El restaurante:

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Eran las siete y media, decidí ponerme el uniforme, empezar a arreglarme. Me puse la camisa de cuadros amarillos y su falda a juego, me quejé una vez, esta falda es demasiado corta, se me ve la ropa interior, literalmente. Unas Vans negras, esta vez me dejé el pelo suelto aunque luego me haga una trenza porque me molesta, me maquillé no mucho, el eyeliner, rimel y algo de base. Cogí la chaqueta vaquera, las llaves de mi piso, algo de dinero por si las moscas y mi móvil.

Era la primera vez, después de año y medio que llevo trabajando, que me fijo en las calles de Madrid; no era un barrio muy poblado, pero tampoco desierto; en alguna zona el olor era desagradable, ya que los contenedores estaban allí; siempre había algún mendigo en la esquina de la panadería, me dejaré los ahorros en ese pobre hombre; había un gran supermercado, no pasaba mucha gente, nada mas que los que estábamos allí; y la urbanización donde vivía Daniel. Aún así, había mucha más gente que en los lugares más conocidos; las vistas eran increíbles desde ambas urbanizaciones, se veía todo Madrid, la de veces que me quedo mirando a la nada, horas.

Como decía, andaba ligera hacia el restaurante; este día no me gustaba nada, San Valentín, muchas parejas degustarían nuestro menú servido por mi sola, ya que Abril dimitió hace un par de días.

-Buenas Ignacio.-saludé a mi jefe, el cual estaba bastante agobiado por la cantidad de trabajo-

-Hola Iris, incorpórese cuanto antes, no damos a basto.

Asentí, dejé mis cosas y empecé a repartir comida a medida que me la iban dejando en la barra. "Iria la mesa 3 está sin servir" "Iria la mesa 17 se van a ir" "Como reciba una queja esta fuera" "¡Iria!" Solo oía eso, no podía decirme "Tú puedes", que agobio, no puedo más.

-Gracias bonita, tome, para ti. -me dio un billete con el valor de diez euros una señora de mediana edad al servirle el primer plato-

-Se le ve buena chica, ¿no Daniel?

¿Daniel? Me di la vuelta y allí estaba sonriendo, sería su abuela o tía.

Me duele la cabeza, me estoy agobiando muchísimo. Paré dos segundo no más para beber un trago de agua.

-¿Te he dado permiso para parar? -apareció mi jefe-

-Ignacio, es un trago de agua, estoy muy agobiada con tanta gente.

-Haberlo pensado antes cuando decidiste trabajar en un restaurante -empezó a gritar llamando la atención de todos-

-No han sido ni cinco segundos lo que he tardado.

-En esos cinco segundos podrías haber servido un plato.

-¡Me estas explotando! -grité con tanta fuerza que me daba vueltas todo-

-¡Qué te estoy qué! Una falta de respeto.

-Así es fácil decirlo, estoy haciendo el trabajo de dos camareras, mi amiga dimitió y no has contratado a nadie, trabajo el doble y recibo la mitad, no me da para vivir; sabes que vivo sola. Deberías valorar más a tus empleados, y dejar de peinarte tanto.

Dicho esto me dirigí a la puerta pero me detuvo Ignacio.

-Sales por esa puerta y no tendrás ni para comprar pan.

¿Me amenazó?

-Despídeme, pero no volveras a ver mi culo en tu vida.

Salí de allí, la impotencia provocaba mis lágrimas y los mareos mis tambaleos. A medida que me alejaba oía gritos, insultos de mi jefe tanto a el servicio incluyendo empleados, como a mi persona. 

Recuerdos. (Dani Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora