Sharon despertó de un largo y profundo sueño. Soñó que mataba a todas las rubias de la ciudad. Fue un sueño muy agradable. Cuando despertó no sabía dónde estaba. Pero lo supo al cabo de unos segundos. Una habitación blanca, llena de antisépticos y bisturís, solo había un lugar en el mundo que pudiese ser así…los aliens la habían raptado. Un extraterrestre, alta y de pelo gris, bastante parecida a un humano normal, entro en la habitación. Sharon no iba a dejar que le introdujesen sondas y cosas raras, pero no podía resistirse porque no llevaba su fiel trincheta con ella.
–DEJEME EN PAZ, ABOMINABLE EXTRATERRESTRE. REGRESE A SU PLANETA –gritó Sharon.
–Tranquilícese señorita. Está muy malherida. Se encuentra en el Hospital del Sagrado Bazo. En cuidados intensivos.
–¿Sagrado vaso? ¿ESE ES EL NOMBRE CODIGO DE LA NAVE NODRIZ? ¿EN QUE GALAXIA NOS ENCONTRAMOS? ¡EXIJO LAS CORDENADAS DE SU HORRIBLE E INHÓSPITO PLANETA!
–Siempre tan gracioso estos chicos de hoy en día –dijo la enfermera. Dejó un vaso sobre la mesita de luz y se marchó del cuarto murmurando: –Deberíamos haber dejado que se muriera desangrada, wachiturra de mierda
La enfermera dejó la puerta cerrarse sola, pero fue detenida por una mano. Matías entro en la sala.
–Sharon. ¿Cómo te sientes?
–¡Matías! ¡Los aliens te secuestraron a ti también!
–No se dé qué hablas, estas en el hospital sagrado Bazo. Yo…te traje –dijo Matías.
–¿Me trajiste a la nave nodriza de unos extraterrestres malhechores? ¡Tú eres uno de ellos!
–SIIII –Dijo Matías con una voz aguda. –Y VENGO A COMERTE
Matías se transformó en una enorme criatura con afilados dientes que se abalanzó sobre Sharon. Las paredes de la habitación se cayeron y una serie de unicornios que escupían arcoíris entraron volando por la ventana con bolsas de Devoto, dentro de las cuales habían bebes que cantaban villancicos. Del techo comenzaron a bajar bailarines latinos que comenzaron a luchar contra tigres de bengala que estaban encendidos y dejaban su marca en el aire…como bengalas…Un elefante enorme caminaba sobre la nada mientras tiraba un carro de cohetes con corazones. Uno de los cohetes cayó y todo comenzó a explotar. Y entonces…
Despertó. Estaba tendida en el callejón. Todavía era de noche y Gerardo se encontraba sobre ella. Todavía sentía que tenía la navaja en el cuello. ¿Por qué no había muerto? Entonces vio la navaja en la mano de Gerardo. ¿Qué tenía en el cuello entonces?
–¿Qué tal tu viaje? –Preguntó sonriendo maliciosamente.
–¿Que me hiciste? –Preguntó Sharon mientras se arrancaba del cuello la jeringa que contenía ese poderoso alucinógeno.
–Está en fase de prueba. Podrías haber muerto, pero no me importaba. Hablabas mientras estabas bajo su efecto. Funciona por lo que acabo de ver. Excelente.
–Escoria, hijo de puta –dijo Sharon–. Metete las droguitas baratas en el medio del culo.
–Después, por ahora pienso venderlas. Has luchado contra mí, valientemente mi pequeña plancha, pero tus oportunidades son mínimas desde el inicio. Nadie se ha enfrentado a mí y ha salido con vida, tú no serás la excepción, pero me sorprende tu valentía. Ultima cosa que pretendo decirte: Gracias. Por haber sido mi conejillo de indias.
Gerardo levanto la navaja, pero Sharon fue más hábil e inyecto la jeringa en el cuello de Gerardo. El desgraciado soltó la navaja y calló al suelo. Sharon se levantó y comenzó a correr.
Las primeras luces del alba se alzaron sobre Buenos Aires. El cielo se tiñó de un color rosado y naranja. Sharon siempre solía estar borracha a esa hora, por lo que nunca antes había visto esa parte del día. Era hermoso. Sharon sonrió al cielo, y cuanto volteo su cabeza vio a Matías que se acercaba. Todo se movía en cámara lenta. Matías la tomo y se la llevó. La dejo en una terminal de ómnibus, donde le dio plata y le dijo que se marchase a su casa. Sharon quiso despedirse pero Matías no la dejo. El ómnibus estaba por salir.
–Cuando dije que nos volveríamos a ver, no me refería a esto –dijo Sharon.
–Lo sé, yo tampoco –aclaró Matías–. Pero debes volver a tu casa. A Montevideo. Yo volveré también. Y nos encontraremos.
–¿Por qué no vuelves ahora?
–Tengo una búsqueda que completar. Necesito buscar algo.
–Está bien. Matías…gracias…
–No hay por qué –dijo Matías, nuevamente empleando su risa cautivadora–. Cuídate.
–Garnier –dijo Sharon en voz baja. Matías comenzó a irse, pero Sharon lo detuvo una última vez con un grito–. ¿Quién es Romina?
Matías se dio vuelta lentamente. Sus ojos reflejaron dolor. Su semblante se endureció y miró a Sharon directamente a la cara.
–Alguien –dijo finalmente–. Vete. Vete, antes de que se vaya el ómnibus sin ti.
Sharon vaciló. Quería ir corriendo a abrazarlo, a besarlo. Y se decidió que debía hacerlo, quizás fuese su última oportunidad. Necesitaba hacerlo. Pero le dio flojera y no fue una mierda.
El ómnibus dejo Buenos Aires a las 07:30. Sharon se sentó del lado de la ventanilla. Matías estaba allí. Sharon cerró la cortina.
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La Pequeña Sharon Y El Pantalón Nevado
HumorLa Pekeña Sharon es una wachiturra como cualquier otra que reside con su madre en Montevideo. Pero en busca de su sueño, ver a Los Wachiturros en vivo, decide iniciar una travesía hacia la ciudad de Buenos Aires. Ahora, se encuentra perdida en la gr...