Capítulo 18

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Cath

Yo.

Oh, sí.

Yo estaba dando el más emocionante paseo en la nieve que alguna vez había dado. Quizás era porque no estaba en la nieve, ni estaba sufriendo frío. Sólo sabía que si no me controlaba (lo poco que estaba controlándome) mi cabeza se daría contra el techo. De nuevo.

—Cath, linda, tranquila, estás haciendo que el auto tiemble.— gruñó Ten, sosteniéndome las caderas para marcarme un paso más lento pero me incliné y jugué sucio, lo admito. Mordí su punto dulce haciéndolo gemir con fuerza y golpearse de igual manera en mi interior.— Vas a hacer que termine sin complacerte...

—Me gusta ver tu rostro cuando te vienes, Ten.— ronroneé contra su hombro, antes de lamerlo allí. Ten se las arregló para voltearme y dejarme recostada sobre el asiento trasero, con él sobre mí. Era una cosa buena que el asiento fuera amplio, aunque no fuera lo suficientemente largo y me obligara a mantener mis piernas sujetas sobre sus caderas. Aunque eso era algo que habría hecho en cualquier otro sitio si estaba con él.

—No quiero decirte qué me gusta ver rebotar cuando estás sobre mí.— se burló Ten, bajando sus labios hasta el sitio al que se refería. Arqueé mi espalda intentando entregarme a él, que me diera más aún.

—Oh, Ten...— lloriqueé, dejando que mis caderas se levantaran por sí solas hacia Ten, a lo que él respondió con caricias, apretones, besos, lamidas y todo lo que podía desear en este momento. ¿Mencioné que el bastón de caramelo estaba siendo más dulce que un dulce real?— Eso es, oh dios, eres tan... Oh...

—Empañamos los cristales, Cath.— sonrió como un engreído mientras se balanceaba contra mí y las chispas del orgasmo nublaron mi vista mientras sentía cada uno de sus movimientos.— Somos tan calientes juntos, Cath. Tú eres tan caliente cuando te vienes...

Sus palabras fueron mi detonante. Subí a una maldita nube placentera que dejó mi cabeza girando y mis caderas agitándose sin control contra las suyas. Ni siquiera bajaba de la nube del placer cuando me sentí subiendo nuevamente y cayendo, oh, tan bueno... Sentía sus labios por todas partes, sus manos tocando los sitios adecuados, su lengua delineando caminos indebidos. Oí las aves cantar, los ángeles sonar arpas y los cristales estallar porque este sujeto había conseguido un tres-en-línea antes de conseguir su propia liberación.

Creo que mi grito pudo despertar a todo el mundo dentro de casa de mi mamá, pero no me importó, porque mi mente era pura papilla sobre el suelo del auto. Mis piernas se enredaron alrededor de sus caderas, porque apenas cabíamos en el asiento y Ten estaba prácticamente recostado sobre mí, sosteniendo su peso sobre sus brazos, jadeante como yo. Intentaba recuperar la respiración pero yo estaba ansiosa y complacida, y ahora que tuve un trozo del cielo, quería comer el pastel completo.

Cerré mi boca sobre la suya, besando todo lo que podía, llegando tan lejos como podía, sin dejarle un margen de espacio. Ten siguió a mi lengua con la suya, bailando la danza más sucia que alguna vez había vivido hasta que un escalofrío lo hizo retorcerse. Sí, fue escalofrío, no un estremecimiento.

—Creí que éramos muy caliente.— me burlé, contra sus labios y Ten asintió, separándome gentilmente.

—Una brisa helada acaba de tocar mi trasero, disculpame.— dijo, arrugando la frente confundido y mi vista aún estaba algo nublada (no sólo porque no tenía mis lentes, sino porque el placer era tan fuerte que aún no bajaba de él por completo) así que sólo veía su rostro frente a mí.

Toqué sus caderas sutilmente con media sonrisa. Había un trazo de líquido cayendo por allí.— Prácticamente estás sudando, Tennessee.— levanté mi mano para enseñarle el sudor, pero el color rojo me hizo paralizar.— Oh dios mío, Ten, estás sangrando.

Basado en Hechos Reales [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora