Pensaba que no iba a hacerlo, no va a hacerlo, no va a besarme...hasta que Peeta se acercó algo tímido a mi boca y juntó nuestros labios. Al principio simplemente se dedicó a unir nuestras bocas, un beso casto sin más...hasta que pasó la mano por la parte trasera de mi cuello y atrayéndome hacia él para profundizar el beso. Por unos segundos de quedé descolocada en mi asiento. ¿Este era el mismo Peeta de apenas unos segundos? ¿El mismo que hiperventilaba cuando le rozaba con la pierna? Sus dedos provocaron que el vello de mi nuca se me erizara y los pezones se irguieran bajo la tela del sujetador de encaje que llevaba puesto.
Cuando volví tras el impacto inicial le correspondí el beso cogiéndole de las mejillas. Su piel era suave, demasiado, aunque se podía apreciar bajo mis sensibles dedos una incipiente barba imperceptible para el ojo pero no para el tacto. Cuando noté el áspero y placentero roce bajo mis manos noté automáticamente que mi entrepierna se humedecía. ¿Otro síntoma más de lo necesitada de amor que estaba...o simplemente era que Peeta lo estaba haciendo genial?
Le mordí el labio inferior y jadeó quedamente sobre mi boca. Tenía que reconocer que los sonidos que emitían eran tremendamente calientes, o al menos eso me parecía a mi. Sus manos se movieron de mi cuello a mi clavícula. Una cosa estaba clara, los consejos que le daba los seguía al pie de la letra. Le dije que usara sus manos...y lo estaba haciendo de vicio. Cada tramo de piel que me rozaba hacía que se me pusiera la carne de gallina. Justo cuando iba a enredar el pelo de su nuca – el que no estaba estrictamente estirado – entre mis dedos...se encendieron las luces. ¿Tan pronto había acabado la película? ¿No podía haber durado...media hora más? No, mejor no. En media hora a mi me daba tiempo a darle unas cuantas clases adelantadas y no quería que se me asustara el pobre.
Nos separamos abruptamente mirándonos a los ojos. Los labios de Peeta estaban hinchados y sus mejillas coloreadas por la excitación. Y yo no debía de estar mucho mejor. Toqué mi mejilla...sí, estaba caliente...justo como otras partes de mi cuerpo situadas de cintura para abajo. Peeta y yo nos levantamos para bajar las escaleras y reunirnos con los chicos. Aún estábamos sonrojados y él apenas era capaz de mirarme. Era increíble como pasaba de estar super entregado a estar super avergonzado...
- Pfff, no sé que hace una chica así con un friki como ese – oí con desprecio a mis espaldas. Se trataba de un grupito de quinceañeras señalándonos a Peeta y a mi haciendo gestos de burlas. Evidentemente Peeta también lo oyó. Bajó la mirada avergonzado.
Oh, oh...Sentí que me hervía la sangre...idiotas. Con toda la mala leche que tenía en el cuerpo quise ir tras ellas y decirle cuatro cositas bien dichas a esas niñatas de mierda, pero Peeta me cogió por el hombro.
- Dejalas...no merecen la pena. Estoy acostumbrado a eso y mucho más...en el fondo tienen razón, Kat.
- ¿Por qué dices eso? - dije realmente enfadada - ¿Qué te dije sobre valorarte a ti mismo? Mira, no puedes dejar que te insulten ni que te infravalores...Mierda...podría ir tras ellas y darles un par de tirones de pelo, ¿sabes? - Peeta sonrió a medias - No, mejor...podría ir y sacarles los calcetines que llevan en las tetas para rellenar las camisetas...eso las acojonaría de fijo - ahora sí sonrió ampliamente.
- No, venga...Aplaca tus instintos asesino...los chicos nos esperan.
Salimos en silencio de la sala y fuimos hasta donde estaban las parejitas. Nos miraron un poco extrañados, no se si era que se nos notaban los labios hinchados...o el cabreo por la niñata de los cojones que había insultado a Peeta. El caso es que, por primera vez en mucho tiempo me sentí avergonzada. A ver, no me avergonzaba el hecho de haberme besado apasionadamente en un cine cuado había hecho cosas mucho peores; me avergonzaba el hecho de que realmente lo había disfrutado. En el fondo sentía como que me había aprovechado de él.