Capítulo 5

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Ten

—Sólo será un minuto, sólo uno. Lo prometo.

Suspiré profundo y me dejé caer pesado en el sillón de cuero marrón de mi amigo. La cosa me tragó vivo, era tan mullido y tan cómodo. Sabrina pasó corriendo hacia la cocina y luego regresó, dejando una cerveza frente a mí.

—Eres el mejor padrino del universo, Ten.— dijo, corriendo dentro de su habitación.

—Sí, sí, ni siquiera lo digas.— gruñí, levantando mis pies sobre la mesita mientras bebía un largo sorbo de la cerveza.

Como profesor, Adrian había tenido que salir en un viaje con sus estudiantes por dos días y Sabrina quería ayuda con los preparativos de la boda. Bueno, las flores estaban cubiertas. Ya saben, mi mamá y nuestra florería cubría los requisitos. Sólo faltaba visitar algunas tiendas para las invitaciones, el pastel, esas cosas.

¿Cuanto había pasado ya desde que se habían comprometido? ¿Tres meses? Querían tener todo a tiempo, no querían hacer nada a último momento. Tres meses y ya tenían la mayoría de las cosas listas. Sólo unos meses más y la boda estaría lista. Lo más gracioso, es que Sabrina ni siquiera había conseguido su dama de honor.

—Oh, demonios, me tomará un poco más de tiempo. Necesito una ducha rápida.— gritó Sabrina desde la habitación y suspiré buscando el control de la televisión.

—¿Recordaste que tus piernas están velludas? Puedo ir por una motosierra si quieres.— me burlé y Sabrina se carcajeó desde la habitación.

Encendí la televisión y no pasaron ni siquiera cinco minutos hasta que me aburrí. Dejé un tonto reality sobre la vida de una mujer obsesionada con las compras y le saqué el volumen, porque simplemente no había nada más. Mi teléfono decía que eran las cuatro de la tarde y me sorprendí bastante de que el tiempo pasara tan lento. Había llegado cuando faltaban sólo quince minutos para las cuatro.

El timbre sonó y eché un vistazo hacia la habitación, esperando a que Sabrina saliera y atendiera, pero como el timbre sonó nuevamente, supuse que tenía que atender yo. Un sujeto sonriente y que parecía de la oficina de entregas me sonrió.

—Traigo un paquete para Sabrina Hood.— dijo, leyendo el paquete y asentí hacia él.— Muy bien, señor, firme aquí.

Luego de que firmé, el sujeto me entregó el pequeño paquete envuelto en papel madera. En cuanto llegué al sillón, dejé el paquete en la mesa de medio y me senté en mi sitio de regreso.

—¡Sabrina, te ha llegado un paquete!— grité y la oí gritar, un grito alegre, desde la habitación.

—¿Te puedes fijar qué es, por favor?— respondió, y rasgué el paquete, ya que no tenía nada por fuera más que la etiqueta con el nombre y la dirección de Sabrina. Me encontré de lleno con la portada de un libro, una pareja abrazada bastante acaramelada en un callejón bien iluminado.

—Bueno, es un jodido libro. "El último héroe" de C. D. Laine— le dije y Sabrina estaba gritando nuevamente.

—¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Ya está aquí!— gritó nuevamente y puse los ojos en blanco. No entendía para nada a las chicas que se enamoraban de los idiotas libros.

—¿Ya casi acabas?— pregunté, abriendo el libro en una página cualquiera y Sabrina se rió con fuerza.

—Sólo cinco minutos más, lo siento.— pidió y entonces estaba aburrido de nuevo. Y mis ojos, se perdieron en la lectura.

«...Claire estaba cansada de esperar a un héroe, a un príncipe azul. Todo el mundo la veía como una persona, un ser grande, superior. Sólo porque ella era una mujer independiente, sólo porque ella era la dueña de su propia empresa.

Basado en Hechos Reales [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora