La noche está lluviosa. Puedo sentir la humedad del suelo tras mi cuerpo, mis ropas están empapadas. Mi cuerpo yace en el suelo, boca arriba. Parpadeo, pues una gota de lluvia quiere colarse molestamente en mis ojos. Siento cómo las gotas golpean mi cara, para luego escurrirse hasta tocar el suelo. Observo el cielo oscuro, no queda mucho para el amanecer, pero me temo que no alcanzaré a volver a verlo. Qué más da.
Luego, volteo a quien está sentada a mi lado observándome desde arriba, Jade. Dibujo en mi rostro una leve sonrisa, una ya resignada. Ella solo responde a mi mirada, un tanto aturdida. Boto el aire que mis pulmones contenían, luego enfoco mi atención al arma que ella tiene en sus manos, que apunta directamente a mi pecho. Ambas sabemos los que debe seguir.
Vuelvo a mirarle, como si quisiera grabar su rostro en mi mente, luego cierro mis ojos, solo escuchando el agua golpear contra el suelo, a la espera del próximo sonido que debería escuchar. Entonces lo oigo, el sonido del disparo.
.
Horas antes
Dejé la motocicleta a un par de cuadras para que el motor no llamara la atención de los guardias, es de madrugada, y no hay sonido alguno más que un par de gotas monótonas que caen de las hojas de los arboles. Por ello trato de caminar a paso sigiloso, para evitar hacer el menor ruido posible.
Me escabullo hasta entrar al jardín, trepando la enorme reja que le separa de la calle. Me escondo entre los arbustos para esperar al primer hombre que debería pasar por aquí en su ronda. Una vez que lo veo, me posiciono tras él para pasar el fino cordel por su cuello hasta que el cuerpo no se mueva más. Lo escondo tras los matorrales y espero al siguiente. Repito el mismo procedimiento con los siguientes tres, sacando del camino a los guardias de ronda. Ahora puedo caminar con un poco más de libertad, aunque debo estar precavida de los perros guardianes.
Hoy es la noche en que vengaré la muerte de mi familia, mis padres, hermano y Dan, y así acabaré con su negocio. Completaré el trabajo que se me fue encomendado nada más que por la mismísima víctima. Nadie juega conmigo... ni siquiera tú Jade Thirlwall.
Uno de los guardias camina por uno de los pasillos de la mansión con paso calmado, pero alerta a cualquier movimiento fuera de lo normal. De pronto siente un ruido en una habitación de aquella enorme mansión, que llama su atención. Camina con precaución hasta abrir la puerta, encontrándose con el cuerpo de uno de sus compañeros. Inmediatamente presiona el botón de su comunicador, y habla a otro guardia para dar la alerta.
-"alerta de seguridad, hombre caído en primer piso. Repito, alerta"
Voltea hacia un rincón de la habitación, encontrándose con una silueta negra tras las cortinas que bailan con el viento que entra libremente de la ventana abierta de par en par. Rápidamente saca su arma y apunta sin pensar dos veces a la figura intrusa, pero un movimiento de las cortinas le hace perder de vista su objetivo por unos segundos, los suficientes como para que ya no esté ahora.
Rápidamente voltea para echar un vistazo a su alrededor, sin bajar los brazos. Mira a todas partes, sin notar que atrás suyo está precisamente su objetivo. Un disparo certero de corta distancia acaba con su búsqueda. El cuerpo cae sin vida y a los segundos entra a la habitación otro guardia, sorprendido por lo que acaba de ver, y por quien reconoce como la responsable del disparo.
-"Tu... tu eres..."- dice atemorizado al ver la mirada intimidante de la rubia que hace un rato el cuerpo recién asesinado.
-"si... soy Perrie Edwards"- dice con tono monótono, alzando su mano y disparando al sujeto, quien no logra ni siquiera salir de su impresión cuando siente el disparo y cae irremediablemente.