Una vez que llegaron a Gualeguaychú, Matías se perdió de vista. Mejor, Sharon no tenía ganas de hablar con él. Nuestra gran aventurera fue a un parador, comió algo, se cambió su pantalón nevado y partió hacia el próximo bus que la llevaría a Buenos Aires.
El trayecto a la capital argentina no fue muy largo, pero fue aburrido, y casi parecía interminable. A las 14:45 bajo del bus, y sus ojos no dieron crédito a lo que veía. Buenos Aires era una ciudad inmensa, gigantesca, llena de autos y personas que iban de aquí para allá. Pero la mejor parte eran todos los wachiturros que había. Estaba lleno, en cada esquina, en cada parada. Apenas se había bajado del bondi cuando ya podía escuchar los frescos gritos vespertinos de un buen robo a mano armada. Ese era su hogar.
Fue hasta el primer conventillo que vio. Un lugar hermosamente deplorable y en ruinas, lleno de grafitis y un familiar olor a porro. En una esquina, sentada, había una mujer preciosa: Tenía el pelo marrón y bien crespito, lleno de grasa. ¡CUANTO AMABA EL OLOR A PELO CON GRASA! Su rostro estaba marcado y deteriorado por la droga. Llevaba mucho rímel, por lo que sus pestañas eran profundamente negras y usaba un lápiz labial rojo puta. Llevaba una camiseta blanca de mangas cortitas que dejaba ver un ombligo con un pirsing y con escote en “V” y en sus gordas y hermosas piernas usaba un short, casi hasta la altura del ombligo, de forma que se le escurrían los mondongos por los costados y se le marcaban bien sus desarrolladas nalgas.
–Hola, soy la Sharon –Saludo alegremente.
–Otra puta más, para que llamo a Gerardo. –Respondió la mujer. Su voz era como una silla de madera al arrastrase en un suelo de piedra.
–Achicá, ¿no me vas a decir tu nombre? –Preguntó la pequeña Sharon.
–Yo soy La Pato Te Vacila, pero me dicen Adelaida.
–¿Adelaida? –Pregunto Sharon. No le gustaban los sobrenombres. Una vez, en el internado Hernández para chicos conflictivos, un joven llamado Santiago le había apodado a Sharon “La vaca Rodríguez”. Nunca más encontraron el cuerpo de Santiago. –¿Por qué te dicen así?
–Porque tengo las tetas caidas. ¿Entendés? Adelaida, la de las tetas caidas. Y ahora deja de hacer preguntas porque te rajo el culo a patadas.
Sharon se quedó esperando a que regresase Adelaida. Le caía muy bien. A cabo de un rato, Adelaida regreso con un tipo alto, de pelo negro y cortado al ras. Llevaba una musculosa que dejaba ver sus tatuados bíceps. En una escala del 1 al 10, Sharon lo violaba a un 34.
–¿Vos sos la nueva? –Pregunto Sharon
–¿La…nueva? – No acababa de preguntar. Ahora que lo pensaba todo resultaba muy sospechoso; Gerardo le preguntaba si era la nueva y Adelaida….no estaba allí por nada. Ambos esperaban a la llegada de alguien.
–¡Si mija, la nueva! ¡La puta nueva, la que se suponía que iba a llegar ahora! ¿Cómo dijiste que se llamaba? Mira que si no es la nueva la rajamos a tiros de acá.
–Me dijo que se llamaba La Sharon. –Respondió Adelaida.
–¿Cómo que La Sharon? ¡NO! ¡Te dije que se llamaba Ximena!
Sharon comprendió que si quería quedarse un rato más ahí, debía mentir.
–Soy yo Ximena, pero me gusta que me digan la Sharon. No me gusta el nombre Ximena. –Sharon podía sentir la duda surgiendo del sexy cuerpo de Gerardo. Hubo unos minutos de tensión, en los que Sharon recordó a Matías. Y de repente…
–Bueno, alístame a Xime, sale esta noche. Conseguile un vestidito y mostrarle las tarifas.
Gerardo se fue diciendo eso, y Adelaida agarro a Sharon por el brazo.
–Veni –Dijo Adelaida. –Te va a encantar.
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La Pequeña Sharon Y El Pantalón Nevado
HumorLa Pekeña Sharon es una wachiturra como cualquier otra que reside con su madre en Montevideo. Pero en busca de su sueño, ver a Los Wachiturros en vivo, decide iniciar una travesía hacia la ciudad de Buenos Aires. Ahora, se encuentra perdida en la gr...