-"MAMÁ!"- grita una niña de tan solo cinco años, y de cabello ondulado negro, al ver como su madre cae al suelo de manera inerte después de un sordo disparo.
Corre arrodillándose al cuerpo que comienza a derramar sangre, lo agita, pero no responde. Mientras, a espalda de ella, el autor del disparo comienza a bajar el arma que antes tenía alzada, y a su lado, una pequeña de ocho años mira paralizada la escena.
-"mamá, responde!"- la niña insiste, el hombre ríe.
-"así es cómo se hace Perrie, ahora ven conmigo"- dice el hombre mientras se acerca de manera holgada hasta el cuerpo y la niña.
El sujeto, un hombre de unos veinticinco años, pelirrojo y de cejas negras, con una cicatriz en su pómulo derecho, mira hacia atrás, y suelta una leve risa y mueve la cabeza en negación al notar que la rubia aun no se mueve, viendo de manera fija a la niña aferrarse al cuerpo de su madre.
-"niños, que molestia…"- vuelve su vista ahora a la niña que llora. –"… quieres callarte?! Ya has logrado ponerme de mal humor. Tú vienes conmigo ahora"
-"Noo! Suéltame… mamá!"- la niña trata de zafarse, pero es elevada bruscamente por el hombre, mientras la niña sigue pataleando.
-"niña estúpida, que te quedes quieta!"- le da una bofetada, pero de pronto ve como el cuerpo que antes estaba inerte en el suelo comienza a moverse levemente. –"Maldita sea, la prostituta no se ha muerto… PERRIE! Encárgate tú, ya es hora de que aprendas a hacer esto!"- dijo irritado mientras aún tenía a la niña en brazos.
-"Mama!"- la niña nuevamente al ver que la mujer mostraba, aunque muy débilmente, signos de vida.
-"Que te calles! Perrie! Mueve tu maldito trasero y acércate al cuerpo"- dijo otra vez golpeando a la niña.
La rubia, al escuchar por segunda vez su nombre del ya irritado hombre, salió del trance que la mantenía fija al cuerpo. Miró al sujeto y luego miró al cuerpo, y comenzó a caminar lenta y temerosamente hasta llegar al cuerpo que abría pesada y desorientada los ojos.
-"usa el arma que te di, dale en la cabeza"- dijo el pelirrojo mientras saca de su bolcillo una jeringa que clava en el cuello infantil, haciendo que la niña poco a poco se vaya quedando dormida.
La niña rubia no sale aun de su trance, está paralizada, su respiración se agita y no deja de mirar a la mujer. En su mano tiene un arma. No tiembla, su cuerpo siquiera es capaz de provocar tal movimiento, su mente está en blanco, solo enfoca su atención a la mujer. Sus pupilas están dilatadas, la sangre que recorre sus venas se siente fría.
-"maldita sea, no tengo paciencia para esto"- dice hartado mientras arroja el cuerpo de la niña a un sillón de la casa que entró sin ser invitado. –"… no tengo todo el día, dame la estúpida arma"
Pero la rubia parece no escucharle, por lo que le arrebata de la mano distraída el arma, y en menos de un segundo, apunta a la cabeza de la mujer y dispara, haciendo que la sangre salpique. La niña cierra y abre, de manera instintiva, los ojos cuando la sangre salta, manchando su rostro con un par de gotas. Su respiración se agita más al ver a la mujer cubierta de sangre el rostro. Pero aun no puede moverse.
-"ahora vámonos de aquí… debemos abandonar este lugar"- dice cargando nuevamente el cuerpo de la niña pelinegra. –"… y límpiate el rostro, no querrás levantar sospechas"
Perrie voltea al hombre, fijando su atención a la niña dormida que carga sin delicadeza.
Despierto de golpe y de un sobresalto, aun con la sensación última del sueño, terror, culpa. Abro los ojos y me toma unos minutos reconocer donde es que me encuentro. Aun permanezco en su regazo y en menos de un segundo las imágenes de la noche anterior vuelven a mí, recordándome el motivo de porque no estoy al otro lado de la cama. Aun no termina de amanecer, pero no importa, necesito aire, siento un nudo e mi pecho que no me está permitiendo respirar adecuadamente.