Escena III ISOLDA, BRANGANIA

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(Se levanta Isolda con gestos de cólera y de desesperación.)
BRANGANIA.-¡Oh desventura! ¡Oh desdicha! ¡Tolerar esto!
ISOLDA (próxima d entregarse a una explosión terrible, reponiéndose al instante).-Es, la respuesta de Tristán: quiero saberla con exactitud.
BRANGANIA.-¡Ah, no me la pidas!
ISOLDA.-Habla con franqueza, sin temor. BRANGANIA.-La evadió con palabras corteses. ISOLDA.- ¿A pesar de que le requerías sin ambajes? BRANGANIA.-Cuando le llamé a tu lado, al instante, me dijo «donde quiera que me encuentre, la serviré fielmente, perfecto dechado de las mujeres; si en este momento dejase el timón ¿cómo guiaría con seguridad el buque hacia la tierra del rey Marke?
ISOLDA.-«Cómo guiaría con seguridad el buque hacia la tierra del rey Marke» para pagarle el tributo que sacaba de Irlanda.
BRANGANIA.-Al notificarle tus propias palabras, permitió a su fiel Kurwenal...
ISOLDA.-Bien lo he oído, no perdí una palabra. Sabes los insultos que me dirigió, escucha ahora lo que fue su causa. Ellos me cantan canciones como burlándose, bien podría yo contestar a mi vez: En una mezquina y pobre barquilla que ganaba la costa de Irlanda estaba echado un hombre enfermo, achacoso y moribundo. Érale conocido el arte de Isolda: con saludables unturas y jugos balsámicos cuidó ella escrupulosamente la herida que le molestaba. Él con cautelosa estratagema apellidábase «Tantrís», pero Isolda reconocióle pronto por «Tristán», porque en la espada del enfermo echó de ver una muesca a la cual se adaptaba exactamente un fragmento que su mano experta halló un día en la cabeza del caballero irlandés que por burla le enviaron. Lancé un grito desde lo más hondo de mi corazón: de pie a su presencia estuve con la brillante espada para vengar en él, gran insolente, la muerte del señor Moroldo. Desde su lecho miraba, no la espada, no mi mano, mirábame los ojos. Compadecíme de su miseria; la espada... la dejé caer; la herida que Moroldo causó, se la curé, para que sano volviera a sus lares... y no me molestara más con su mirada.
BRANGANIA.-¡Oh sorpresa! ¿Dónde tenía yo los ojos? ¿El huésped... a quien un día ayudé a curar?
ISOLDA.-Acabas de oír su elogio: -«¡Ah! nuestro héroe, Tristán!» -él era aquel hombre afligido. Juróme con mil juramentos, eterna gratitud y fidelidad. Oye ahora cómo mantiene un héroe los juramentoso.-Aquel a quien despedí, como Tantrís desconocido, audazmente volvió como Tristán: en un altivo buque de alto bordo pidió en matrimonio a la heredera de Irlanda para el caduco rey de Cornualles, para Marke, su tío. ¿Quién se hubiera atrevido a proponernos tal afrenta viviendo Moroldo? ¿Pedir la corona de Irlanda para el príncipe de los córnicos tributarios? ¡Oh desdichada de mí! Yo misma secretamente me labré esta afrenta. La espada vengadora dejéla caer impotente en lugar de blandirla; ahora sirvo al vasallo.
BRANGANIA.-Después que todos juraron paz, reconciliación y amistad, y fue aquel día de regocijo para todas nosotras ¿cómo había de presentir entonces que esto te traería disgustos?
ISOLDA.-¡Oh ciegos ojos, corazones apocados, ánimo servil, cobarde silencio! De cuán distinto modo ha manifestado Tristán con jactancia lo que yo he guardado secreto. Ella callando le dio la vida, callando le sustrajo a la venganza del enemigo; con ella ha entregado el secreto de la protección que le dispensó para devolverle la salud. Orgulloso de su victoria, lleno de vida y radiante de majestad, me dio a conocer en alta y clara voz: «Sería un tesoro, mi tío y señor; ¿qué os parece para casaros con ella? Iré por la hermosa irlandesa; me son bien conocidos los senderos y caminos, a una señal vuestra volaré a Irlanda; ¡Isolda es vuestra; la fortuna me sonríe!» -¡Maldición sobre ti, malvado! ¡Maldición sobre tu cabeza! ¡Venganza, muerte! ¡Muerte para ambos!
BRANGANIA (se precipita sobre Isolda con impetuosa ternura). -¡Oh tierna, íntima, querida amiga! ¡Estimada Isolda! Escúchame, ven acá, siéntate! (Poco a poco va acercando a Isolda al lecho.) ¡Qué vana cólera! ¿Cómo puedes ofuscarse hasta el punto de no ver claro ni oír? Lo que el señor Tristán te debía, ¿podía pagarlo a un precio mayor que con la más brillante de las coronas? Así ha servido fielmente a su noble tío, y te ha dado la recompensa más envidiable del mundo; sincera y noblemente renunció a tus plantas su propia herencia para saludarte como reina. (Isolda se distrae; Brangania, con una ternura cada vez más intima.) Y si te ha pedido a Marke por esposo ¿cómo quisieras reprobar su elección? ¿No ha de ser digno de ti? De noble linaje y corazón bondadoso, ¿quién iguala a este hombre en poder y esplendor? ¿Quién no quisiera participar de la dicha de vivir como esposa, al lado de aquél a quien sirve tan fielmente un cumplido héroe?
ISOLDA (con los ojos vagamente fijos ante ella). Ver constantemente cerca de mí, sin amor, al hombre más cumplido ¡cómo podría yo sufrir tal tormento!
BRANGANIA.-¿Qué dices, maliciosa? ¿Sin amor? (Se acerca a ella, la halaga y acaricia.) ¿Dónde podría vivir el hombre, que no te amase? ¿Quién podría ver a Isolda, que no desfalleciese ebrio de gozo por ella? Sin embargo, si el elegido para ti fuese apático hasta tal punto que un hechizo le apartase de ti, yo pronto sabría encadenar su malicia; el poder del amor le cautivaría. (Muy cerca de Isolda, con misterio y confidencialmente.) ¿No conoces las artes de tu madre? ¿Te figuras, que ella, que con perspicacia todo lo examina, me hubiera enviado contigo a extraña tierra sin designio?
ISOLDA (sombría). Aplaudo la intención de mi madre; gustosa alabo su arte: Venganza para la traición... tranquilidad para el corazón en los apuros. Trae el cofre que está allí.
BRANGANIA.-Encierra lo que te es provechoso. (Va a tomar un cofrecillo de oro, lo abre y muestra lo que contiene.) La madre dispuso así las poderosas bebidas mágicas. Para dolores y heridas hay aquí bálsamo; para malignos venenos, contravenenos. La más generosa bebida aquí la tengo.
ISOLDA.-Te equivocas, yo la conozco mejor; en el frasco grabé un signo indeleble. Aquí está la bebida, que me sirve. (Toma una botellita y la enseña.) BRANGANIA (retrocediendo espantada). -¡La bebida de muerte! (Isolda se levanta del lecho, y en este momento oye con terror creciente el grito de los marineros.)
VOCES DE LOS MARINEROS (desde fuera).- ¡Hehá! ¡Hohé! ¡Al palo de mesana, recoged la vela! ¡Hehá! ¡Hohé!
ISOLDA.-Esta es la señal de que apresuramos la marcha. ¡Ay de mí! ¡Está próxima la tierra!

Tristán e Isolda (Ópera) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora