El sepulcro de negros

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Hubo unos segundos de confusión. Sharon no supo dónde estaba parada. Pasados unos instantes, sonó el primer grito. Sharon salió de su transe y comenzó a correr.

–¡SE QUEDAN TODOS QUIETOS! –Gritó el milico puto, pero el ruido quedo ahogado entre los gritos. Sharon salió por la puerta de emergencia, y por primera vez, miro hacia atrás. Había cerca de diez policías y al menos veinte personas en el suelo. Repentinamente, los hechos se precipitaron, comenzaron los tiros, los gritos, Sharon corrió por la puerta y desapareció al instante. Un par de cuadras más adelante, logro hacer contacto con el primer wachiturro que vio y que rápidamente reconoció como uno de los testigos de la muerte de Leito.

–Che wacho, achica –dijo Sharon mientras corría hacia el wachiturro. –¿Qué onda? ¿Qué paso?

–No se boluda, pero me parece que el Leito estaba re drogado. La policía se enteró, pero no sé cómo. Además, ellos tenían denuncias por plagio y violación.

–Sí, ya se. Lo de DJ Memo –habló nerviosamente Sharon.

–Bueno che, vamo corriendo porque como nos vean a nosotros van a pensar que tenemos algo que ver con la droga –y el wachiturro salió corriendo.

La Sharon logro llegar hasta la plaza. Ya estaba comenzando a oscurecer. Se sentó en un banco y comenzó a llorar.

–¿Qué ocurre? –Dijo una voz familiar. Solo había una persona en el mundo que empleaba ese vocabulario: ¡Matías!

Sharon no contesto. Se aferró a Matías y lo beso. Entonces, al separarse, él la miro con ojos perdidos. 

–Te amo –dijo Sharon–. Desde que te vi en la estación en Montevideo.

–RESCATATE GILA –bramó Matías mientras saltaba de la banca– ¡No te das cuenta de lo que sos! ¡Sos una vaca! ¡Sos una WACHITURRA! ¡Entre nosotros nunca va a haber nada, porque somos como agua y aceite! ¡YO SOY SKATER!

Matías se levantó del banco y comenzó a caminar sin vacilar.

He was a skater boy –cantó Sharon–, she said see ya later boy. He wasn’t good enough for her

–She had a pretty face, but her head was up in space, she needed to come back down to heeearth –Completó Matias. Acababa de darse vuelta. Miro a Sharon a los ojos con un brillo en ellos, producto obvio de la esperanza. –Avril Lavigne.

Sharon no sabía de donde conocía la canción, simplemente la había escuchado en algún lado. Lo que la impresionó fue su buen manejo de ella.

–¿Quién? –Preguntó Sharon

–Avril Lavigne. Conoces canciones de Avril Lavigne. No eres tan turra después de todo. Skater Boy es una de mis canciones favoritas.

–Aaah cierto…Rock Punk y todo eso…esa onda satánica.

–¿De dónde conoces esa canción?

–No sé, no me pinta acordarme wacho.

Matías la miró fijamente. Por un instante, Sharon pensó que volvería por otra sesión de besos apasionados. Pero Matías se limitó a irse.

–Presiento que nos vamos a ver de nuevo –dijo Sharon.

–Lo sé –dijo Matías mientras caminaba hacia la oscuridad.

Al otro día, la noticia de los wachiturros en prisión se extendió como pólvora. En el cementerio se celebraba el funeral de Leito. Sharon asistió llorando. No podía soportarlo. Al acercarse al ataúd, su alma se partió en dos, cayó al suelo y comenzó a llorar. Sus desgarradores gritos cortaron a la mitad el silencio. Los negros wachiturros también estaban ahí presentes. Observando a Sharon llorar. Algunos se unieron a su llanto, otros simplemente esperaban. Sharon se tranquilizó y salió por la puerta. Tenía una visita que hacer.

La Pequeña Sharon Y El Pantalón NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora