Eran las ocho menos veinte de la mañana de un lunes. Me encontraba sentado en la cocina de mi casa esperando a que mi hermana terminara de arreglarse. Annie llevaba exactamente desde las siete de la mañana metida en el cuarto de baño. ¿Para qué se arreglaba tanto una chica si sólo íbamos a clases? No entendía por qué la gente iba a la universidad como si de una pasarela se tratase. Íbamos a estudiar, no a desfilar. "Es cuestión de moda", se limitaba a decir Annie, mi hermana melliza.
Annie era una adicta compulsiva a las compras, que el cielo nos ayudase. En su habitación estaba el vestidor más grande que jamás podría ver...Llevaba detrás de mi más tiempo del que podía recordar para hacerme un cambio de imagen...Definitivamente mi aspecto no era el mejor, de eso era más que consciente, pero me encontraba seguro tras mi fachada.
De todas formas, ¿para qué cambiar? La gente por lo general no se acercaba a mi; la gente normal, me refiero. Los únicos con los que tenía contacto en la universidad era con los chicos del club de ciencias y con los profesores.
Aunque siendo sinceros, eso no era del todo cierto. El año pasado nos mudamos a Nueva york en mitad de un semestre debido al traslado de hospital que tanto ansiaba mi padre. Me alegré mucho por él, en serio...pero a mi me costó muchisimo hacerme al cambio. Para mi era un suicidio social; yo era tímido, retraído con la gente y por lo general me encerraba en mi burbuja personal ya que me costaba mucho abrirme a los demás. Para mi fue muy duro el cambio. Ya me había acostumbrado a las clases en Alaska, una universidad sin duda mucho más pequeña que la actual.
Por suerte o por desgracia no estaba sólo. La parte buena era que mis hermanos estaban conmigo. La parte mala es que no nos parecíamos en nada absolutamente. Ellos eran graciosos, estilosos, populares allí donde pisaban. Igualito que yo, vamos. El contraste entre nosotros era devastador...
Annie era mi hermana melliza, aunque lo único que compartíamos en común eran los ojos y el espacio vital en el útero de nuestra madre durante el embarazo. Marvel no hacía más que reirse porque decía que yo había acaparado toda la energía mientras estábamos dentro de nuestra madre, ya que ella era chiquitita y menuda. Era chillona, mandona y algunas veces exasperante, aunque era todo corazón.
Marvel era nuestro hermano mayor. Era grandullón, fuerte y con la mentalidad de un niño pequeño aunque no por ello era menos inteligente, cuando le daba la gana, claro. Podía tirarse horas enteras gastándome bromas sexuales pesadas...Aunque detrás de esa fachada se escondía un tipo listo y con una gran personalidad.
Ambos eran extrovertidos, salían con gente, se divertían...yo no. Siempre me encerré en mi mismo y como vi que en mi burbuja estaba a salvo, ahí me quedé. El tema de las relaciones personales me había costado mucho desde pequeño...así estaba yo ahora.
Cuando empezamos aquí las clases mi hermana no tardó ni diez minutos en hacer amistades, como venía siendo costumbre. El primer día empezó a hablar con una tal Katniss. Era una chica muy guapa, con el pelo de color castaño hasta la cintura y con los ojos grises. Tenía que reconocer que era un chica bonita.
Katniss era amiga de unos hermanos gemelos, los Odair. Glimmer era una chica espectacular, justo del estilo de mi hermano. Llevan juntos desde el minuto en el que pusimos un pie en el campus...no se les puede separar ni con agua caliente...
Finick era un tipo bastante amable y calmado que se enamoró perdidamente de mi hermana. Pobrecito. Como fuera, me alegraba de que al fin mis hermanos encontraran la estabilidad. En algún momento llegué a pensar que eran balas perdidas.
- ¡Ya estoy lista! - dijo mi hermana mientras bajaba las escaleras dando saltitos.
- Ya era hora – murmuré.