Tino nunca creyó que podía sentirse de ése modo. Sin embargo, el arrepentimiento se había apoderado por completo de él y no dejaba de pensar en la oportunidad que se le acababa de escapar.
Cuando Berwald le había mencionado que iba a mudarse a otro país, Tino sintió que su corazón se desplomaba en el suelo de la devastación que dicha noticia le había provocado.
En aquel momento había tenido que emplear sus mejores dotes de actor y pretendió sentirse feliz por él. Porque se suponía que eso era lo que los mejores amigos debían hacer, apoyarse mutuamente sin importar el porqué.
No obstante, Tino comenzaba a sentir la necesidad de decírselo. Sabía que era egoísta hacerlo. Berwald parecía feliz cuando había compartido aquella noticia con él. Después de todo, había conseguido su trabajo ideal.
Habían sido amigos desde la infancia y luego permanecieron en contacto durante la universidad.
Le costaba recordar un momento en el que Berwald no había estado junto a él. Incluso cuando su madre había caído enferma y fallecido poco después, el sueco había permanecido a su lado.
Al cabo de un rato, se decidió llevarse por sus impulsos. Se colocó su abrigo y se encaminó al departamento de su mejor amigo. ¿Qué era lo que peor qué podría suceder? No había nada que pudiera compararse al dolor que le provocaba el hecho de que éste se fuera de su lado.
Había perdido tanto tiempo y ahora se lamentaba. Nunca se había animado a confesarle sus sentimientos por temor al rechazo. Con el reloj en su contra, finalmente había obtenido el empujón para salir adelante.
En un mes, Berwald tomaría un avión a otro país y quién sabía cuándo sería la siguiente vez que lo vería.
¿Cómo había dejado que esto sucediera?, se cuestionó Tino. Había tenido un montón de oportunidades para confesarle sus sentimientos pero jamás se había atrevido a hacerlo. Siempre había creído que Berwald estaba simplemente fuera de su alcance. Pero este cambio súbito le había hecho replantearse sus prioridades. Tenía que hablar con él de una vez por todas.
Se detuvo delante del edificio donde vivía Berwald y tomó una bocanada de aire. Lo iba a hacer.
Cuando finalmente estuvo delante de la puerta del sueco, golpeó suavemente la misma. De lo único que quizás se arrepentía era el de no haberle avisado a su amigo sobre su repentina visita. Ya daba igual, estaba ahí y no había marcha atrás.
La puerta se abrió y el sueco apareció.
—No te esperaba —Berwald estaba un tanto sorprendido, por lo que no se dio cuenta de lo desagradable de su expresión hasta que fue muy tarde.
—Lo siento —Tino se disculpó. Sintió que había hecho algo mal en molestarlo pero no podía dar marcha atrás:—Realmente necesito hablar contigo —le dijo en un tono suplicante.
El sueco asintió y se hizo a un lado para que su amigo pudiera ingresar a su lugar.
—¿Quieres algo para tomar o comer? —Berwald intentó subsanar su error y trató mostrarse un poco más amable con el finés.
—No voy a quedarme —le respondió Tino, quien claramente parecía nervioso. Ahora que estaba ahí, no estaba seguro de lo que iba a decirle. No había planeado nada de nada.
—¿Está todo en orden? —Berwald estaba preocupado por el extraño comportamiento de su amigo.
Tino negó con la cabeza mientras que miraba al piso. ¿Por dónde empezar? Durante todo el trayecto sólo había pensado en Berwald pero no en lo que iba a decirle exactamente.
—Esto es estúpido y muy egoísta —Tino murmuró antes de levantar el rostro. Estaba rojo de la vergüenza y a punto de romper a llorar:—Yo... —Se mordió los labios. No entendía por qué era tan difícil de hacerlo.
—Sabes que puedes contarme lo que sea —Berwald le reafirmó con las esperanzas de que ello ayudara al otro a que finalmente escupiera lo que fuera que quería confesarle.
Tino le miró a los ojos y finalmente se animó.
—Te amo. Te he amado desde hace mucho tiempo —admitió finalmente y continuó:—Sé que debería callarme y dejar que te vayas. Pero no sé cuándo volveré a verte. Lo siento, necesitaba decírtelo —añadió antes de limpiarse los ojos con las mangas de su chaqueta.
Berwald le contempló con tristeza. Tino había sido mucho más valiente de lo que él jamás podría ser. Lo único que se le ocurrió fue abrazarle entre sus brazos con la esperanza de que quizás eso le reconfortara.
—De verdad lo siento mucho —Tino volvió a disculparse mientras que se aferraba al otro como si la vida dependiera de él.
—No, no hace falta —Berwald se vio obligado a controlarse. Era por el bien de los dos, pensó.
Ambos se quedaron en silencio por un largo rato, disfrutando de la cercanía del otro.
No obstante, Berwald se vio obligado a hacerles regresar a la realidad.
—Sabes que no puedo... No puedo hacer esto —le explicó. Se preguntaba si siendo cruel con Tino sería la mejor forma de lidiar con el asunto:—Quiero concentrarme en mi carrera y... —Le estaba costando todo su auto-control para rechazar al finés.
Tino se apartó y asintió.
—Lo sé, lo sé. No me lo recuerdes —le rogó. Escuchar esas palabras escarbaban aún más en la herida que le producía su desamor.
Al cabo de un momento, el finés trató de recuperar su compostura. No podía salir a la calle en ese estado.
—¿Vendrás a la fiesta que Magnus ha organizado? —Berwald le preguntó.
—No, lo siento. Yo no puedo... —El sólo pensar en que tendría que despedirse de él le provocaban nuevamente lágrimas en los ojos:—Te deseo lo mejor. Espero que tengas toda la vida que soñaste —murmuró antes de salir corriendo del apartamento.
El muchacho se apresuró a ingresar al elevador. Se sentía un completo idiota. Por un segundo se le había pasado de que quizás Berwald sentiría algo por él, pero había sido un pensamiento absurdo, estúpido.
El sueco salió pero Tino ya había desaparecido del pasillo.
—Yo... también te amo —murmuró el sueco totalmente descorazonado.
¡Gracias por leer!
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Siempre contigo
FanfictionColección de viñetas sobre los países nórdicos de distintas temáticas. Desde fluff hasta angst.