Capítulo 1

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Era lunes. Detestaba los lunes porque era el día en que más temprano nos despertaban para entrenar. También detestaba la palabra "entrenar" porque sonaba a mascotas. Aunque, de algún modo, éramos mascotas de un señor llamado Brian Epstein.

No sabía cuánto dinero ganaba como director, pero estaba seguro de que no debía ser poco, pues la gente pagaba para hacernos sufrir y reírse de nosotros. Nadie se detenía a pensar ni un poco en que también éramos como ellos, sólo pensaban en nuestras extremidades cortas y rostros desfigurados, en si eramos estúpidos o listos. Pensaban en todo menos en lo que sentíamos.

Pero por otro lado, la vida aquí no era tan mala. Viajábamos por todo el mundo (Lo cual siempre fue uno de mis sueños), y teníamos cama y comida a cambio de hacer tonterías en el escenario. Éramos una gran familia, unida por el desagrado hacia el director.

Y es que no nos quedaba otra familia, pues todos habíamos sido expulsados, botados o discriminados por nuestros propios parientes debido a que éramos diferentes.

Empecemos con George, quien era el más joven de todos. Tenía dos cabezas; asombroso ¿No?
A la sobrante le llamábamos Harold. Harold era malvado, pero George intentaba mantenerlo a raya para que no se sobrepasara.
George controlaba el lado derecho de su cuerpo y Harold el izquierdo.

Richard, alias "mole". Medía dos metros y medio y pesaba más de doscientos cincuenta kilos. Fue el primero en llegar al circo. A pesar de su fachada intimidante, era realmente inofensivo y muy amable.

Polly, la chica serpiente. No tenía brazos ni piernas, y su lengua bífida le daba el aspecto de un reptil. Era bastante bonita, pero tenía un carácter fuerte y podía llegar a ser algo violenta.

Stuart y Astrid, una pareja alemana de enanos con microcefalia cuyos cerebros, de alguna forma, no habían sido afectados por su enfermedad. Eran algo callados, pero agradables cuando entraban en confianza.

Por último estaba William, quien nació sin brazos y desarrolló una gran capacidad para sustituirlos con sus pies. Era totalmente independiente y se veía feliz aquí, lejos de su querida Kansas. Todos se veían felices allí.

Quizás en estos momentos se pregunten del porqué de mi estadía en este circo, así que no desesperen, que estoy a punto de contarlo.

Hace algunos años, cuando aún no cumplía los veinte, vivía con una tía mía. Su nombre era Mimi, y digo era porque ya falleció.

Ella fue la única que cuidó de mí ya que mi madre, al enterarse de la enfermedad que padecía, me abandonó a mi merced y fue así como Mimi aceptó tenerme en su casa. Mimi no se escandalizó como la mayoría de las personas cuando supo mi problema: Yo podía aparentar no tener huesos y hacer lo que se me diera la gana con ello.

Mi madre, antes de perder las esperanzas en mí, me llevó con los doctores más prestigiados de la ciudad para que corrigieran mi estado, pero lamentablemente ninguno pudo diagnosticar nada. Sólo dijeron que se trataba de un "regalo de Dios" y que cuidara de mí ya que era especial.

Obviamente Julia, mi madre, no lo hizo.

Y es donde Mimi entra en acción y me rescata de la mala vida. Pero claro que eso no fue para siempre, pues Mimi enfermó de bronquitis y los malos cuidados la llevaron a la muerte cuando yo sólo tenía 16 años de edad. Desde entonces, desamparado y sin tener en alguien en quién confiar, vendí mi alma al diablo al ver que solicitaban participantes en un circo que venía desde una ciudad muy lejana y les ofrecí mis servicios a cambio de tener donde dormir y comer.

El director del circo, en ese entonces el joven Brian Epstein, quedó fascinado al ver la facilidad con la que yo lograba doblarme y desdoblarme, así que no perdió oportunidad alguna y me aceptó en su grupo selecto de fenómenos.

The Freak Show [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora