–Le dicen la wachiturra, llega a su casa cuando sale el sol –Sharon iba cantando en su asiento del bondi mientras le pegaba latigazos con la mano a su pierna. Matías, que iba sentado a su lado, iba con los auriculares puestos. Sharon observaba cada tanto a Matías. ¿Por qué se habría sentado a su lado? Había asientos libres, pero él se sentó a su lado. Entonces, Sharon decidió sacarse los auriculares y cargarse a Matías.
–He pibe, ¿qué hace?– Dijo Sharon.
–Oh, tu eres la chica de la terminal. ¿Sigues enojada conmigo por haberte…tendido la mano?– Respondió el con su profunda voz. Era como que el solo oír hablar aquella voz, el tiempo dejase de correr. Sharon enumeraba a sus antiguos romances, miles de ellos dejados en el pasado pisado, en Montevideo. Sharon no se resistía, tenía que preguntárselo.
–No wachi, todo bien ehhh– y le tendió un pulgar arriba. Luego, se armó de valor, y pregunto– ¿Y wachi? ¿Esas novias?
–Oh! No, estoy soltero, yo y mi última novia tuvimos una pelea y bueno…las cosas se precipitaron. No quiero hablar de ello– La mirada de Matías se perdió en la nada; era como si estuviese pensando en algo. Pensar. Sharon nunca había pensado. Le habían hablado miles de veces acerca de pensar y los beneficios que trae, pero Sharon no tenía tiempo para eso.
Matías salió de su trance con una risa que mostraba sus dientes, blancos, perfectos: treinta y siete dien–– ¿o treinta y seis? No, ¿treinta y cinco? Entonces Sharon se dio cuenta de que no sabía cuántos dientes tiene un humano en la boca. Varias veces se los había contado para saber cuántos iba perdiendo en las palizas que le daban esas tontas de la pandilla churichuri, y en el último censo había llegado a dieciséis dientes, pero no sabía cuántos tenía un humano normalmente. Pensó en su madre, pero ella solo tenía un par de muelas y un colmillo.
– ¿Por qué me preguntas? –interrogó Matías.
–¿Qué deci’ wachin? – Sharon se había quedado trancada con esos pensamientos de los dientes –Achicá. –Dijo, y saco de su bolso una libretita rosada. Luego tomo una lapicera y escribió “¿Cuantos dientes tiene un humano?”.
–¿Qué escribes?– Pregunto Matías.
–¿QUE MIERDA TE IMPORTA WACHO? – Luego se dio cuenta de lo hostil (que no tenía idea de que significaba “Hostil”) que acababa de ser –A re disculpa, toy re loca. Esto es un block, yo acá escribo las cosas que quiero hacer. Mis deseos, mis preguntas y todo eso.
Matías era un joven humilde, no era chusma, pero lo invadió una curiosidad inmensa. Entonces, lanzo una miradita traviesa y vio que en el puesto número uno de la lista de sueños de Sharon, estaba “¿Quién es mi papá?” Enseguida levanto la cabeza, y Matías y Sharon se sostuvieron la mirada mutuamente durante una fracción de segundo. Entonces Sharon sacudió su cabeza.
–Porque soy chusma. –Dijo.
–¿Qué? –Pregunto Matías, desconcertado.
–Wacho, me preguntaste por qué te pregunté si tenías novia –aclaró Sharon–. Te pregunto porque soy chusma. ¡¡Eehh!!
Matías no podía explicarlo como, ni porque, pero le gustaba esa chica. Había algo especial, que no era su pelo graso, ni su pircing barato, ni su ropa nike trucha. De lo que si estaba seguro, era de que junto a Sharon, en ese bondi, le esperaba un viaje largo, muy largo.
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La Pequeña Sharon Y El Pantalón Nevado
HumorLa Pekeña Sharon es una wachiturra como cualquier otra que reside con su madre en Montevideo. Pero en busca de su sueño, ver a Los Wachiturros en vivo, decide iniciar una travesía hacia la ciudad de Buenos Aires. Ahora, se encuentra perdida en la gr...