El tonto del pueblo a bordo del titanic

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¿Os acordáis de la camioneta Ford de la primera historia? Pues he conseguido pillármela a un precio de risa, Nikolay me sugirió algún todoterreno de segunda mano, pues son muy asequibles, según él. Pero no es que andara muy bien de dinero, durante varios días en la carretera, más las veces en las que me perdí, la primera de ellas, porque me equivoqué de mapa, aunque ya sospechaba que las ciudades tuvieran nombres polacos.
Disfruté mucho del agradable sonido de cafetera chillona a punto de estallar del motor, tener que usar las dos manos para cambiar de marcha y del roce del tubo de escape con la carretera.
Cuando llegué a mi destino, aparqué en el primer sitio que vi libre, total, nadie iba a querer robar esa mierda... Tenía pensado ir en barco ya que en avión me salía muy caro, (no, la compañía de las galletas no te pagan los gastos por los desplazamientos a la isla, serán hijos de...)
Bajé las escaleras del puerto de cuatro en cuatro, pegué un derrape a lo Fórmula 1 y me colé por los pelos en el barco, tal y como era mi costumbre, llegar tarde a todos sitios.
Entregué mi billete de reserva, que era de primera clase... Primera clase entre los más baratos, vamos, que me tocó dormir en una choza de paja, literalmente.
La cama estaba casi más dura que el turrón que compro por Navidad, vamos, que con esas cosas hacen las cajas negras de los aviones.
La mesita de noche era muy pequeña y no había espacio ni para un pedo.
Del ropero, solo que en ese puedes tirarte uno de esos de los que te quedas a gusto.
La lámpara funcionaba solo cuando le salía de los huevos y la puerta no se abría si no le dabas una patada, total, la habitación me costó lo mismo que un café.
Después de dar una vueltecita por la cubierta, marearme y vomitar en el sombrero de una señora (no había nadie cerca y no me podía aguantar) llegó el momento de comer.
Había un montón de gente de trajes largos y lujosos y caros y decorados y raros y vete tú a saber qué más...
Yo parecía un mamarracho con mi chándal y mi peinado "rebelde", todos me miraban como si fuera el tonto del pueblo.
No me acuerdo de los precios del menú, pero sí algo de los platos:
BEBIDAS:
Agua del grifo.
Vino muy caro francés de nombre muy cursi.
Vino de la cosecha del mes pasado.
Lo mismo del vino caro pero italiano.
ENTRANTES:
Ensalada del súper.
Ensalada pero con nombre de emperador romano.
Arroz chino pero con langostinos. (Creo)
Arroz chino pero con verduras.
PRIMER PLATO:
Macarrones a la boloñesa (por fin algo normal)
Algo raro que parece puré.
Carne con una salsa rara y desconocida para mí.
Revuelto de muchas cosas.
SEGUNDO PLATO:
Revuelto de verduras y otras cosas verdes.
Lo mismo de arriba pero con champiñones.
Pescado con unas cosas raras que parecen fideos.
Algo que parece mierda.
POSTRES:
Helado de CHOCOLATE.
Natillas del supermercado.
Flan del mismo sitio de donde salieron las natillas y la ensalada.
Fruta de la nevera.
INFUSIONES:
Cosa con nombre chino.
Cosa con nombre chino.
Té con nombre chino.
Cosa con nombre chino.
¿Y de los platos de mi tierra no se han acordado?
Me salté directamente al primer plato; pedí los macarrones a la boloñesa, de segundo, me arriesgué con el pescado y finalicé con el chocolate.
Me hubiera gustado haber hecho varias quejas sobre la comida. Primero: la cantidad de comida era insultante, si le dijera a mi abuela el tamaño del plato, se habría desmayado. Segundo: el camarero me ha mirado raro. Y tercero: la bola de helado era más pequeña que la cuchara.
Al acabar, decidí explorar un poco más el barco, el primer sitio que visité fue la biblioteca, era grande y espaciosa, con tomos gruesos y que pesaban un quintal, como no encontré cómics, fui buscando un libro que me llamara la atención, encontré uno llamado La divina comedia de Dante.
¡Qué bien! -pensé- ¡un libro de monólogos! Con esto pasaré un buen rato.
Tras registrarlo, lo dejé en mi camarote y me heché una siesta, tras eso, exploré un poco más el barco; llegué a la zona de juegos, que no era lo que me esperaba, me imaginaba un montón de
máquinas arcade, un air hockey, dardos...
Pero parecía la sala de juegos de un asilo, aparte del billar, había varios tableros de ajedrez, había uno pero con fichas blancas y negras.
Había también mesas para las cartas, pero no eran de los juegos de rol que solía jugar con Nikolay, casi siempre le ganaba.
Lo más infantil que había era la típica maquinita del gancho, solo, que en vez de tener juguetes, tenía objetos de uso cotidiano y sobres sorpresa. Probé suerte e introduje una moneda, el premio gordo era una mochila de explorador de la mejor marca. Tuve suerte y conseguí un sobre sorpresa, al abrirlo, me encontré una COMPRESA.

 Tuve suerte y conseguí un sobre sorpresa, al abrirlo, me encontré una COMPRESA

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Tras esta sorpresa, entendí por qué nadie se acercaba a la máquina. Probé de nuevo suerte para otro sobre, por increíble que parezca, el gancho agarró la mochila.
El gancho era resistente pero la mochila no llegó del todo, fui a quejarme al empleado, pero me dijo que no si no había caído, no tenía la culpa, menudo capullo.
Volví a la máquina y empecé a darle de hostias para que cayera la mochila.
Una vez recogida, la dejé en mi camarote junto al libro, como ya era muy tarde, me fui a dormir.
No dormí ni un par de horas y ya me había despertado por unos ruidos que provenían del exterior.
Escuché un gran murmullo de voces y el barco empezó a hacer movimientos bruscos, me temí lo peor.
-¡NO JODAS QUE NOS HUNDIMOS! -grité desesperado.
Me vestí en un segundo y salí a toda leche a la cubierta, no nos estábamos hundiendo, el barco había dado un giro brusco y había varias luces encendidas, me acerqué a ellas para saber su procedencia.
Eran casi las doce y estaban celebrando un baile, sonaba música clásica y un cantante decía algo en danés/alemán/sueco/francés/italiano/griego/¿latin?/ruso/ucraniano.
La gente se acercaba a una máquina, conectaban sus mp3 a ella y poco después, la música salía a escena.
Volví a mi camarote y saqué mi mp3, seleccioné una al azar y me volví al concierto. Una vez dentro, introduje la canción en la máquina y me quedé en una esquina, aislado de todos, esperando a que sonara.
Cuando sonó, la gente puso cara de ocho, no conocían la canción y no era del mismo tipo de música que estaban bailando.
Yo no me pude aguantar hasta que sonó el estribillo de la canción:
I'm on the highway to hell!
On the highway to hell!
Highway to hell!
I'm on the highway to hell!
Simulé tener una guitarra en mis manos y comencé a menear la cabeza de arriba a abajo. Paré cuando varios hombres con pintas de seguratas entraron en escena.
Salí sin hacer ruido y me limité a observar, me asomé y ví a los guardias quitar la canción, tranquilizar al público y encender las luces.
-¡ESTO ES HORROROSO! -dijo una señora- ¡PRIMERO ALGUIEN VOMITA EN MI SOMBRERO Y AHORA PONEN ESTA BASURA DE MÚSICA!
Iba a a decirle a la señora que no tenía ni puñetera idea de música, pero me acordé de los guardias y me fuí a mi camarote.
Me desperté cerca de las doce de la mañana, me cambié y ví que estábamos a punto de llegar a la isla.
Me cambié, devolví el libro y esperé a que llegara a puerto, al bajarme, me dí cuenta de algo horrible, me fijé en los horarios y confirmé mi teoría:
-Joder, me he equivocado de barco -pensé- me he subido al "Año del capitán" y debería haberme subido al "Ano del capitán".
Si alguna vez lo descubren, la culpa no es mía, sino del tipo que recogía los billetes.
Si ya le había visto yo la cara de tonto...

Razvan y el retrete doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora