Los golpes me habían noqueado por un momento. La cabeza me daba vueltas y lo único que podía escuchar eran los murmullos que John generaba. Sentía mi nariz húmeda, además de que me costaba respirar. No sabía si estaba por caer inconsciente, pero la sola idea de quedarme tendido en ese lugar tan solitario me daba escalofríos.
Sentía punzadas de dolor en todo el cuerpo, era simplemente horroroso. ¿Qué había hecho para terminar así? Sabía que tal vez me había sobrepasado con John, pero no merecía tal castigo.
El chico lucía totalmente arrepentido de lo que había hecho, pero eso no era suficiente. Me las pagaría, era una promesa.
John tiraba de mi brazo izquierdo para levantarme, pero era evidente que no podía —Suel...Suéltame —dije con la mandíbula adolorida y pronto sentí sus manos detrás de mi cuello, haciendo un esfuerzo por levantar mi cabeza.
—Yo... lo siento mucho —escuché que susurró con voz temblorosa.
—Cállate —susurré como respuesta.—Cállate y llévame de regreso al circo.
Pequeñas gotas cayeron en mis mejillas, pero no eran mías. Miré fugazmente el cielo; no estaba lloviendo. John había empezado a llorar.
Antes de poder decir algo, perdí la conciencia.
—¿Él estará bien?
—Creo que sí, sólo fueron los golpes. Mira... las vendas ayudarán.
—Pero...
—Lo sé, te pasaste, John.
Las voces, que eran familiares para mí, me despertaron. La cabeza parecía querer explotarme y no podía mover mis miembros. Solté un quejido y abrí los ojos con mucho esfuerzo. La luz me pegó de golpe, pero inmediatamente los rostros de John y de Brian acapararon mi campo visual.
—¡Paul! Qué bueno que despertaste —exclamó el segundo con una sonrisa cordial. El primero miró a otro lado, claramente incómodo —¿Cómo te sientes?
—Apenas puedo respirar y estoy muy malherido, pero me siento de maravilla.
—Bueno, al menos tu sarcasmo sigue intacto. Es buena señal.
Me removí incómodo y traté de darles la espalda, pero por obviar razones, no pude.
—¿Te duele mucho? —me preguntó Brian al notar mis gestos de dolor y asentí —Iré por unos analgésicos, no tardo.
El baboso de Brian salió de la casa rodante de John y nos dejó solos. ¡Genial!
—Paul, yo...
—Pudiste haberme matado —lo interrumpí—¿Entiendes eso?
—Sí, pero...
—¡Pero nada! No quiero hablar contigo, no quiero verte, quiero que desaparezcas.
Él sólo me miró, buscando algún signo de duda. Pero me esforcé en lucir lo más seguro posible, cosa que supe que había logrado cuando John se dio media vuelta y salió de la casa rodante. Quizás había sido algo duro con él, pero yo ya no aguantaba más. Se lo merecía por idiota... ¡Era un impulsivo de mierda!
Ya que no podía girar en la cama, me limité a cambiar de lado mi rostro. Me dolía todo, tanto así que quería llorar. No quería admitirlo, pero en momentos como ese añoraba volver a casa. Extrañaba la comida de mamá, la risa de papá y la imaginación de mi hermano. Extrañaba la forma en la que mi padre nos hablaba de su infancia, y cómo comparábamos la tecnología de entonces con la de ahora. Extrañaba buscarle formas a las nubes y ver las estrellas con mi madre. A pesar de que había abandonado a mi padre por no apoyarme en mi verdadera vocación, lo extrañaba horrores en esos momentos. Me sentía solo, desprotegido. Los fenómenos me hacían sentir que estaba fuera de la realidad, y John, John me hacía experimentar niveles de odio que jamás creí tener. Mi vida era una basura... lástima que no sabía cómo escapar ya de ahí.
Brian regresó con unos analgésicos que me hizo tomar. Hablamos un poco y luego se fue, argumentando que tenía trabajo que hacer. Por la ubicación del sol deduje que era el mediodía, y el hambre comenzaba a hacerse presente en mi cuerpo. Cuando estaba a punto de llamar a alguien, la puerta se abrió. Al principio el Sol me cegó cuando se abrió la puerta, pero en seguida una silueta ancha y bien formada me cubrió de lastimeros rayos.
—Hey...
Sabía quién era.
—Ringo —dije con voz ronca, producto de mis desgarradores gritos de la noche pasada —¿Qué haces aquí?
El chico se sentó a mi lado y sumió un poco la cama, pero no me quejé. Al menos alguien había ido a verme.
—Me enteré de lo que pasó y quiero que sepas que John no es así —me miró con sus profundos ojos azules —Él...
—No lo defiendas —corté, sintiendo rabia —Es un imbécil.
—Lo sé, convivo con él hace años —soltó una pequeña risa, que calló casi al instante.—Lo que pasa es que no lo conoces bien.
—Y no quiero hacerlo, me desespera. Siempre va por ahí como si fuera el rey del mundo, y todos son unos idiotas porque le siguen el juego y aumentan su autoestima.
—Hablas sin saber, McCartney.
De golpe su tono de voz se había vuelto más serio, lo cual me asustó un poco. Dado su tamaño, si lo hacía enojar, podría matarme con facilidad. Ya que no quería morir por más huesos rotos, decidí guardar silencio y desviar la mirada. Quizás tenía razón... yo no conocía a John ni a ninguno de los fenómenos. ¿Y si tampoco pertenecía ahí? ¿Debería irme lo más pronto posible antes de perder más tiempo?
—Ay, lo siento ¿te asusté? No quise hacerlo, lamento haber sonado muy serio.
Ese era el Ringo que conocía.
—Descuida, de todos modos tienes razón —suspiré.—No los conozco, no tengo que prejuzgar.
—Hey...
—¿Podrías traerme algo de comer? Muero de hambre y no me puedo levantar —lo interrumpí, sintiendo un dolor en el pecho por mis propios pensamientos.
—Claro —Ringo frunció el ceño y se levantó —No tardo.
Nuevamente me quedé solo, y me puse a pensar en lo cruel que había sido con la gente del circo. Sin duda eran buenas personas, y había tomado la decisión de conocerlos más a fondo y entablar relaciones.
Aguardé tranquilo la llegada de Ringo y suspiré en cuanto entró a dejarme una charola que contenía pan y agua. Cuando iba a reclamar, el fortachón ya había abandonado la casa rodante de John.
—Genial —murmuré para mí mismo. Ni aunque me estuviera muriendo me tratarían mejor, tendría que conformarme con esa comida para presos. Tal vez era una indirecta y no me permitirían abandonar el circo. ¡Ja! Eso era imposible.
¿Verdad?
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The Freak Show [McLennon]
FanfictionA sus 18 años, Paul McCartney debía, como todo chico de su edad, buscar trabajo. Inútiles fueron las súplicas a su padre para que lo dejara seguir el camino de la música, pues argumentaba que no eso no le daría de comer. Así que, quedándose sin opci...