Escena IV

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Los anteriores,
MELOTE, MARKE, BRANGANIA

(Melote rodeado de hombres armados aparece en el umbral. Kurwenal cae sobre él y le deja tendido en el suelo.)
MELOTE (expirando).-¡Ay de mí!... ¡Tristán!
BRANGANIA (siempre afuera).-¡Kurwenal! ¡Insensato! Escucha, tú te engañas.
KURWENAL (a su compañero).-¡Doncella infiel! ¡Adelante! ¡Sígueme! ¡Recházalos! (Luchan.)
MARKE (todavía fuera de la escena).-¡Alto, furioso! ¿Has perdido la cabeza? KURWENAL.-Aquí anda suelta la muerte. Aquí, rey, no hay que buscar otra cosa: si la prefieres, ven. (Adelántase hacia él.) MARKE.-¡Atrás, insensato! BRANGANIA (llega a salvar la muralla por ese lado, y corre hacia adelante de la escena).-¡Isolda! ¡Señora! ¡Dicha y salud!... ¿Qué veo? ¡Ah! ¿Vives? ¡Isolda!
(Precipítase sobre Isolda, y la socorre con solicitud. Durante este tiempo, Marke y sus acompañantes han rechazado a Kurwenal y a sus camaradas. Entra el rey Kurwenal, gravemente herido, retrocede bamboleando él, hacia el proscenio.)
MARKE.-¡Oh engaño e ilusión! Tristán ¿dónde estás?
KURWENAL. Allí yace... Allí... aquí, donde yazgo... (Cae a los pies de Tristán.)
MARKE.-¡Tristán! ¡Tristán! ¡Isolda! ¡Oh desdicha!
KURWENAL (tomando la mano de Tristán).-¡Tristán! Permite que tu amigo fiel vaya también contigo! (Expira.)
MARKE.-¡Todos han muerto! ¿Han muerto todos? Mi héroe! ¡Mi Tristán! ¡Ligerísimo amigo! ¿También hoy harás traición al amigo? ¿Hoy, que vienes a asegurarte la suprema fidelidad? ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta a mis lamentos, infiel y fidelísimo amigo!
BRANGANIA (que ha levantado entre sus brazos a Isolda).-¡Respira! ¡Vive! ¡Escúchame, dulcísima señora! Permite que te dé una agradable noticia; ¿no tienes confianza en Brangania? Ella ha expiado la falta de su irreflexión; apenas habías tú desaparecido, cuando al momento se fue al encuentro del rey; luego que éste supo el secreto de la bebida, se lanzó con inquietud precipitadamente al mar para darte alcance, renunciar a tu mano y conducirte a tu amigo.
MARKE.-¿Por qué, Isolda, por qué esta desconfianza de mí? Desde que se me hizo patente lo que antes no podía comprender, ¡cuán dichoso soy por haber hallado libre de culpa al amigo! Para casarte con un hombre tan querido, partí a toda vela; pero ¿cómo puede, el que trae la paz, detener la desgracia en su impetuosa carrera? Yo aumenté la cosecha de la muerte: el error ha acumulado los dolores.
BRANGANIA.-¿No nos oyes, Isolda, querida? ¿No escuchas a tu doncella fiel?
ISOLDA (que mira sin comprender, como extraña a la escena, fija al fin sus ojos en Tristán).-¡Qué suave y dulce sonrisa, cómo abre graciosamente los ojos! Vedle, amigos, ¿no le veis? ¡Cómo brilla con luz siempre mas clara! Cada vez más amable se levanta despidiendo los rayos de luz de las estrellas. Vedle, amigos, ¿no le veis? Se hincha su corazón, brota en su seno un manantial abundante y majestuoso; de sus labios se escapa suavemente un aliento dulce y deleitoso... Amigos, ved... ¿no le percibís, no le veis?... ¿Yo sola oigo esa melodía, tan admirable y misteriosa, deliciosamente lastimera, que todo lo dice, dulcemente consoladora, que partiendo de él me arrebata consigo y me penetra, y hace resonar en torno mío sus ecos graciosos? ¿Esos más claros sonidos, que corren a mis oídos, son las ondas de brisas suaves? ¿Son olas de vapores exquisitos? ¡Cómo se hinchan y susurran en torno mío! ¿Debo respirar? ¿Debo escuchar? ¿He de sorber, he de zambullirme, anegarme en esos vapores? En las grandes olas del mar de delicias, en la sonora armonía de ondas de perfumes, en el aliento infinito del alma universal, perderse... abismarse... inconsciente... ¡supremo deleite!
(Isolda, casi transfigurada, cae suavemente, entre los brazos de Brangania, sobre el cadáver de Tristán. Admiración y emoción profunda entre los espectadores. Marke bendice los cadáveres.)
              


             FIN
             DE
«TRISTÁN E lSOLDA»

Tristán e Isolda (Ópera) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora