Dudas (SuFin)

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Berwald se hallaba contemplando la costa desde su balcón. Tenía sus dudas. ¿Acaso el esfuerzo realizado había valido la pena? Pensó que, tras independizarse de Dinamarca, se sentiría libre y los problemas lo abandonarían. Sin embargo, desde aquel momento, todo lo que había hecho era pelear contra éste y Noruega, además de otros países. ¿Era el malvado de la obra? Siete países estaban en contra de él, después de todo.

Por su lado, Tino estaba preparando el desayuno. Por lo general, prefería dejar a Suecia solo con sus pensamientos. Pero últimamente estaba dudando de aquella decisión. Podía ver que Berwald estaba claramente preocupado, pero éste prefería callarse antes que contarle lo que había pasado. Tino no lo conseguía entender. Habían sido un equipo desde pequeño, ¿por qué Berwald era tan cerrado entonces?

Una vez que todo estuvo listo, se acercó a su pareja. Le abrazó por la cintura y apoyó la cabeza contra la ancha espalda del sueco.

—Vamos. Tienes que comer, hay un día que nos está esperando —Le anunció, aunque para ser sincero, Tino hubiera preferido pasar el resto del día en la cama. Los problemas podían esperar.

Berwald cerró los ojos. Si había algo que siempre le te llenaba de serenidad, eran los abrazos de Tino.

—Mmh —Fue toda su respuesta antes de darse la vuelta. Contempló el rostro del finés y le dio un beso en la frente, antes de ingresar a su casa.

Mientras que desayunaban, Tino intentó sacarle información, tratando de no ser muy persistente en ello.

—Sea lo que sea que está pasando, Ber, quiero que sepas que puedes confiar en mí —Tino le dijo antes de tomarle de la mano, debajo de la mesa. Amaba a ese hombre por sobre todas las cosas. ¿Acaso estaba pidiendo demasiado? Sólo deseaba serle de utilidad.

—Gracias, Tino —Berwald le regaló una tímida sonrisa. Confiaba en Tino, pero pensó que había ciertos asuntos que sólo él podía manejar. Además, ya se sentía lo suficientemente culpable al llevar al muchacho a las constantes guerras en las que se enfrentaba. No. No podía pedirle que cargue otro peso más.

Tino pensaba decir algo más, cuando un soldado ingresó a la casa de ambos. Era evidente que era de carácter urgente. Tino liberó su mano de la de Berwald, para no causarle más problemas de los necesarios.

El representante de Suecia se puso de pie y contempló al soldado. Éste evitó la mirada del sueco y se limitó a entregarle un sobre.

—Una carta del rey. Exige contestación inmediata —explicó el hombre.

El sueco asintió y luego se dio la vuelta, para dirigirse a Tino.

—Voy a estar en mi estudio. Necesito estar solo —Lamentaba tener que ser así con él, pero le estaba protegiendo. O al menos, de eso estaba convencido.

Tino quiso protestar pero no quiso avergonzarlo frente aquel soldado. Así que se limitó a levantar la mesa y limpiar los platillos. Estaba bastante enfadado. Ya cuando llegara la noche, le diría lo que realmente pensaba de todo. Estaba harto de ser dejado de lado.

Una vez que terminó con los quehaceres, decidió salir y dar una caminata. Al fin y al cabo, era una molestia para Berwald así que éste no se daría cuenta de su ausencia. Realmente necesitaba respirar un poco de aire, para aclarar su mente.

No estuvo seguro de cuánto tiempo estuvo caminando sin un rumbo fijo. Daba vueltas y vueltas, mientras que pensaba en lo egoísta que era su pareja. Finalmente se sentó frente a un árbol y escondió el rostro entre sus manos. Tenía unas inmensas ganas de llorar.

—Maldición, Berwald. ¿Por qué te cuesta tanto confiar en mí? —Se quejó en voz alta, sin importarle si alguien le escuchaba o no. Estaba harto de aquella situación. Una y otra vez, Berwald prefería guardar silencio antes que explicarle lo que ocurría.

Desde pequeños, Berwald había sido así. En aquel momento, le vino un recuerdo que parecía haber ocurrido tantos siglos atrás...

Tino estaba preparando la fogata ya que se venía la noche y el frío con ella. Levantó la mirada y se dio cuenta de que Berwald se estaba acercando hacia él, muy despacio. Tino arqueó una de sus cejas. Algo no estaba bien.

Cuando se acercó más, se dio cuenta de que el muchacho estaba cojeando. Tenía los labios inflamados y uno de sus ojos estaba morado. Tino se asustó y le dio un fuerte abrazo.

—¡Ber! ¿Qué te pasó? —preguntó un Tino adolescente. No entendía cómo era posible que Berwald pudiera llegar en semejante estado hasta el campamento.

—No es nada —El sueco contestó. En realidad, se había peleado con cierto danés, como tantas veces ocurría. Sin embargo, prefería que Tino no lo supiera por temor de que éste fuera a enfrentar a Magnus.

Tino le ayudó a sentarse sobre un leño y luego calentó la carne del animal que habían cazado más temprano. No obstante, no estaba contento con la respuesta que le había brindado su compañero.

—¡Por supuesto que algo ha pasado, Ber! —Tino alzó la voz por culpa de la indignación.

Pero Berwald se limitó a tomarle de la mano. No quería discutir.

—Tino, ¿podrías quedarte a mi lado? Eso es todo lo que necesito —respondió el sueco con una lastimera voz.

El muchacho abrió los ojos y apartó sus manos de su rostro. En aquel momento, se dio cuenta de lo que debía hacer. No podía creerlo. Se puso en marcha lo más rápido que pudo. Berwald sólo le había pedido una sola cosa en toda su vida y ni siquiera eso podía hacer. Se sacudió la cabeza. Tenía que llegar lo más pronto posible al hogar que compartían.

Arrojó su abrigo sobre sus cama y cuando se dispuso a abrir la puerta del estudio del sueco, se quedó paralizado al escuchar aquel ruido tan particular. Alguien estaba sollozando. Tino no sabía qué hacer, era la primera vez que lo hacía.

Abrió la puerta y se asomó por la misma. Era un sollozo apenas audible, pero llanto al fin y al cabo. ¿Qué debía hacer a continuación? ¿Se enojaría Berwald si se acercaba? ¿O debía respetar su privacidad? No, sabía que esa no era la respuesta. Debía hacer lo que siempre hacía, eso era estar a su lado.

Tino posó tímidamente su mano sobre el hombro del sueco. Éste se sobresaltó y de inmediato, intentó recuperar la compostura. Sin embargo, aquel truco no iba a funcionar con el finés. Éste le rodeó con sus brazos y puso la cabeza sobre su hombro.

—No sé lo que está sucediendo en realidad, pero quiero que sepas que siempre vas a contar con mi amor —Tino le susurró al oído.

——No es nada —Berwald se limpió los ojos de inmediato. Estaba cansado. La carga, a veces, era muy pesada. No había tiempo para descansar o tomar un respiro. El mundo seguía girando y las guerras proseguían sin cesar. No dejaba de pensar en que, en algún momento, sería incapaz de proteger a Tino.

—Date la vuelta —Tino se apartó para que el otro girara su silla:—Hemos pasado por muchas cosas juntos, no hay nada de qué avergonzarse —¿Cuántas veces Berwald le había visto llorar? Había perdido la cuenta. Así que no entendía porque éste intentaba pretender que eso no había pasado.

Berwald se giró lentamente, con la cabeza agachada. Las preocupaciones eran demasiadas y el miedo le había invadido repentinamente. Y había pasado lo que él no quería, que Tino se diera cuenta de ello.

El finés sonrió y se sentó sobre su regazo. Luego le abrazó nuevamente.

—Sea lo que sea que esté pasando, siempre voy a estar a tu lado. Sin importar qué, siempre contarás conmigo —Tino cerró los ojos. No se imaginaba un futuro sin Berwald:—¿Qué tal si nos olvidamos de todo y nos vamos a la cama? —le propuso.

Berwald suspiró y luego asintió.

—Olvidémonos del mundo —añadió Tino antes de besarle en la boca.

Siento que sea una shit. Hace tiempo que no escribo. (???)

Gracias por leer :) 

Siempre contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora