A tu lado (SuFin)

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Aviso: Edité porque la plataforma se comió todos los guiones largos y encontré un dedazo que no me gustó. Lo siento.

Finlandia se encontraba desesperado. Suecia nunca viajaba por tanto tiempo y ahora estaba perdiendo la cabeza. Estaba enfurecido consigo mismo, debió haber insistido ir con él en lugar de estar en esa maldita cabaña.

Agarró una de las últimas cartas que el sueco le había enviado. Hacía más de una semana que debía de haber llegado pero no había ninguna pista sobre él. ¿En dónde se había metido?

El finés caminó de un lado a otro, sin saber qué era lo que debía hacer a continuación. No podía abandonar la cabaña pues Suecia podía regresar en cualquier momento.

—La próxima vez iré con él, aunque no le guste —Se dijo a sí mismo. Estaba determinado a no volver a cometer ese error.

Repentinamente la puerta se abrió y la enorme figura del sueco apareció, para la sorpresa de Finlandia. Éste no podía creer lo que estaba viendo.

Estaba listo para hacerle saber lo enfadado que se encontraba y que en la siguiente vez que Suecia necesitara viajar, él lo acompañaría, le gustara o no.

Pero no logró hacerlo.

—Estoy en casa —comentó el sueco con una voz sumamente débil. Suecia le regaló una de sus muy peculiares y esporádicas sonrisas a su pareja, antes de desplomarse en el suelo.

Finlandia permaneció un momento parado, sin comprender del todo lo que acababa de presencia. Sin embargo, apenas vio la sangre brotar, salió corriendo hacia el lugar donde se hallaba el antiguo vikingo.

Le intentó levantar, pero la espalda del sueco estaba empapada de sangre. Trató de mirar por debajo de su camisa y se dio cuenta de que había sido apuñalado varias veces. Finlandia no podía entender cómo había logrado llegar hasta allí sin desmayarse.

Sabía que Suecia no podía morir tan fácilmente pero de todas maneras comenzó a desesperarse. Si hubiera estado a su lado, nada de esto habría de estar sucediendo.

Por unos breves instantes, el sueco abrió los ojos.

—Fin... —murmuró suavemente, buscando acariciar una de sus cálidas mejillas.

—¡No hagas nada! ¡No te esfuerces!—exclamó el muchacho completamente perdido.

—No es para tanto —El sueco trató de restarle importancia pese a la pérdida de sangre.

—¡¿Cómo qué no es para tanto?! —Finlandia nunca conseguiría entender a su pareja. Levantó la mirada y comenzó a gritar por ayuda. Alguien debía escucharle. Alguien debía estar merodeando su casa. Nunca estaban completamente solos.

Suecia agarró la mano del finés.

—Sólo quería volver a verte —añadió el sueco antes de desvanecerse de nuevo.

Pronto unos cuantos soldados se acercaron a observar la escena. El rostro del finés lo decía todo. Las lágrimas de desesperación caían por su rostro.

—¡Llévenlo junto al médico del ejército!—Les exigió. Finlandia se sorprendió al escucharse a sí mismo, ya que nunca levantaba la voz y menos a los oficiales. Pero sus intensos sentimientos podían más con él en ese instante.

Mientras que los oficiales médicos se llevaban a Suecia en una camilla, Finlandia no sabía qué hacer. ¿Debía permanecer allí o seguirlos? Los nervios le estaban impidiendo pensar con claridad.

Decidió seguirlos a una distancia prudencial. Miró una vez más el charco de sangre y negó con la cabeza. ¿En qué estaba pensando Suecia?

Se quedó afuera de la tienda donde los médicos estaban tratando a su pareja. No podía ni siquiera pensar en comer o dormir. No, nada de eso. Debía estar seguro de que Suecia se encontraba, al menos, estable.

Era una nación, era lo suficientemente fuerte para sobrevivir. Trataba de repetirlo varias veces, pero aun así, estaba volviéndose loco.

Horas más tardes, permitieron que se acercara a la camilla donde estaba reposando Suecia. Caminó con mucho cuidado, pues no sabía si estaba despierto y no quería interrumpir su sueño.

Se sentó a su lado y le dio un suave beso. Al parecer, estaba durmiendo profundamente.

—¿Por qué no me llevaste contigo? Pude haberte ayudado —le reclamó mientras que le observaba con cariño. Nunca antes se había puesto de ése modo y esperaba que fuera la última vez que Suecia la preocupara de ése modo.

—Adorable —Fue lo primero que pudo decir el sueco al contemplar a Finlandia a su lado. Aunque no lo admitiera, le reconfortaba que estuviese allí. Habían estado separados por demasiado tiempo.

—¡Me asustaste como nunca, Sve! —Finlandia no tenía miedo en expresar sus sentimientos.

—Lo siento —Se disculpó sinceramente. Se dio cuenta pronto de que el muchacho había estado llorando:—No quería... —Miró hacia otro lado. Sintió que no se merecía que lo acompañara allí.

—Quiero que me lleves la próxima vez a donde sea que te vas —El finés no iba a negociarlo. Le había hecho pasar por horribles momentos. Era lo menos que el sueco podía hacer por él.

Éste permaneció por unos instantes en silencio, lo cual irritó al finés.

—¿De verdad te lo vas a pensar? —Estaba indignado. Después de todo lo que había pasado, el otro se rehusaba a aceptarlo:—¡¿Sabes cuántas noches estuve en vela por ti?! Desde que te marchaste, no he dejado de pensar en un solo segundo, Sve. ¡Podrías estar herido una jodida montaña y yo no lo sabría! —Finlandia intentó reprimir las lágrimas pero no pudo hacerlo. Le dolía que se comportara así.

—¿Y si te lastiman? —preguntó el otro. Éste no quería poner en riesgo a su pareja bajo ninguna circunstancia y si algo le llegaba a pasar, nunca se lo permitiría.

—¡Soy fuerte! —le reclamó sin importarle que otras personas pudieran escucharlo:—¡Tú no estarías postrado aquí si hubiera estado a tu lado! —añadió. Ya no sabía qué hacer para que lo entendiera.

Suecia se sintió culpable al ver las lágrimas que caían por sus mejillas y al mismo, pensaba que lo había fallado por completo.

—¡Déjame pelear a tu lado! —Finlandia le estaba suplicando. Detestaba que le tratara como un crío. Era igual de fuerte que él, aunque no lo pareciera.

El sueco se esforzó en limpiar el rostro de su pareja. Seguía tan guapo como siempre. Sin duda alguna, lo había extrañado y a decir verdad, se había sentido solo, muy solo.

—Por favor, prométeme que lo harás —le rogó. Finlandia estaba dispuesto a arrodillarse ante él. Lo que fuera para conseguir que le dijera que sí.

Suecia cerró los ojos por unos instantes antes de asentir. Lo amaba demasiado y no quería que sufriera por su culpa. Desde que habían salido de la casa de Dinamarca, se había propuesto en complacer al otro y en hacer lo que fuera para que éste permaneciera a su lado. Supuso que esta era una de esas ocasiones en las que debía acceder a su petición. Sólo esperaba no cometer una equivocación.

—Saldremos en un par de meses. No podemos quedarnos mucho tiempo aquí —le advirtió éste.

Los ojos de Finlandia brillaron al escuchar la respuesta del otro.

—No quiero volver a apartarme de tu lado, Sve —Se levantó y le dio un beso sobre su frente.

Suecia asintió. No podía estar más de acuerdo.

¡Gracias  por leer!

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