Me encontraba fumando a las afueras del circo, recordando lo que había pasado con Paul. Me sentía mal, ya lo había dicho, pero parecía imposible que el chico me fuera a perdonar. A veces me odiaba por ser tan impulsivo. Pero vamos, él también había tenido parte de la culpa. No debió meterse conmigo.
Jamás le revelaría mi habilidad, no si seguía en ese plan de racista contra los fenómenos. Éramos buenos, sólo que él se empeñaba en pensar en nosotros como una abominación. De todos modos eso no me sorprendía, pues era muy normal para nosotros; era Paul el que no cuadraba.
—John ¿te sientes bien?
—Sí, George —suspiré. Realmente no quería hablar con nadie.
—¿Quieres hablar de lo que pasó con Paul?
Reí por lo bajo.
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Vamos, se nota que estás preocupado.
—Sí, tienes cara de idiota.
—¡Harold!
Apagué el cigarrillo de un pisotón en el pasto y los miré irritado.
—¿No tienen nada mejor que hacer?
—No, la verdad no.
—Sólo queremos ayudar, John.
—Habla por ti, George.
—Eres odioso, Harold. ¿Te lo habían dicho? —lo miré de mala manera.
—No, soy el mejor.
—¡Ya dejen de pelear!
Suspiré molesto y me dispuse a caminar de vuelta al circo, ignorando los gritos de George respecto a que volviera.
Llegué a mi casa rodante y allí estaba Paul. Había olvidado su presencia, pero al parecer él no había olvidado la mía.
—¿Vienes a golpearme de nuevo?
Ignoré su comentario y me senté al borde de la cama para descansar un poco. Me sentía desesperado.
—¿Qué tienes? —me preguntó nuevamente.
No quería hablar con nadie, por lo que permanecí callado y esperaba que él se cansara.
—John, te estoy hablando.
Suspiré irritado y mejor procedí a quitarme los zapatos para recostarme un rato.
—¿Por qué me ignoras?
Lancé mis zapatos a una esquina y me tallé el rostro con mis manos.
—¿Para qué quieres que hable contigo? —pregunté exhausto.
—Para hablar con alguien, estoy aburrido.
—No soy tu payaso.
—Bueno, trabajas en un circo.
—Tú también, pero creo que tú fracasarías con tu pésimo sentido del humor —respondí con una mueca, atreviéndome a mirarlo.
—Pero yo no soy un fenómeno, soy normal.
—¿Quieres que te golpee de nuevo, cara de bebé?
—Deja de llamarme así.
Escondí una sonrisa al ver su enojo y me tiré a un lado suyo.
—¿Cómo no hacerlo? Es tu cara, no puedes negarlo.
—Cállate, que tú no eres muy guapo que digamos.
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The Freak Show [McLennon]
FanficA sus 18 años, Paul McCartney debía, como todo chico de su edad, buscar trabajo. Inútiles fueron las súplicas a su padre para que lo dejara seguir el camino de la música, pues argumentaba que no eso no le daría de comer. Así que, quedándose sin opci...