Me despierta el ruido que hace una de las enfermeras al entrar a la habitación y abrir las persianas. La luz que entra por la ventana me ciega momentáneamente y trato de evitarla colocando una mano enfrente de mis ojos. La enfermera se acerca al aparato que hace ese ruido exasperante que se vuelve más escandaloso cuando estás a punto de morir, y ve no sé qué cosa. Mi pulso, supongo. Puedo leer su nombre en el gafete que lleva pegado a su uniforme blanco: Edna C. McKensey.
Anota en su expediente y me dedica una sonrisa que califico como aprobatoria.
Papá está profundamente dormido en el sillón, pero yo quiero saber qué es lo que la enfermera vio para sonreírme de esa manera. Es una joven de unos veintitantos, bucles negros y ojos grises.
—¿Qué? ¿Cuántos días de vida me quedan? —digo, entre bromeando y en serio.
Ella niega con esa sonrisa todavía marcándole el rostro, se acerca a mí y puedo ver la manera en que sus ojos desentonan con el resto de su cara. Son muy grandes, como de lechuza.
—Pero qué dice. Está usted muy bien. Tal parece que no fue nada más que la contusión y los cortes. Seguramente mañana mismo lo darán de alta —dice la enfermera alegrada.
Aunque a mí no me alegra demasiado quedarme aquí hasta mañana. Quiero mi cama, mi casa y mi ambiente, aunque esté podrido y desaliñado. Quiero a mi hermana y sus cuidados. Y, por qué no, a Sally Bordelly y sus generosas y bien puestas amiguitas.
—Y si ya estoy bien, ¿por qué no me dejan irme hoy mismo? —protesto.
La mujer se acerca a la salida y amenazo con la mirada por una respuesta.
—Lo consultaré con su doctor, pero dudo que lo apruebe.
—De todos modos, hágaselo saber, si es usted tan amable —añado justo antes de que ella cruce la puerta.
¡Caray! Que falta de modales de esta gente. Ni siquiera había terminado de saciar mis dudas cuando ella ya se estaba marchando. Bola de incompetentes. Detesto los hospitales. Son fríos, igual que toda su gente.
Papá despierta y me mira con curiosidad, puede ver en mi rostro la inconformidad y el desagrado que la visita de la enfermera, con todo y su sonrisa simplona, han dejado en mí.
—¿Qué pasó? —quiere saber.
Yo evito la luz intensa de la ventana y trato de ver mejor a mi padre.
—Cierra la persiana, ¿quieres? —me quejo.
No sé cómo alguien puede ponerme tan furioso en menos de dos segundos. La capacidad de las personas por hacerme explotar es increíble. O quizás yo tengo un serio problema de actitud.
Papá hace lo que le pido y se queda ahí para estirar los brazos.
—¿Y? —insiste.
—Nada. Que estoy perfecto pero me quedo aquí hasta mañana.
Papá le resta importancia al asunto y va a servirse agua. Me ofrece pero niego.
—Bueno, si ellos dicen eso es porque es lo mejor.
—Pero quiero irme.
—Lo sé. Yo también quiero lo mismo. Pero no te dejarán irte sin permiso.
—Pff...
ESTÁS LEYENDO
Sacrificio [Novela por capítulos]
VampireHan pasado cuatro años desde que la madre de Mila Norwood murió en un accidente provocado por la naturaleza: una avalancha de la que nunca se recuperó el cuerpo. Desde entonces, la familia Norwood se ha sumido en una pena que afecta de manera distin...