Aún te amo

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Contexto: Después de la independencia de Finlandia, diciembre de 1917.

Al fin se había acabado y Finlandia no podía creerlo. Era libre por primera vez en su vida. No estaba en la casa de alguien más. Estaba por su cuenta y podía hacer lo que quisiera sin tener que darle ninguna explicación.

La Gran Guerra continuaba desarrollándose y él había aprovechado la revolución rusa para independizarse. Muchas cosas pudieron haber salido mal pero no pasó así. Ahora era él quien mandaba en su casa.

Había pasado una semana desde que vivía por su propia cuenta. Era extraño pero sabía que con el tiempo se iba a acostumbrar. Ya no quería pertenecer a nadie más.

De repente escuchó que alguien golpeaba la puerta. ¿Sería Rusia? Ese fue su primer pensamiento. Pero no, no podía serlo. Éste estaba demasiado ocupado con sus propios dilemas. Así que sólo había otra opción.

Finlandia no estaba listo para tener esa conversación pero no podía echarlo, así que lo recibió.

—Vaya, Sve. Ha pasado bastante tiempo, ¿eh? —le preguntó con una enorme sonrisa. Habían estado separados desde 1809. ¡Más de un siglo completamente separados!

—Te he extrañado —Fue lo primero que dijo el sueco. Había soñado por tanto tiempo con aquel encuentro que no dudó en decirle lo que sentía.

—¿Por qué no entras? —Le indicó el finés. La verdad es que no sabía cómo responder tal afirmación, así que intentó desviar la conversación.

Una vez adentro, ambos tomaron asiento sobre un sofá bastante mal estado y a una distancia prudencia uno del otro. Suecia se percató de inmediato de que Finlandia no estaba atravesando por una buena situación económica. El techo se estaba desmoronando y las paredes carecían de pintura. Pero el finés lucía feliz.

—Estás más flaco. ¿Estás bien? —le preguntó el sueco, sin darle muchas vueltas al asunto.

La Gran Guerra había afectado a toda Europa de un modo u otro, así que no era extraño que hubiera países luchando contra el hambre...

—Estoy bien. Ya sabes, las cosas no están bien pero voy a sobrevivir —contestó el finés con optimismo.

Suecia no quiso esperar más y lanzó la pregunta.

—¿Volverás conmigo? —Cuando se lo proponía, podía ser bastante intenso. Había aguardado por aquel instante por más de cien años.

Finlandia no se animó a mirarlo a los ojos.

—Yo... —No sabía qué responder. No estaba listo para esta conversación.

El silencio se apoderó de la habitación. Suecia quería una respuesta y no iba a irse de allí hasta que la obtuviera.

—¿Al menos aún sientes algo por mí? —El sueco estaba decepcionado, lo admitía. No estaba sucediendo cómo había creído que ocurriría.

—Sve, basta. Basta, por favor —le pidió el finés, confundido.

—Lo siento —Se disculpó éste. ¿Acaso se había olvidado de él por completo durante el tiempo que había estado con Rusia? No podía creerlo.

El finés respiró profundamente antes de contestar.

—No es lo que siento por ti, Sve. Es el hecho de que por primera vez estoy solo y la verdad es que... —Miró de reojo al otro antes de mirar el suelo:—Que me gusta —admitió con vergüenza.

Como Suecia no respondió, el muchacho continuó hablando.

—Necesito esta por mi cuenta, Sve. Cuando tú te quisiste ir de la casa de Dinamarca, te apoyé. Ahora yo me fui de la casa de Rusia, ¿acaso no puedes hacer lo mismo por mí? —le preguntó.

—Tal vez... —No podía hacerlo. Aquellas palabras habían sido como puñaladas en el pecho. Había creído que el finés aún lo amaba pero se había equivocado. No, no podía continuar estando allí. Aquello había dolido aún más que la ocasión en la que el finés había sido secuestrado por el ruso.

El sueco se puso de pie. No tenía nada más qué hacer allí. Se dirigió hacia la puerta de inmediato. Al parecer, era un incordio para el finés. No tenía sentido estar en lugar dónde no le querían.

—No estás enojado, ¿verdad, Sve? —Finlandia creyó que Suecia al menos querría ser su amigo.

—Te extrañé, Fin. Te he amado desde que te conocí y mis sentimientos por ti nunca han cambiado... —admitió con mucha dificultad. Le costaba incluso respirar del profundo dolor que sentía en su pecho.

Nunca había creído que Finlandia le rechazaría de ése modo. Pero lo había hecho.

—Yo... Lo siento —Finlandia dijo apenas en un susurro. Simplemente no podía decirle al otro que le correspondía. Prefería ser honesto con él antes que vivir una mentira.

—Si necesitas un amigo, puedes hablar con Noruega o Dinamarca —le aconsejó. Nunca había creído que pudiera darle la espalda a él, pero necesitaba tiempo a solas:—Esta vez no puedo estar para ti —añadió.

Los ojos se le llenaron de lágrimas al finés. Suecia había estado ahí siempre para él y ahora ya no. Él siempre había sido su apoyo y había creído que siempre contaría con la misma.

—Tal vez algún día volvamos a ser amigos, Finlandia —le dijo antes de azotar la puerta detrás de sí.

¡Gracias por leer!


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