Capítulo IV

8 1 0
                                        

Es como cuando se te da por ser ruda e impetuosa, salvaje y brutal feminista machaca hombres, pero solo ganas una carcajada de cuatro-añeros.

Lo ignoro, casi por completo, porque su escandalosa risa no ha cesado.

-En serio, en serio pensé que tu puño se estrellaría justo aquí en mi mentón.- señalando su mentón el desconocido termina su majadera risa con un largo y sonoro suspiro. – no sabía que aún existían mujeres como tú-

-¿mujeres como yo?- pregunto de espaldas a él.

-sí, así como tú-

-¡Qué! ¿Maravillosas o, perfectas? ¡No! ¿Sumamente inteligentes y centradas? - giro y le regalo la sonrisa más lambiscona que pude poner - pues gracias porque eso me hace sentir realmente especial -

-¿por qué tan a la defensiva, eh grupi? Me refería al tipo de mujeres que se auto controlan tan bien frente a sus deseos, ya sabes… sexuales – susurra, y mete sus manos en los bolsillos de su pantalón negro, apretado y afeminado.

Lo observo tratando de que pueda notar la lástima que provocaron sus palabras en mí. Cierro los ojos y niego con la cabeza.

-El único deseo que provocaste en mí fue el de haber acabado pronto mi trabajo, haber salido de aquí y no haber tenido esta conversación contigo, hasta luego crédulo.-

Sinceramente mi propósito era salir de ahí y dejar en mi pasado este irritante intercambio de palabras, pero al siguiente ser humano se le dio por aparecer en mi existencia justo ahora que mi cólera estaba a punto de ebullición.

-¡Hey Harry!, ¡Randall dice que necesita una última prueba de sonido con tu micrófono!- se acercaba. Podría oír esa voz a kilómetros de mí, horas de horas. Lo extraño fue, que era la primera vez que la escuchaba, y me gustó; esa voz definitivamente me gustó. 

El malcriado y yo esperamos a ver quién sería el que estaba a punto de entrar a esa mal-vibrosa habitación. Y apareció. Un chico rubio tan común y corriente que lo hacía verdaderamente peculiar.

Apoya su codo contra el marco de la puerta, muerde el interior de su mejilla derecha, nos observa con una mirada que en serio no entendí, y por último termina dirigiéndose al tipo enorme que desafortunadamente estaba conmigo.

- Qué dices… ¿vienes?- le pregunta.
Howard me dedica una fugaz mirada, también lo miro para dedicarle una cara burlona y él sonríe. Hoyuelos y dientes perfectitos, genial.

-Sí, de todos modos…- suspira- no hay nada bueno con qué entretenerse por aquí- avanza hasta la salida pasando al lado del chico rubio y, desaparece.
Entre la distancia que me separaba del tipo de cabeza amarilla, estaba el famoso “tiempo eterno” del que todos hablan.

- ok, ¿te hizo algo ese cretino?

- no, no, todo está en orden. – no tengo idea de con quién hablo, no sé si sea otro de los empleados, algún encargado, o el jefe, o sólo un tipo de penetrantes ojos azules que está parado ahí, mirándome y ya.

-Harry puede ser a veces alguien en serio irritante; pero ya sabes, solo es un chico con problemas hormonales – dice el tipo.

-Creí que las de los problemas hormonales éramos las personas con vagina – mi intención no era sonar graciosa sino todo lo contrario, hasta un poco incorrecta, pero el chico comenzó a reír y juro por Dios, y aunque esto vaya en contra de mis principios, que esa risa sería una cascada de agua fresca en pleno desierto. Así de sugestiva y refrescante.

-Si pues Harry a veces tiene vagina, aunque guste mucho de ellas tiene una gran vagina en lugar de testículos. Pido disculpas si te fastidió, en serio…- esas 27 palabras las dijo sonriendo. No sé si el ser humano esté facultado para sonreír tanto tiempo mientras habla.

Luego de intentar gesticular algo parecido a una sonrisa coqueta puedo hablar… -tranquilo, he tratado con peores tipos – genial Léa, mi respuesta acaba de colocar un cartel en mi frente que dice “PUTA”. (Señoras putas, no tengo nada en contra suyo, pero digamos que este chico es carnada de otra clase de chicas.)

Él hace un corto asentimiento, de su boca brota un suave “okey” y desaparece por la puerta, no sin arrastrar mi mirada un tanto morbosa con él.

Ya sé, a más de uno puedo estar causando un elevado nivel de diabetes crónica, pero absolutamente nadie está preparado para ser aplastado por una enorme ola de dulzura de ojos azules.  

Muerte al RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora