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Iba demasiado rápido y sin noción.

Estacioné a un costado del puente, bajé de la moto. Me asomé a ese precipicio y grité. Intenté dejar todo el odio que llevaba ahí, pero no.

Con la respiración acelerada me volví a subir a la moto y arranqué.

La furia dominaba cada parte de mí.
El saber que ella está con una basura tan grande como él, el pensar que por culpa del imbécil de mi padre mi madre llora todas las noches, que por culpa de el enfermo hermano de mi viejo mi prima también llora todas las noches, el saber que tengo una familia de mierda. Todo eso colapsa con la frase que me dicen todos "sos igual a tu viejo".

Empecé a ir más fuerte, acelerando hasta donde dé.
Con el cuerpo y el alma lleno de odio, enojo, decepción.

Iba perdiendo la visión, las pupilas se inundaban entre lágrimas que seguía conteniendo para no explotar.

La casa de Mica me quedaba de pasada, ella era una de las nuevas vecinas, me había dicho que pasará cuando quisiera, de igual manera creo que no se refería a esto, pero ella es una chica que me ayuda a pensar, desde el primer momento en que nos cruzamos.

Estacioné la moto en la vereda y bajé a tocar timbre.
Ella miró por la ventana, me hizo seña de que espere y a los 10 minutos salió.

-Hey, qué pasó?- dijo y me abrazó.

cerré los ojos y me dejé llevar por el abrazo, fui olvidando los problemas de a poco y ese abrazo se hizo eterno.

-Vení, pasa.- dijo y me agarró la mano llevándome adentro.-Pero no hagas ruido hasta que lleguemos a mi cuarto.

-Bueno, ahora contame.- Y me miraba fijo.

La miraba a los ojos y me transmitía paz.

-Prefiero no hablar de eso.- respondí

-Como quiera usted señor Quiroga.

-Gracias por la comprensión señorita Herrera.

Los dos reímos ante la estupidez que estábamos diciendo, su sonrisa era magia.

Soberbia, amor y locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora