El beso:

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Me tapé la cara, en señal de que la había fastidiado. "¿Qué has hecho Iria?" Me decía mi conciencia. Negaba, negaba con la cabeza y me metía pequeños pellizcos para ver si era un sueño y esto no estaba pasando. No, no era un sueño, él me tocaba el brazo, quería llamar mi atención.

Le miré, el no daba crédito a mis palabras, estaba igual de impresionado que yo. Hice una mueca para ver si así reaccionaba, nada.

-Mira chaval, paso. Encantada de haberte conocido y gracias por hacerme ver que no hay que fiarse ni de tu sombra. Que te vaya todo bien. Nos vemos en lengua.

Iba a dejarlo atrás, solo torcer una esquina.

-Espera.

Frené en seco, mi cuerpo, incluyendo corazón querían estar abrazados a él, mientras mi cintura estaba protegida con uno de sus brazos, y mi pelo era acariciado por su otra mano. En cambio, mi cabeza negaba lo que el cuerpo pedía. Solo me limité a dar una vuelta de ciento ochenta grados.

-He sido un completo estúpido.

-Parece que ahora reconoces algo.

-Me quedé algo estupefacto al escuchar lo que decías de mi.

-Bueno ¿y qué?

No obtuve respuesta. ¿Me está tomando el pelo?. Me fui, esta vez sí.

Otro pasillo más, tuerzo la esquina a la derecha; si que he corrido; después de pasar cientos de taquillas y alguna que otra sala de profesores incluyendo la biblioteca, visualizo la puerta de mi clase, cojo aire, toco el frío pomo de la puerta, voy a girarlo.

-Llegué a una ciudad en la cual no me aceptarían, tenía miedo de ser rechazado, excluido; pero cuando una chica me habló o me prestó algo de atención, mi idea cambió. No dejo de pensar en ti, es muy pronto si, pero llevo grabado tu nombre en el corazón.

Me quedé helada como una llave al oír a Daniel, mis ojos solo veían agua, aunque intentaba disimularlo. Me sacaba una cabeza, su voz se quebraba al hablar, sus ojos eran aún más claritos que cuando los vi por primera vez, sus mejillas brillaban señal de que habían estado bañadas por lágrimas, su pie se movía ligeramente mostrando sus nervios; estábamos cara a cara, sin importarnos el lugar, ni el tiempo, ni las personas, nada; ahora me acuerdo de una frase de un libro "No sé de que están hechas las almas, pero la tuya y la mía son una sola"; nos comíamos con la mirada, nos deseábamos, pedíamos a gritos estar a escasos milímetros ronzando nuestras pieles.

-No me odies.

Quedé confusa, ahora lo entendí todo; en sus labios ardía fuego y los míos se encendían al verlos tan cerca. El fuego, esa llama que permanecía en ambos corazones se fue encendiendo a medida que Daniel se iba acercando, no hubo distancia, ni milimetros, no hubo nada; su boca besaba la mía y viceversa. Nuestras lenguas jugaban al tiempo que nuestros corazones acelerados marcaban el ritmo de ambos; en un acto reflejo mis manos se adueñaron de su cabeza/cuello al igual que las suyas de mi cintura.

Si pidiera un deseo ahora mismo, una respiración infinita. Cogíamos aire al mismo tiempo, sonreíamos como completos enamorados. Conseguimos separarnos.

-Te pido perdón.

-¿Por qué Daniel?

-Por no haberte besado antes.

Recuerdos. (Dani Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora