Si la vida no fuera tan hija de puta, tal vez yo no sería el desastre en que me convertí. Perdí a mi esposa, perdí mi empleo, perdí a muchos amigos y, hoy, casi pierdo a mi hijo. Quizás el accidente no fue a gran escala, pero las tragedias pasan en un segundo, igual que como pasó con Claire.
Temprano, en la mañana, apenas me había besado en los labios para despedirse de mí e ir a cubrir el reportaje. Tan sólo unas horas más tarde, la empresa me informaba que ella estaba perdida bajo una capa inmensa de nieve y que las probabilidades de que los rescatistas la encontraran con vida eran imposibles.
Desde ese día me he convertido en un completo asco, ya ni siquiera ocupo el lugar de padre que mis hijos siguen otorgándome. Soy un maldito alcohólico que pretende buscar una salida del infierno en el que vive ahora.
Debería continuar por ellos, por mis hijos. Sobrellevar la carga con ellos y no hacérselas doblemente pesada. ¿Cómo se puede ser tan basura? ¿Cómo puedo ser tan poco hombre?
Tengo tantas ganas de una botella de vodka, una más que me ayude a ahogar mis penas. Pero no, no puedo y no debo. Se lo prometí a mi hija, además, James me necesita. Está dormido pero al menos se siente acompañado, o eso supongo. Después de tantas noches que los he dejado solos a su suerte en casa, al menos hoy debería tratar de compensarles, bueno, a uno por turno. Tampoco puedo partirme en dos para estar a la vez con Mila en casa. Al menos sé que ella estará bien allá. Si hay algo que admiro de mi pequeña es su valor. Heredó eso de su madre, obviamente, porque está más que visto que yo soy el más cobarde de todos los cobardes.
Si Claire me viera ahora, seguramente me pediría el divorcio y se llevaría lejos a nuestros hijos.
No, si ella viviera, yo no sería lo que soy. Seguiría siendo el mismo hombre del que ella se enamoró, el padre que James y Mila necesitan, el que alguna vez tuvieron.
Sentado en el sillón al lado de la cama en que se encuentra postrado James, vienen a mi mente los recuerdos de una familia unida y, sobre todo, completa. Éramos la envidia de muchos, casi como un ejemplo para los vecinos, incluso para la ciudad.
Veo a mi hijo y puedo reconocer en su rostro muchos rasgos de Claire. Tienen el mismo cabello, ese peculiar lunar bien marcado en el lóbulo de la oreja derecha, además del camino de lunares en el cuello. Mis hijos son todos lunares, igual que era ella, mi todavía amada esposa. Me gustaba contarle todos los puntos de la espalda y el pecho cuando estábamos en la cama, era un pasatiempo bastante entretenido, aunque siempre terminaba cediendo a la impaciencia de mis labios por posarse sobre su piel desnuda.
Claire fue mi más grande vicio.
La amé desde el primer momento en que la vi, tan bella como ella sola mientras caminaba por los pasillos de la universidad. Puedo recordar incluso lo que llevaba puesto, era verano y traía unos shorts de mezclilla raídos, una camiseta blanca con un símbolo hippie enorme al centro y unas sandalias muy al estilo playero. Quedé hecho un completo idiota desde el primer instante. Ya era el segundo año de la carrera pero esa era la primera vez que yo me topaba con ella. Más tarde, cuando choqué con ella intencionalmente, me enteré que acababa de llegar a la ciudad para seguir su sueño de salir en la televisión.
La cortejé como debe ser, como ella merecía que alguien lo hiciera. Claire siempre se mostró sencilla, humilde y social. Pocas veces me dijo que no podía tomar alguna de mis invitaciones por tener otros compromisos. Supe que estaba interesada en mí así como yo en ella. Eso me motivó a seguir pretendiéndola, hasta el día que me atreví, por fin, a pedirle que fuese mi novia. Claire respondió con un beso y ahí fue cuando supe que querría sus besos para toda la vida.
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Sacrificio [Novela por capítulos]
VampirHan pasado cuatro años desde que la madre de Mila Norwood murió en un accidente provocado por la naturaleza: una avalancha de la que nunca se recuperó el cuerpo. Desde entonces, la familia Norwood se ha sumido en una pena que afecta de manera distin...