Llegando a Hasetsu

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Era una noche tranquila y fría en Rusia, lo cual no era una novedad. Rusia se caracterizaba por su clima helado.

A pesar de tener todo listo para el viaje que se realizaría al día siguiente, Viktor no podía conciliar el sueño. Con un vaso de whisky en la mano, no dejaba de mirar la fotografía de su nueva víctima. Estaba fascinado. El muchacho era demasiado atractivo físicamente, pero no era una belleza erótica, sino todo lo contrario. Era una belleza inocente y demasiado cautivadora, un rostro que mezclaba lo precioso y lo tierno con un toque sensual. Y estaba sacando el lado más lujurioso del ruso. Viktor sentía que no podía contener el entusiasmo, por lo que llamó a su amigo Christophe Giacometti, otro de los asesinos de Yakov, para poder conversar y compartir con él sobre sus expectativas y sus ansias referentes a esta nueva misión.

Christophe Giacometti, quién usaba su apodo real: Chris, con las víctimas, entró a trabajar para Yakov cuando cumplió los dieciocho años. Tras perder a su familia completa frente a sus propios ojos a manos de unos ladrones, buscó la forma de vengarse, le daba lo mismo las consecuencias. Y por eso, cuando Yakov le ofreció ayudarlo para que pudiera llenar sus manos con la sangre de esos bastardos a cambio de que trabajara como asesino a sueldo para él, no lo dudó ni un segundo.

Una vez dentro del negocio conoció a Viktor, el hijo de Yakov. Y tras escuchar sobre su reputación y haber tenido la oportunidad de verlo en acción, su admiración y respeto a este crecieron hasta las nubes. Desde aquel entonces se convirtieron no sólo en compañeros y colegas, sino que también en amigos. Y aunque Christophe era tan solo un año menor que Viktor, lo miraba como un modelo a seguir.

Veintidos minutos después de que Viktor llamara a su amigo, este ya se encontraba llamando al timbre de la entrada de su penthouse. Dándole la bienvenida, Viktor lo dejó pasar y le preparó un Martini. El cocktail favorito de Chris.

Ambos estaban sentados en sillones individuales, uno frente a otro, separados por la delicada mesa de centro. Chris bebió su primera copa de un solo sorbo y, dejando la copa en la mesa, miró a Viktor con su típica sonrísa traviesa, la cual conseguía que sus objetivos cayeran rendidos a sus pies.

―¿Sabes?, estoy muy curioso. No me llamarías sin un motivo realmente importante, o algo demasiado interesante. Me tienes intrigado.

Christophe conocía muy bien a Viktor y este lo sabía, no tenía necesidad alguna de mentirle.

―Tengo una nueva víctima.

―¿Tan pronto? Hace tres o cuatro días terminaste una misión. ¿Ya tienes una nueva?

―¿Qué puedo decir? Soy el mejor. ―La respuesta de Viktor vino acompañada con una sonrisa conforme—. En todo caso, me alegro que Yakov me diera esta misión. Mi objetivo me tiene cautivado.

Chris alzó una ceja. Ahora estaba muchísimo más que intrigado.

―¿Puedo ver la foto de tu objetivo?

―Claro.

Viktor extendió su brazo con la foto de su futura víctima. Christophe la tomó y al verla soltó un silbido de admiración.

―¡Por Dios! ¿Este chico es real? No puedo creer lo lindo que puede llegar a ser un hombre. ¿Qué edad tiene? ¿diecisiete? ¿dieciocho? ―preguntó el suizo sin dejar de ver la fotografía.

―Tiene veinticinco.

Chris, al escuchar su respuesta, dejó de ver la imagen y miró a Viktor sin poder creer lo que había escuchado.

―¿Veinticinco? ¿Acaso se ducha con agua de la fuente de la juventud? ¿Cómo lo hace para verse tan joven? Parece un niño de secundaria.

―Es japonés. —respondió Viktor encogiéndose de hombros como si esa respuesta esclareciera todo―. Los japoneses siempre se ven más jóvenes. Debe ser por la alimentación tan sana a la que están acostumbrados.

Death's Diary (Victuuri) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora