Baile (DenSu)

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Lo sabía. Con sólo mirar aquel brillo en sus ojos, Berwald estaba seguro de que Magnus estaba tramando algo. No sabía de qué podría tratarse, pero estaba seguro que podría ser una de sus alocadas ocurrencias.

—No —Berwald dijo repentinamente mientras que el rey daba vueltas por su habitación.

Magnus se detuvo al escuchar la voz de su mejor amigo y confidente. Infló las mejillas como si se tratara de un niño pequeño que estaba haciendo un berrinche.

—¡Ni siquiera he llegado a decirlo! —exclamó antes de acercarse a su guardia personal y apoyar una de sus manos sobre uno de los brazos de Berwald:—No puedes decirle que no a tu rey —añadió en un tono pícaro.

Berwald rodó los ojos. ¿Cuántas veces habían tenido la misma conversación? Había perdido la cuenta.

—Pero puedo decirle que no a mi mejor amigo y amante —respondió con contundencia, mientras que miraba al techo. Sabía que en el momento que sus miradas se encontraran, perdería la voluntad para rechazar la brillante idea de Magnus.

El rey se acercó a su balcón. Vio las carrozas que se acercaban a la entrada y a la gente que iba llegando. Ese día, se estaba celebrando su segundo aniversario de ascensión al trono. Magnus respiró profundamente, los nobles no dejaban de arribar. Sin embargo, la única persona que realmente le importaba, se encontraba en aquel dormitorio.

Corrió las cortinas y se dio la vuelta. Suspiró. Se preguntó cuántos de esos nobles estarían llegando con el sólo propósito de casarlo con su hija o sobrina. Desde que su padre había fallecido, la multitud de candidatas se había multiplicado. Además la corte misma no le dejaba en paz en relación a tal asunto. Todos estaban preocupados por la falta de un heredero.

Pero a Magnus no le importaba en lo absoluto. Sólo había una persona que había conseguido conquistarle por completo.

—Baila conmigo una pieza —Magnus le pidió a Berwald con su habitual sonrisa que solía abrirle las puertas a todo.

Sin embargo, Berwald arrugó la frente y negó con la cabeza.

—Te están esperando —El hombre se dirigió de inmediato hacia donde se hallaban las vestimentas que se suponía que Magnus debía usar esa noche:—Estás perdiendo mucho tiempo —le recordó.

—¡Sólo un baile! —exclamó el monarca, totalmente caprichoso. No quería escuchar otra palabra al respecto.

Berwald le tomó entre sus brazos, para sorpresa de Magnus. Éste se sintió recortado por el repentino abrazo. Aquello le trajo recuerdos de un tiempo que ahora parecía muy, muy lejano.

Diez años atrás, Magnus salió abruptamente del salón donde el rey solía reunirse con su Consejo. Los ojos se le habían llenado de lágrimas, pese a los intentos de aguantar el llanto. Sabía que todo el mundo lo estaba mirando. Daba zancadas como pasos y empujaba a quien se encontrara frente a él.

Se encerró en su dormitorio y se tiró a la cama, para llorar amargamente.

Pronto alguien comenzó a golpear la puerta.

¡Fuera! ¡Fuera! —exclamó Magnus. No quería lidiar con nadie en ese momento. Estaba seguro de que su padre había enviado a alguno de sus parientes para tranquilizarlo. Pero no había nada que pudiera calmarlo en ese momento.

Soy yo —Una voz grave respondió.

Magnus lo reconoció de inmediato. Era el hijo del capitán de los guardias reales, Berwald. Se limpió mal que mal la cara y abrió la puerta.

Entra rápido —El príncipe le pidió y una vez que Berwald hubo ingresado a su dormitorio, trancó la puerta. Él era la única persona que podía verle en ese estado.

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