Capítulo 4

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Cath

Mis dedos volaban como flechas sobre las teclas de mi antigua y confiable máquina de escribir y no podía creer que estaba haciéndolo. Finalmente, estaba escribiendo el toque especial que mi editora me había pedido. Finalmente conseguiría sacar un libro, uno más, uno que me conseguiría la fama que me aseguraría siempre un contrato.

Apreté la manta a mi alrededor y sorbí de mi taza de gatitos llena de café. ¿Hace cuanto me había levantado de la cama? ¿Dos, tres horas, luego de haber dormido unas cuatro? No había parado desde entonces y ya casi iba por la página cien que escribía.

Me abracé a mi misma en un intento de calmar mi frío. Una parte de mí no quería dejar la cama. Mi héroe de ensueño dormía acurrucado, abrazado con fuerza. ¡Y era un semental en la cama! La otra parte me decía que debía escribir ahora que recordaba nuestro diálogos en la noche anterior, y no cuando los olvidara. Ciertamente, no serían cien por ciento literales, porque no podría recordarlos, pero los detalles importantes era lo que interesaba y luego un poco de poesía para atraer a los lectores y, ¡Bam! Bestseller en proceso.

El teléfono sonó junto a mí y bebí otro sorbo de café mientras lo atendía.

—¿Rachel?— pregunté, aunque el identificador de llamadas había iluminado la pantalla con su nombre.

—Entonces...— comenzó y yo la corté, sorbiendo más del café. Sonreí a la máquina y a la pila de hojas que ya había escrito.

—Escanearé en un rato lo que ya tengo y estoy segura de que lo terminaré en la noche.— dije, viendo dentro de mi taza. Rachel soltó un gritito alegre desde el otro lado.

—Por eso amo trabajar contigo, eres tan rápida en esto. No tienes una historia y, ¡Pop! Ya tienes una.— rió, y fue justo en el momento en que oí pasos arrastrándose desde la habitación.

—¿Cath?— llamó la voz profunda de Ten desde la habitación y volteé en mi sitio, justo a tiempo para verlo inclinarse por sus pantalones.

—Mucho mejor que el trasero de Ryan Reynolds.— le coqueteé, haciendo que soltara una profunda risa mientras echaba un vistazo sobre su hombro hacia mi dirección.— Rachel, te llamo luego.

—Claro, Catherine, tómate tu tiempo. Que sea un gran final.— me deseó y colgué, dejando el teléfono en el escritorio mientras ponía el montón de hojas ya escritas dentro del cajón del escritorio.

No podía decirle a Ten que yo era escritora, porque la última vez que se lo dije a un chico (y le dije que había escrito sobre él) me gané una maldita demanda y tuve que pagar todo lo que había ganado con mi segundo libro vendido.

Entonces conseguí un seudónimo, y cada vez que escribía sobre alguien, nadie lo sabía. Sólo se sentían "identificados". La única persona que sabía que había escrito sobre ella misma, y le encantaba que lo hiciera, era Kiki y no significaba problemas.

—Buenos días...— murmuró la voz ronca, más cerca de mí. Sus labios cayeron a mi mejilla y se sentó en el sillón a un lado del escritorio.— ¿Dormiste bien?

—Genial, lo bueno es que, en serio no eras un asesino.— bromeé, lo que lo hizo reírse mientras se rascaba perezosamente el estómago (un estómago firme, sin camisa, con una tableta de chocolate que lamer.)— ¿Quieres desayunar?

—Me encantaría, Cath.— murmuró, echándome una mirada sucia. Oh, chico malo.— No sabes lo que me gustaría desayunar.

Ya que Ten era el primer chico al que le permití llevarme a mi departamento nuevo (ya que antes vivíamos juntas Kiki y yo, y ahora me había mudado), creí que era justo dejarlo, ejem, estrenar varias costumbres nuevas y acabamos jugueteando de nuevo (sin ropa, si me entienden) en el sillón, antes de ir a la cocina a hacer el desayuno.

Basado en Hechos Reales [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora