL (con abatimiento).-No hay ningún buque a la vista.
TRISTÁN (mientras escucha, cede poco A poco su exaltación, después empieza con tristeza que va en aumento).-¿Debo comprenderte, antigua y seria melodía, con tus sonidos lastimeros? Por entre la brisa de la tarde llegaba a mis oídos melancólica cuando un día me anunció, todavía niño, la muerte de mi padre; y a través del crepúsculo matutino, más melancólica aún, cuando mi corazón filial supo el destino de mi madre. Cuando mi padre me engendró y murió, y mi madre expirando me dio a luz, la antigua melodía les llevaba sus sonidos lánguidos y tristes. Un día me preguntaba y me pregunta ahora: ¿para qué destino nací entonces? ¿Para qué destino? Me dice otra vez la antigua melodía: ¡para desear y morir, morir y desear! ¡No! ¡oh, no! No lo dice así: ¡desear! ¡desear! Desear hasta en la muerte, no morir de deseo! Ella no muere, suspirando por el reposo de la muerte invoca a la lejana dispensadora de la salud. Muriendo, yacía yo mudo en la navecilla; el veneno de la herida se acercaba al corazón; la melodía dejaba oír sus sonidos quejumbrosos y llenos de deseo; el viento hinchaba la vela y nos impelía hacia la hija de Irlanda. La herida, que curó con sus remedios, abrióla otra vez con la espada; pero dejó caer la espada y dióme a beber la bebida emponzoñada; cuando esperaba yo completa curación, escogióme el hechizo más dañoso para que jamás hubiese de morir, para legarme un tormento eterno. ¡Oh bebida! ¡terrible bebida! ¡cómo me subía con furia del corazón a la cabeza! Ningún remedio, ni a la dulce muerte, pueden librarme de la tortura del deseo ardiente. En ninguna parte encuentro descanso; la noche me lanza al día para que mis ojos sean eternamente pasto del ojo del sol. ¡Oh abrasador rayo del sol, cómo su candente tormento abrasa mi corazón! Para estos ardores que consumen y abaten, no hay una sombra que abrigue refrescando. ¿Qué bálsamo puede proporcionarme alivio para el horrible martirio de esos dolores? La terrible bebida que me ha confiado al suplicio, yo mismo, yo mismo... la preparé. De las desventuras de mi padre y de los sufrimientos de mi madre, de las lágrimas de amor que he derramado, de la risa y del llanto, de los placeres y de los dolores he formado los venenos de esta bebida. Yo la preparé, por mí vertida, a sorbos he gozado de su deleite... ¡Maldita seas, terrible bebida! ¡maldito, quien te preparó!
(Cae desvanecido.)
KURWENAL (que se esforzó en vano para calmar a Tristán, da grandes gritos de espanto).-¡Mi señor! ¡Tristán!... ¡Espantoso hechizo!... ¡Oh engaño y tiranía del amor! Ilusión la más querida del mundo, ¡cuán perdida estás!... Aquí está tendido el hombre que prendaba a todos, que cual ninguno amó: ¡ved ahora qué premio ha obtenido por ello el amor, qué premio obtendrá siempre! ¿Has muerto? ¿Vives todavía? ¿La maldición ha arrebatado tu alma? ¡Oh dicha! ¡no! ¡Se mueve! ¡Vive! ¡Cuán suavemente mueve los labios!
TRISTÁN (volviendo en sí lentamente).-El buque... ¿no lo ves aún? KURWENAL.-¿El buque? Seguramente hoy llegará; no puede tardar mucho. TRISTÁN.-¿Y en él Isolda, hace señas... bebe por mi reconciliación? ¿La ves? ¿No la ves aún? ¿Va errando por los campos del mar feliz, majestuosa y apacible? Viene sobre ondas suaves de deliciosas flores, llevada dulcemente a tierra; su sonrisa me da consuelo y dulce reposo; me trae el último refrigerio. ¡Isolda! ¡ah, Isolda! ¡cuán graciosa, cuán bella eres!... ¡Y tú, Kurwenal, ¿cómo? ¿no podrías verla? Sube a la atalaya, tú de vista débil, ¿es posible que no percibas lo que veo con tan viva claridad ? ¿No me oyes ? ¡A la atalaya, sin perder momento! ¡Volando, a la atalaya! ¿Estás ya? ¡El buque, el buque! El buque de Isolda... ¡debes de verlo, debes de verlo! El buque... ¿no podrías verlo?...
(Mientras Kurwenal, titubeando, lucha aún con Tristán, el pastor hace oír desde fuera un aire alegre.)
KURWENAL (temblando de gozo y subiendo rápidamente a la torre). -¡Oh placer! ¡oh, alegría! ¡El buque! Véole venir de la parte del Norte.
TRISTÁN (con exaltación que aumenta). -¿No lo sabía? ¿No lo decía? ¡Pues si ella vive, mi ser revive! Si para mí todo se resume en Isolda, ¿cómo podría estar para mí fuera de este mundo?
KURWENAL (volviéndose hacia la escena, grita de lo alto de la torre).-¡Boga! ¡boga! ¡Cuán animoso navega! ¡Con qué fuerza se hincha la vela! ¡Cómo corre! ¡Cómo vuela! TRISTÁN.-¿Y el pabellón? ¿El pabellón?...
KURWENAL.-El pabellón de la alegría ondea gracioso junto al gallardete.
TRISTÁN (al momento se incorpora en la cama).-¡Satisfacción! ¡alegría! ¡brillante en la claridad del día, Isolda viene a mí!... ¿La ves? KURWENAL.-Tras la roca ha desaparecido el buque. TRISTÁN.-¿Detrás del escollo? ¿Hay peligro? Allí los cachones rompen con violencia, los buques se estrellan... El timón, ¿quién lo guía? KURWENAL.-El piloto de más experiencia.
TRISTÁN.-¿Me hará traición? ¿Sera el cómplice de Melote?
KURWENAL.-¡Fía de él como de mí!
TRISTÁN.-¡Traidor también tú!... ¡Desdichado! ¿La vuelves a ver? KURWENAL.-Todavía no. TRISTÁN.-¡Perdida! KURWENAL.-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Ha pasado! El buque se dirige al puerto, ha salvado con seguridad la corriente.
TRISTÁN.-¡Ah, Kurwenal, mi fiel amigo! Hoy mismo te legaré todos mis haberes y todos mis bienes
KURWENAL.-La nave se acerca.
TRISTÁN.-¿Por fin la ves? ¿Ves a Isolda? KURWENAL.-¡Es ella! ¡Hace señas!
TRISTÁN.-¡Oh mujer sublime! KURWENAL.-La nave ha entrado en el .puerto!... Isolda... ¡Ah! De un salto se lanzó de a bordo a la playa.
TRISTÁN.-Baja de la atalaya, bobalicón perezoso! ¡baja, baja a la playa, corre a ayudarla, ayuda a mi señora!
KURWENAL.-La llevaré hasta aquí: ¡fía en mis brazos! ¡Y tú, Tristán, no te muevas de la cama!
(Se va precipitadamente por la puerta del castillo.)
TRISTÁN (solo).-¡Oh, sol espléndido, oh día radiante de felicidad! ¡Sangre que mana, ánimo ebrio de gozo! Deleite sin medida, delirio de alegría: ¿cómo soportarlos, encadenado en este lecho? ¡De pie y en marcha hacia los corazones que laten! ¡Tristán, el héroe, en fuerza de la alegría se ha sustraído a las garras de la muerte! Con una herida que manaba sangre combatí a Moroldo; con una herida que mana sangre voy a conquistar a Isolda. ¡Mi sangre corre ahora alegremente! La que me cerrará la herida para una eternidad, se acerca como un héroe, viene a traerme la salud: ¡acabe el mundo a medida de mi alegre impaciencia! (Se levanta prontamente y se lanza del lecho.)
LA VOZ DE ISOLDA (desde fuera).-¡Tristán! ¡Tristán! ¡amado!
TRISTÁN (en la más terrible agitación).-¡Oigo la Luz! La antorcha ... ¡ah! ¡La antorcha se apaga! ¡A ella! ¡A ella!

Tristán e Isolda (Ópera) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora