Berwald respiró profundamente mientras que jugaba con una diminuta flor, la cual sostenía en una de sus manos. No podía creer lo que estaba a punto de suceder. Cerró los ojos. No había nada que pudiera hacer a continuación. Ya había enviado el mensaje y estaba seguro de que Tino no tardaría en llegar.
Observó el jardín en donde se hallaba. El mismo estaba repleta de estatuas dedicadas a una antigua diosa que representaba a la familia y al matrimonio. No se le había ocurrido otro lugar donde poder hablar tranquilamente con Tino. Quizás era el único sitio donde uno de los guardias del rey no destacaba en lo absoluto.
Recordó su juramento. Desde que había formado parte de aquella guardia, se suponía que no podía enamorarse de nadie o tener relaciones carnales. Mucho menos engendrar hijos o pensar en tener una familia propia. Sin embargo, ¿cuántos de sus propios hermanos tenían una mujer que les aguardaba en algún lugar del reino?
Su propio hermano Magnus tenía una relación con uno de sus amigos de la infancia. Berwald se preguntó si sería capaz de compartir una relación semejante con Tino. De inmediato desechó aquella idea. Quería que Tino fuera feliz, aunque eso significara que éste terminara en la cama con alguien más.
Cerró los ojos. Recordó la conversación que había mantenido con Magnus el día anterior.
Magnus estaba pasando lista a los guardias que pronto comenzarían su horario. Cada doce hora, eran reemplazados para asegurar de que los responsables de la seguridad del rey estuvieran bien descansados en caso de que ocurriera un evento desafortunado. El Capitán de la Guardia Real se detuvo frente a Berwald, su hermano, y decidió que sería el momento de mantener una conversación con él.
Se excusó frente a los demás y lo llevó a un costado. Magnus era la única persona en la cual Berwald confiaba plenamente y el único que sabía sobre la existencia de Tino.
—¿Ya se lo has dicho? —Una sonrisa apareció en el rostro de quien fuera el Capitán de la Guardia.
—¿A quién? —Berwald intuía a quien se refería pero prefería hacerse del tonto.
Magnus rodó los ojos y puso ambas manos sobre los cachetes de su hermano, exasperado.
—A Tino, por supuesto —El capitán se recompuso. Al igual que todos lo que componían aquella guardia, vestía orgullosamente una armadura azul resplandeciente. No obstante, su casco con forma de cabeza de león lo distinguía ente los demás:—El Rey quiere marcharse dentro de dos días —Le anunció.
Berwald se mantuvo inexpresivo, pero aquello le estremeció. El tiempo corría contra él y era evidente que Magnus se preocupaba por él.
—No —Berwald bajó la mirada. Desde que había ido junto a Tino para que le reparase la espada, no había dejado de visitarle día tras día, o cuando la guardia se lo permitiera. Cuando fue demasiado tarde, se había dado cuenta de que estaba totalmente enamorado de él.
—Deberías apresurarte —Le recomendó el Capitán:—¿Quién sabe si el rey o su corte cambia de opinión? —Le dio una palma en el hombro antes de continuar con sus tareas.
Había dejado su armadura en su habitación, para que nadie pudiera decir que habían visto a un Guardia del rey en aquel jardín. Aunque quizás por su altura sería fácilmente reconocido. Qué importaba. Estaba tratando de practicar lo que le diría a Tino, una vez que éste llegara al lugar.
Por su lado, Tino había cerrado su herrería y había emprendido la marcha hacia al lugar donde le había citado Berwald. Se preguntaba qué clase de asunto podría ser de urgencia. Su corazón le daba vueltas y vueltas. Había pensado en tantas opciones pero ninguna le convencía del todo.
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Siempre contigo
FanfictionColección de viñetas sobre los países nórdicos de distintas temáticas. Desde fluff hasta angst.