Capítulo 5

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Me estaba derritiendo, así de simple. Y no en sentido metafórico, sino literalmente. Hacía mucho calor y yo debía usar una estúpida bufanda porque al estúpido de Brian creyó que hacerme chupones sería buena idea.

Tomé asiento en mi  lugar correspondiente de la mesa y esperé a que Ringo me hiciera el favor de llevarme mi comida. A veces abusaba de mi amigo, pero no podía evitarlo.

—Aquí tienes —me dijo Ringo poco tiempo después, entregándome la charola.

—Gracias —le sonreí y pronto comencé a comer al ritmo de los demás. Todo iba perfecto, platicábamos de cualquier cosa y reíamos sin parar, pero cuando Paul entró al comedor, mi día se alegró aún más al recordar mi pequeña travesura.

Sí, yo le había colocado las flores en el cabello.

Tal vez fue a modo de broma o a modo de disculpa por haberlo golpeado, no estaba seguro. Pero su expresión y su chillido al notar las flores fue impagable, y todos estallamos en carcajadas cuando salió corriendo inmediatamente después de eso. Los que más parecían partirse de la risa eran Harold y Stu. Sus carcajadas eran muy contagiosas, así que me les uní para reír aún más fuerte. El molestar a McCartney era bastante divertido y ese sería mi nuevo pasatiempo.

Pasé el resto del día escribiendo en una libreta ideas para bromas, y cuando se puso el sol tenía alrededor de diez. No hice nada más productivo que eso, pero no me preocupaba. Si Brian me regañaba, siempre estaba la opción de "darle una mano", la vieja confiable.

Aún no puedo creer que han pasado cuatro años de la primera vez que me citó en su oficina, dos semanas después de mi llegada al circo. En ese entonces era un chiquillo completamente heterosexual, podría decir que hasta algo morboso, y no dudaba de ello.

Cuando supe las intenciones de Brian conmigo no supe qué decir. Al principio sólo me daba regalos y me hablaba más que a los demás, pero cuando me apartó un día del grupo y me susurró que lo viera en su oficina pasada la medianoche, supe que no sería para hablar de mi trabajo. Pero algo en mis instintos me hizo ir a la citación. Tal vez la curiosidad y que tenía la certeza de que no pasaría nada si no quería.

La oficina estaba escasamente iluminada, lo cual me puso nervioso al instante. Cuando di dos pasos dentro, oí la puerta ser cerrada a mis espaldas y unos pasos acercarse a mí.

—Eres muy puntual, Lennon.

Me había abrazado por detrás, pegándome a su cuerpo y acariciando mi pecho. Mi corazón comenzó a bombear a una velocidad anormal, pero estaba paralizado.

—Hueles tan jovial —recuerdo que me dijo —Me encantas.

Al principio simplemente me quedé ahí, sólo observándolo, pero cuando Brian comenzó a tocarme, todo cambió en mi.

Desde ese día supe que no sería la última vez que estaría con un hombre, y a decir verdad, no estaba tan mal.

—¡John! ¿Por qué no estás practicando?

—Tengo flojera, Eppy. ¿No podemos ir a dormir un rato? ¿O al menos descansar acurrucados?—dije, fingiendo un ligero tono de niño pequeño. Brian tenía algunos fetiches extraños, ¿pero quién era yo para juzgar?

Pareció pensarlo, pero antes de que pudiera decir algo, George llegó. Aferraba con su mano el extremo de una soga, mientras que Harold hacia lo mismo con él otro. Lucían cansados y algo molestos.

—¡Brian, llevamos practicando más de tres horas! ¿Por qué John puede descansar?—protestaron.

—Vuelvan a su puesto que para descansar no les pago —les dijo Brian y yo quise reírme, pero me controlé —¡Andando!

George y Harold me lanzaron una mirada de odio y después se alejaron a seguir con lo suyo. Al menos ser la perra de Brian me traía muchos beneficios.

—¿Entonces? —lo presioné para que accediera rápido —Por favor, Eppy.

Brian se debatió entre elegir el trabajo o su satisfacción, pero como era un hombre muy sentimental, se dejó llevar por lo segundo.

—De acuerdo, te veré en unos minutos en tu casa rodante.

Sonreí victorioso y estiré mis piernas lo más que pude. En dos zancadas estaba frente a mi casa rodante.

La cama era un desastre, había algunas botellas en el suelo y todo olía a encierro, por lo que decidí ordenar un poco. Y por ordenar un poco me refería a meter las botellas debajo de la cama, amontonar una que otra prenda de vestir en un rincón y abrir la ventana para que se ventilara.

Ahora sí estaba decente.

Me aventé de espaldas a la cama y recargué la cabeza en mis brazos. Tenía demasiada flojera como para ducharme o algo así, por lo que esperé a Brian así como estaba. Y como era de esperarse, mi puerta se abrió lentamente a los pocos minutos.

—Al fin, cerdo —comenté —Empezaba a aburrirme.

—No es fácil escabullirse por aquí, John.

Brian bloqueó la puerta para que nadie entrara y también cerró la ventaba que acababa de abrir.

—Me desgasté para nada—mascullé.

—¿Qué dices?

—Nada, ya que estas por ahí corre la cortina también, no queremos que nadie se entere, ¿o si?

Brian obedeció sin rechistar y pronto se abalanzó sobre mí. Comenzó a devorarme los labios y yo, por supuesto, le correspondí con la misma intensidad.

—Me haces sufrir —me susurró al oído de manera sexy.—Eres tan bueno...

—Eres un cerdo—dije divertido mientras lo tomaba del fino cuello de su camisa.—Vamos, Eppy.

Brian me sonrió con lujuria y comenzó a besarme en el cuello. En una de esas, me mordió tan fuerte que se me escapó un gemido.

—Estás que ardes, John...

Estaba por responderle con un comentario sucio y estúpido cuando alguien nos interrumpió golpeando la puerta.

—¡Lennon! ¡No estás haciendo tus ejercicios tal y como lo señala la agenda!

Era Paul.

—Mierda —dijo Brian levantándose descuidadamente, y gracias a eso pateó una de las botellas que se había escapado de debajo de la cama.

—¿Lennon? ¿Qué estás haciendo?

Paul intentó abrir la puerta y yo agradecí que Brian la hubiera bloqueado.

—¿Qué vamos a hacer?—me preguntó Brian en un susurro, pero yo le indiqué con señas que guardara silencio.

—¡Sé que estás ahí!—insistió —¡Abre antes de que...!

—¡Calla, McCartney! ¡Intento tomar una siesta! —hablé por fin, tratando de no sonar sospechoso.

—¡Las siestas no están permitidas! ¡Abre la puerta y sal de una vez!

—¿O sino qué?

—Te acusaré con Brian.

Solté una carcajada, que Epstein se encargó de apagar con un manotazo en mi cabeza.

—No creo que eso sea posible.—dije, sobándome la zona golpeada.

—Ah, cierto. Que tú eres su pu...

McCartney no continuó, pues al parecer se echó a correr.

—¿Qué quiso decir? —me preguntó Brian con una ceja alzada, pero yo permanecí callado para que no sospechara que Paul ya sabía lo que teníamos.

—No lo sé —mentí, pero Brian no sospechó.

—Ven aquí —dijo, olvidando todo.

Podía notar que aún seguía muy caliente, pero yo ya no quería seguir con la acción. El que Paul hubiera huido así de la nada me había dejado intrigado, así que sin prestarle más a atención a Brian, abrí la puerta de mi casa rodante y salí. Me disculparía con Brian después, al fin y al cabo siempre aceptaba mis disculpas con gusto.

Saben a qué me refiero.

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The Freak Show [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora