Estar Guords, la perra de las galaxias

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Habíamos conseguido escapar del prepucio comunista de Estalín y de los mierdas esos de color negro.
También había blancos, mitad y mitad.
(Alarma Anti Racismo desactivada)
-Pues bueno, ya lo tenemos, ¿ahora qué? -pregunté.
-Ni idea, podemos ir a comer a algún sitio, mira, curiosamente delante muestra hay un Berenjena King -respondí.
Dejamos el coche en mitad de la calle y fuimos a picar algo. Tras haber triturado varias piedras, dejamos los picos y nos fuimos a comer.
Pedimos una Mcpollo con papas fritas. No sé para qué cuento esto, a nadie le importa. Aunque no sé cómo cinco pudimos comer de un solo menú.
El cajero, que era gilipollas perdío, no nos cobró nada y salimos por donde entramos.
Nos dirigíamos al párking subterráneo a recoger el coche, pero vimos como una bola de discoteca gigante se llevaba el retrete dorado (chimenea incluida)
Tratamos de impedirlo dándole hostias a la nave, pero fue inútil.
-Habéis tardado siete horas en venir -dijo un stormtropper que miraba un reloj de sol- el verdadero ya nos lo llevamos, pero era para que lo viérais y tratárais de arruinar nuestros planes.
Sin embargo, la bola de discoteca estaba encajada en el párking por mala habilidad del conductor, tardó un buen rato en venir la grúa.
Cuando la bola de discoteca ya estaba lo suficientemente lejos, comenzamos a gritar:
-¡Oh no! ¡Se escapan! ¿Que podemos hacer? ¡Sigamos lamentándonos en vez de tratar de alcanzarla!
Curiosamente, ahí había un control de la Guardia civíl, así que tuvimos tiempo para pensar algo.
-Vamos a necesitar refuerzos -pensé- llamaré a mi amigo Filipino.
Sin embargo, su teléfono no contestó.
-Podemos ir a buscarlo -sugirió Hank- ¿donde trabaja?
-Lo sobreexplotan en Banquia, trabaja para yihadistas -le respondí.
En las oficinas, encontramos a Filipino enterrado en una montaña de papeles. El pobre llevaba un traje más sudao que el de Albert Riachuela. (¿Alguien se acuerda de ese?)
Filipino era el hijo bronceado del policía robot Robert Cop.
-¿Estás bien, Filipino? -le pregunté.
-Fatal, en esta empresa todos somos sobreexplotados, hasta la papelera de reciclaje -respondió.
-¡ALLAHU AKBAR! -gritó su compañero mientras explotaba.
-No te preocupes, acabaremos con tu jefe -respondí sacando un papel para poner denuncias.
El jefe era gordo, obeso, ancho y fumaba puros en forma de porros, estaba corrupto de poder y dinero.
-...Dinero dinero dinero dinero! -dijo Mc Dinero, que pasaba por ahí.
-¡Escucha, madafaca! ¡Deja de sobreexplotar a tus empleados! -le dije.
-¿Y darles los derechos humanos que cualquiera necesita? ¡Jamás! ¿Piensas que cago oro?
-¿Y por qué no? -respondió Bill Gatos, que pasaba por ahí.
El jefe Hijoputa trató de matarnos lanzándonos botes de caldo de Gallina Blanca, la pelea hubiera sido más interesante si no se hubiera caído por la ventana.
Con Filipino en nuestro poder, buscamos a Rupertino.
Lo encontramos en la calle haciendo de papelera.
-¡Dios! ¿Tan bajo has caído? -le pregunté.
-Ya ves, he sido hasta una taza que venían en los packs de Colocao.
-No te rindas, cumplirás tu sueño de ser un Transformers.
Ahora solo faltaba Cheguaca, este fui yo a buscarlo solito, como los mayores.
Cuando volví, todos me miraban raro.
-¿Ese es Cheguaca?
-¡Mierda! ¡Había entendido Che Guevara!

Razvan y el retrete doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora