La Pequeña Sharon Y El Pantalón Nevado

Una escapada furtiva

Para que su plan funcionase, Sharon tuvo que aceptar por lo menos hacer un trabajito. Ganó algo de plata fácil y regresó al conventillo por la mañana. Todos estaban buscando a la Jenny. Gerardo interrogó a Sharon.

–Ximena, ¿no viste a donde fue la Jenny? –Inquirió Gerardo.

–No –respondió Sharon.

–Ah, porque tengo miedo de que se haya escapado. Y de acá NADIE se escapa –dijo Gerardo con un tono bastante malicioso.

–Quédate tranquilo bro.

Una vez acabado el interrogatorio, que consistió en un par de preguntas más, del estilo “¿no sabes si quería ir a algún lado?” o “¿No te dijo nada de nadie?”, Sharon fue a su habitación, la que Adelaida le asignó (Un cuarto mal pintado, con humedad en las paredes y un colchón en el suelo. Ahh, nada mejor para sentirse como en casa) y tomó un cuaderno. Comenzó su estratégico plan de escape: a las 5 de la tarde salió por la puerta principal del conventillo. Cuanta adrenalina ¡Cuánto AMABA LA ADRENALINA!

Con la plata ganada la noche anterior, tomo un bus y se dirigió al centro de Buenos Aires. Probablemente Gerardo reparase en su ausencia una hora más tarde. Para ese momento, Sharon se encontraría un paso más lejos de ellos y más cerca de su sueño. Al final de su viaje, Sharon contó su plata, tenía suficiente para sobrevivir un par de horas. Comió en un McDonald’s y visitó El Obelisco. No le gustaba esa parte de la ciudad, era todo muy limpio, la gente estaba vestida de forma horrenda, toda prolija. Qué asco. No obstante, había muchos carteles con mujeres muy sueltas de ropa y que posaban de maneras bastante raras. De no ser porque eran unas flacas escuálidas le hubiesen gustado aquellos carteles, pero como sea, pronto Sharon descubrió que en Argentina, eran todos unos depravados sexuales.