Capítulo 0

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Las luces se habían apagado hace un tiempo. La tenue luz de la luna, que entraba por la ventana, producida por la televisión, eran las únicas que iluminaban la habitación. Mis pesados ojos empezaban a cerrarse lentamente y antes de que lo hicieran por completo decidí levantarme y apagar la televisión. Caminé adormitado hasta donde se encontraba y con mucha torpeza logré presionar el botón de apagada, no sin antes haber subido y bajado el volumen, además de haber cambiado de canal varias veces. Caminé de vuelta y me lancé a la cama esperando ser recibido por la comodidad de esta; en cambio, mi frente dio contra algo duro— ¡Ah! ¡Qué Idiota! —exclame a mí mismo al darme cuenta que se trataba del control remoto. Lo coloqué debajo de la almohada, que fue el primer lugar que alcanzo mi perezoso cuerpo. Dejé que mis pesados ojos completaran la tarea que habían dejado pendiente. Quedándome completamente dormido.

Segundos después, mis ahora, inquietos ojos se abrieron rápidamente. Me sorprendí y asuste al encontrarme envuelto en una completa oscuridad. Me quedé un momento sin poder o querer moverme, forcé mi vista y empecé a percibir algunas siluetas. Empecé a caminar lentamente y con cuidado por la irregular superficie del lugar. Avancé un largo trecho en busca de algo que pudiera utilizar en mi beneficio. A medida que transcurría el tiempo, el ambiente desagradable del lugar empezó a dominarme. Redoble el esfuerzo por mantenerme en pie. Mi garganta empezaba a desgastarse de tanto gritar. Parecía que nadie me escuchaba. Con cada segundo, con cada paso, mi espíritu se quebraba. Mis fuerzas se agotaron al igual que mis esperanzas. De muchas formas, este lugar había conseguido derrumbarme. Me dejé caer al suelo, y arrastrándome llegue hasta un objeto sólido, que no identifique, y me recosté. Cerré los ojos pensando en que quizás no los volvería a abrir. Y eso deseaba. No abrirlos jamás.

— ¿Tan rápido se da por vencido? —dijo una voz, la dulce voz de una mujer. Como pude, me puse de pie. Trate de agudizar mi oído para encontrar de dónde provenía. 

— No, por supuesto que no, bueno, quizás sí, pero... no —respondí enredando un poco las palabras provocando una risa burlona, no de las que hieren, sino de las agradables. Giré varías veces intentando localizarla.

— Deje de dar vueltas —dijo entre risas— Aquí estoy —añadió.

— ¿Dónde? —pregunte.

— Aquí —repitió tomándome de la mano. Mi primera reacción fue intentar retirar el agarre pero me detuve al sentir la suavidad y la calidez de la mano ajena. Sentí fluir una energía que renovó mi fuerza y mi espíritu.

— ¡Sígame! —tiró de mi brazo para que fuera con ella.

— ¿A dónde vamos? —pregunte con un poco de temor por las sensaciones que provocaba el contacto de su mano.

— Sólo sígame —respondió.

Me sorprendí por la habilidad con la que ella avanzaba por el sinuoso lugar. Esquivando objetos de los cuales no me percataba hasta que chocaba o tropezaba con estos, causando en ella copiosas risas. A medida que avanzábamos, el ambiente del lugar empezó a ser más sutil. La oscuridad empezó a desaparecer, no por completo, pero lo suficiente para caminar sin problemas. Observaba el excéntrico lugar en donde nos encontrábamos. Se encontraban ante mi vista muchos objetos que reconocía fácilmente, pero estos eran más grandes o más pequeños de lo usual. Los árboles parecían extenderse hasta el cielo el cual era reinado por dos grandes lunas. Seguimos caminando mientras me hacía infinidad de preguntas; ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde vamos? Y muchas otras. Pero ¿Quién es ella? Era la que más despertaba mi curiosidad. Ella se detuvo en un sitio donde la luz, de las lunas, era más fuerte. Giró y lentamente descubrió su cabeza dejándome ver, por primera vez su rostro.

Starlight (RETOMANDO...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora