CAPÍTULO 13

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Llegó Junio y trajo consigo los exámenes. Era la décima semana de convivencia entre Woods y Griffins y las cosas habían cambiado sustancialmente desde los primeros días.

Lexa abrió la puerta de la habitación de Clarke con cuidado, sabía que cuando estaba concentrada, cualquier ruido la molestaba. Se asomó y visualizó a Clarke sentada en su silla. Caminó hasta ella y sus labios se curvaron en una sonrisa al descubrirla dormida sobre sus apuntes. Le invadió la ternura.

—Clarke... —susurró, apoyando las manos en sus hombros— Despierta, Clarke...

La rubia se removió en la silla y alzó la cabeza con dificultad. Murmuró alto ininteligible y Lexa volvió a sonreír.

—Te has quedado dormida —dijo para sacarla de su desconcierto mientras besaba sus cabellos rubios.

—Lexa... —la reconoció. Pero de inmediato, dio un respingo, poniéndose tiesa en silla—. ¿Qué hora es? —exclamó.

—Las dos, hora de comer, ¿no te parece?

—¡Mierda! —maldijo Clarke— Se suponía que sólo dormiría diez minutos, ¡me he pasado más de media hora!

—Tranquila, tu cuerpo necesitaba el descanso, y ahora necesita comer. —Lexa trató de calmarla.

—¿Tranquila?, tenía que repasar dos temas antes de la comida —se lamentó—, ya me he saltado mi horario, no me dará tiempo a preparar los exámenes de la semana que viene.

Su cara, la postura de su cuerpo, cómo movía las manos... todo en Clarke delataba su elevado estrés. Al final Abby iba a tener razón, y su hija se volvía una histérica en época de exámenes. Lexa le cogió las manos.

—Clarke, estoy segura de que los aprobarás con nota, pero necesitas relajarte un poco, esos nervios no son buenos.

—Lo que necesito es no dormir más de lo que tengo planificado —aseguró Clarke, escapando de las manos de Lexa.

—Ya está bien, te vienes conmigo —afirmó Lexa cogiéndole la muñeca y tirando de ella con suavidad pero sin darle oportunidad a negarse.

—¿Qué dices? —Las tripas de Clarke rugieron y la rubia se ruborizó.

—Lo primero que vamos a hacer es comer, y después, vamos a despejarnos durante unas horas, lo necesitas.

Clarke sólo frunció el ceño. Lo cierto era que estaba hambrienta, desde el desayuno, no había comido nada. Pero la segunda parte de su plan no le terminaba de convencer.

Después de comer, Lexa convenció a Clarke para que cogiera su bolso y una chaqueta ligera y la hizo subirse a su moto. El viaje se hizo demasiado largo para el gusto de la rubia, que disfrutaba del contacto entre las dos, pero seguía sintiendo un poco de temor sobre aquel vehículo.

—¿Dónde estamos? —preguntó frunciendo el ceño.

—Bienvenida a Alexandria —exclamó Lexa extendiendo los brazos—, ¿has estado antes aquí?

—La verdad es que no.

—Estupendo, así puedo enseñártela, esta ciudad es especial para mí —aseguró Lexa con una sonrisa.

—¿Por qué se llama como tú? —sugirió Clarke.

—Porque mis padres se conocieron y se enamoraron en Alexandria, por eso me pusieron este nombre —explicó Lexa con la mirada perdida. Clarke la miró, afectada por la revelación y se acercó a ella. Entrelazó sus dedos con los de Lexa y besó su mejilla.

Bajo el mismo techo [Clexa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora