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Blaine y Kurt estaban entrando a la pista de hielo antes de la hora indicada, iban tomados de la mano. Blaine se acercó al mostrador y pidió dos pares de patines. El chico que estaba allí les entregó los patines.
—Debes aprender a patinar—dijo Kurt. —Es fácil.
Blaine y Kurt se estaban poniendo los patines, Blaine tuvo más dificultad. Luego caminaron a la pista, el morocho ayudado por el sumiso. Estaban en la entrada de la pista. Blaine se balanceaba.
—Pareces un niño—decía Kurt alejándose. Blaine lo miró y comenzó a caminar hacia delante, se había despegado de los barrotes de ayuda. Kurt daba vueltas alrededor de Blaine.
—Presumido—susurró Blaine.
—No...—respondió el castaño mientras se alejaba más y hacia piruetas. —¡Es simple!
Blaine cayó y comenzó a reír mientras permanecía con las piernas abiertas. Kurt se acercó, también reía.
—¿Necesitas ayuda?
—Creí que ibas a enseñarme.
—Para esto no eres un experto, ¿cierto?—le dijo ayudándolo a incorporarse.

Kurt y Blaine bajaron del automóvil frente a un restaurante. Kurt tragó saliva, era el restaurante donde él trabajaba, rezaba porque no lo reconocieran. Blaine observó al castaño, sabía que el hecho de disfrutar en vez de trabajar le sería extraño. Entraron.
—Tengo una reserva a nombre de Walter Wiggins—le dijo Blaine al empleado de la entrada.
—¿Usted es Blaine Anderson?—preguntó el empleado. Miró detrás de Blaine, allí estaba Kurt cabizbajo. —Llegas tarde. Ponte a trabajar ya. Imbécil.
Kurt levantó la cabeza. Ninguna palabra salió de su boca, olvidó por completo que debía trabajar esta noche para cubrir el turno nocturno. Blaine miró con seriedad al empleado.
—El joven Kurt Hummel no está aquí como empleado—dijo firme.
—¿Que diablos?—el chico frente a ellos desapareció detrás de una puerta. El morocho volteó hacia Kurt y le sonrió.
—Creo que estas en problemas—le dijo.
—Cuando me pongo nervioso no me salen las palabras... Es bueno que alguien hable por mi, pero, tu me metes en problemas con facilidad—rió.
El empleado volvió con un hombre casi calvo con bello facial.
—Kurt—dijo el hombre—Así que ahora estas bien acompañado.
—Olvidé que tenia mi turno. Si usted me da el uniforme iré y...
—¡No!—chilló Blaine. —Ni lo sueñes Kurt. Nada de eso. Tu cenarás conmigo y punto final. —Se acercó al odio de Kurt—Renuncia, por favor. Hazlo por mi y renuncia.
Kurt dudó. Le había costado conseguir un trabajo con buena paga. Se acercó al hombre calvo y habló.
—Renuncio—dijo. Sonrió y se volvió a Blaine. —Cenemos—tomó del brazo al morocho.
—No cenaras aquí engendro—dijo el calvo. —¿Donde está tu lealtad? Tu no podrás cenar aquí.
—Él se irá conmigo—Blaine apretó el brazo de Kurt—. Nos iremos y este restaurante desaparecerá.
La expresión severa del hombre cambió y se notaba que el pánico lo comenzaba a inquietar.
—Bien—dijo el calvo por fin.
Blaine sonrió.
—Ahora que lo pienso... Prefiero la privacidad—dijo marchándose. Kurt lo siguió. Ambos salieron del restaurante, a Kurt la idea de estar a solas con Blaine no le complacía del todo. En la cabeza de Blaine todo estaba distorsionado, sabía que Kurt era un niño aún pero le gustaba tanto... estaba locamente enamorado de él. Haría hasta lo imposible por tenerlo consigo; siempre. Pensaba en perderse las demás actividades aunque ya se habían saltado algunas, pero no importaba, podía devolverle el dinero a Walter.
Caminaron hacia el coche y subieron. Blaine miró la lista.
—Rompamos las reglas—dijo destruyendo el papel, lo lanzó por la ventanilla y puso en marcha el automóvil.
—¿Que haremos?—preguntó el castaño, estaba nervioso y podía sentirlo a kilómetros. Blaine no iba a violarlo ni nada que Kurt no quiera, pero algo le decía que debía bajar del auto y marcharse a casa si quería seguir confiando en el morocho.
Luego de casi quince minutos de un viaje incómodo y silencioso Blaine aparcó frente a un parque.
—Quería traerte aquí para que sepas todo sobre mi...—suspiró abriendo la puerta. —Espero que me entiendas...
—¿De qué estás hablando?
Ambos bajaron del auto. Blaine comenzó a caminar cabizbajo seguido por Kurt quien aún no comprendía absolutamente nada.
El morocho se sentó y le hizo un ademán a Kurt para que lo imitase. Ambos estaban sentados de piernas cruzadas, Blaine jugaba con el pasto enredandolo en sus dedos y luego lo arrancaba.
—¿Qué querías decirme?
Blaine suspiró. Parecía inseguro, débil, algo lo estaba atormentando.
—Kurt... Tu sabes que me gustas, es obvio. Pero hay otra historia. Nadie lo sabe y espero que cuando acabe de contártelo no vayas corriendo a decirle a todo el mundo—. Kurt asintió. —Siempre supe que me atraían más los hombres, he experimentado muchas veces con hombres pero también hubieron mujeres en mi vida.
—¿A qué te refieres?
—Hace aproximadamente tres años conocí a una modelo. Se llamaba Sarah y estuvimos una noche, solos, ebrios, jóvenes y ardientes... La peor combinación.
—Tuviste sexo con ella. ¿Y?
—Si. Lo hice con ella, para mi fue una noche pero lamentablemente para otras personas no.
Kurt lo observó, aún no entendía el punto.
—Un mes después me contactó... Sarah estaba embarazada.
El castaño se quedó unos segundos procesando la información. Jamás conoció ningún hijo de Blaine, eso no eran posible.
—Y no fue solo eso...

DADDY [KLAINE] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora