Capítulo 8: Lexander

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Ser la niñera de alguien nunca estuvo en mis planes, aunque también es cierto que ser un vampiro tampoco lo estuvo, esa ni siquiera fue una decisión que ni yo ni mis hermanos pudimos considerar. Papá la tomó por todos, porque creyó que era lo mejor. No lo juzgo, en su momento, él pensó que las cosas serían más sencillas de esa manera. Y así sucede casi siempre, ¿no? Tomas una decisión porque, en ese momento, crees que es lo mejor. Pero siempre es el tiempo el que se encarga de hacerte ver si fue lo correcto o estabas cometiendo un error.

Me atrevo a decir que nuestro caso fue un error.

De no ser por esa decisión que mi padre tomó, hace muchos años que todos estaríamos muertos, más muertos de lo que ya estamos. Seríamos polvo dentro de una caja, un recuerdo en la mente de alguien y del tiempo.

Sin embargo, no es así.

Estamos aquí aún, casi cien años después.

Hemos tenido que adaptarnos a la tecnología y a todos los cambios que han aparecido con el tiempo, aunque tampoco es algo que nos costó demasiado. Después de todo, seguimos siendo jóvenes y es fácil aprender. Tengo que admitir que, de hecho, me gusta más la actualidad que mis tiempos. Aquellos años eran más aburridos, no había nada en qué divertirse como ahora, las personas eran más hogareñas y hasta reservadas; hoy en día se vive de noche, de fiesta en fiesta, lo que para alguien de mi género termina siendo un beneficio, pues cazamos de noche.

Por cierto, ahora que lo pienso, hace un buen rato que no bebo nada y, con tanto ajetreo, ya tengo hambre.

Podemos pasar semanas sin comer, pero un vampiro hambriento no es alguien con quien quisieras toparte. El humor se vuelve amargo y pesado, nos molestamos por cualquier cosa y, bueno, también terminamos matando con menos piedad. Después de todo, lo que quieres es sangre, no portarte amablemente con la comida.

A juzgar por lo oscuro de la noche, seguramente está por amanecer. Siempre es más oscuro antes del amanecer. Es hora de que muchos adolescentes van saliendo de las discotecas, ebrios hasta los talones, lo que da cuartada perfecta para un asesinato. Con los años he aprendido tácticas para que no se levanten sospechas sobre apariciones de vampiros ni nada sobrenatural. Lo que menos queremos es ser la nota del día, un encabezado completo sobre «vampiros acechando la ciudad». A nadie le hace bien una noticia de esa categoría. Los humanos más desconfiados terminan quedándose en casa, creando una histeria colectiva que termina por afectarnos también a nosotros, pues nos quedamos sin mucha presa, aunque no niego que termina siendo divertido. En fin.

Me dirijo a una de esas discotecas de las que, a pesar del frío invernal, las chicas salen con menos ropa que una modelo de Victoria's Secret. A pesar de la hora, a las personas que me cruzo en el camino no les parece en absoluto sospechoso que alguien vague por las calles. Es la ciudad, la vida es así en estos lugares. Nada comparado con los pueblos más pequeños en los que he estado con mis hermanos, donde andar en la calle después de las diez de la noche es considerado de maleantes.

Mis pasos quedan marcados en la nieve bajo mis pies y meto las manos dentro de los bolsillos justo antes de que mi móvil suene con el tono de mensaje de texto. Espero que no sea Annalyne esperando que la saque de apuros, porque le dejé muy claro que no me molestara el resto de la noche luego de dejarla en nuestra nueva casa.

Saco el móvil y veo que el nombre que aparece es de Claire. ¿Qué querrá Claire justo ahora?

Leo el mensaje y elevo una ceja, incrédulo luego de leer:

«Mi hijo y su padre están en el hospital. ¿Podrías ir a mi antigua casa y ver que Mila esté bien?»

—No es cierto —musito, enfadado por la petición. Me enferma la idea de empezar el trabajo de niñera de esa chica. Pero, bueno, se lo debo a Claire.

Sacrificio [Novela por capítulos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora