Capítulo 1

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Estaba tumbada en mitad de la nada, ya no le apetecía siquiera moverse. Cansada y agotada. Pero no iba a ir a casa, no, ahí las cosas estaban muy mal. Peleada con el mundo y consigo misma. Buscaba formas en las nubes mientras disfrutaba de la tranquilidad de ese prado al que va desde que era muy pequeña. Le gustaba escuchar a los pájaros y a alguna que otra ardilla, son sus fieles compañeros junto con Pícara; aquella esbelta yegua con la que ha explorado tanto. Ahora la observa, está pastando como habitualmente. ¿Cuantas veces habrá conseguido animarla sin decir ni una sola palabra? ¿Y cuantas habrán discutido? Es increíble lo que ella ha conseguido hacer en su vida. Es imposible calcular cuánto significa y no sabe qué haría sin ella. Ya debe de ser tarde porque en ese momento puede ver el atardecer. ¿Cuánto tiempo llevará ahí? No lo sabe, pero mucho, muchísimo. Cuando se peleó con sus padres no sería ni mediodía, cogió su mochila y el cabezón de pícara y salió a galope tendido, no aguantaba más, tenía que salir de ahí. ¿Estarán preocupados? A ver ya lo ha hecho antes, pero nunca tanto tiempo, y no puede dormir ahí. Tendrá que volver, aunque no le apetezca, así que manos a la obra. Una vez sobre el suave lomo d Pícara iba pensando en cómo afrontaría la reprimenda de sus padres. Todavía no tiene ni idea. Llega a su casa, una de paredes claras, puede que demasiado claras ya que nunca ha aguantado limpio más de tres meses, pero, aun así, hace ya varios años que no se limpia o se vuelve a pintar. Un techo muy oscuro, casi negro. Siempre le ha gustado su casa, pero no siempre estar en ella. Tiene un gran jardín, por eso cuando tenía siete años llego a su vida una potranca castaña de crines y cola negra y con un hocico rosa y suave. Nunca olvidará ese día.

- ¡Rebeca!

Ahí está su madre, ¿la regañará? Termina de cepillar a Pícara y va dentro a afrontar lo que venga.

-Ay, estás aquí- dice su madre preocupada

-Sí mama, sabes que no tienes que preocuparte

- Y tú sabes que no puedes desaparecer así sin más

-Es que a veces necesito desconectar

-A mí eso no me vale de excusa alguna

Empieza a cabrearse, no quiere empezar otra pelea. Sale corriendo a su cuarto y se encierra, pero a los pocos minutos tocan a la puerta.

- Mamá no quiero hablar ahora

- Entonces me voy, ¿no?

Esa... no es la voz de su madre.

- Lucas, pasa.

Ese es su hermano mayor, siempre aparece cuando más falta le hace.

- ¿Qué pasó esta vez? ¿Volviste a desaparecer?

- Solo un ratito

- ¿Segura? Porque no te he visto en todo el día. ¿A qué hora te fuiste?

- No sé, no era ni la hora de comer

- Entonces no fue solo un "ratito"

- Bueno...

- Ya decía yo – que cabezota es, 16 años y tiene unas rabietas... aunque es entendible, para ella fue muy difícil y además fue hace muy poco. A él no le ha costado tanto, pero también es que ellas estaban mucho más unidas.

- ¿En qué piensas? Pregunta Rebecca intrigada, lleva un rato que parece ausente

- No, en nada

- No me mientas que nos conocemos

- Es que... pensaba en todo lo que ha pasado últimamente y en cuánto te ha costado seguir adelante

Solo necesito una verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora