Capítulo III

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- “Lo único que necesito Léa, es que puedas ser feliz. Que pase lo que tenga que pasar para que encuentres toda la felicidad que tu padre y yo te quitamos por ser unos cobardes” -

- “… No te juzgues como a él mamá” -

- “Lo fuimos nena, los dos. Y es triste que sea el único apelativo que compartiremos juntos” -

- “Lo último que mereces preciosa es compararte con una persona como él. Te amo mamá, y amar implica perdonar. No sé cuál de esas dos cosas sea la más difícil de hacer pero… eres el único ser humano al que yo amaría por el resto de mi vida, y perdonaría todos sus tropiezos, cada día, siempre. Pero necesito que te quedes aquí, conmigo, solo quédate aquí conmigo mamá.”

Abro los ojos.

No estoy en el hospital, no estoy sentada al costado de mamá en la habitación, no estoy tomando su mano. No está ella.

Lo peor de soñar algo trascendente es que lo pasarás recordando el resto del maldito día, el cual indudablemente estará ya arruinado.

Recordar a mamá no me molestaba en lo absoluto, la amaba. Pero tener en mi mente al hombre que le causó la más grande infelicidad que la acompañó durante años, eso sí era un dolor supremo en el culo.

Pero eso no era lo peor, claro que no, pues lo realmente incómodo era lo inevitable que iba a resultar recordar a ese sujeto. Lo tenía en mi cara. Cada vez que me miro al espejo lo veo a él en mi reflejo.

Se lo debo al creador. Al ser todopoderoso que decidió estructurarme con los mismos ojos que mi padre. Son los ojos más comunes: marrones. Un marrón muy frustrante para mí. Los odio, odio estas cosas en mi cara.

Sin embargo, tengo también algo que me hace recordar a mamá, lo cual me hace feliz de una inexplicable forma. Su sonrisa está impresa en mi rostro y eso me alegra de sobremanera. Sonreír me hacía recordarla, y recordarla sólo me hacía sonreír más y pues eso está bien, sonreiré durante todo el día.

Podría decirse entonces, que al menos en mi cara ellos siguen juntos.


-Así que, iré contigo- afirmo mientras mastico un montón de cereal.

-Exactamente. Conseguí un trabajo algo simple, pero es un trabajo y nos dará dinero. Y no hablo de poco dinero- me explica Sarah mientras guarda sus cosas en la cartera que alguna vez mamá le obsequió.

- Entonces hablas de montañas de dinero- trago el cereal de golpe- no me digas ¿vas a alquilar tu vientre?... ¡¿NO ME DIGAS QUE VAS A ALQUILAR MI VIENTRE SARAH?! No pude mantener con vida ni siquiera la lagartija que me encontré en casa del abuelo, ¿recuerdas? La pise por accidente y…-.

-Quieres cerrar el pico por favor- me interrumpe – no voy a alquilar mi vientre ni mucho menos el tuyo exagerada. Cuando lleguemos te lo explico ¿ok? Pero quiero tu cara feliz -

Traté de mostrar los dientes en algo que para mí, significaba una sonrisa pero creo que lo único que conseguí, era espantar a Sarah con mi gesto.

-Dejémoslo en una cara normal - ambas reímos saliendo del departamento a trabajar en quién sabe dónde.

-¿Sabías que lo del vientre alquilado era broma, verdad linda? -

-Mejor cállate -


La ciudad de Boston es asombrosa. Definitivamente ver edificios tan altos y gente corriendo de un lugar a otro me estaba abrumando no un poco, sino mucho.

Muerte al RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora