Aquella mañana Serena se despertó temprano. Estiró cada uno de sus músculos antes de tocar con la planta de sus pies el alfombrado del piso. Una ligera brisa hizo que su piel se estremeciera, provocándole un sinfín de sensaciones matutinas. Entonces se percató de que el ventanal del balcón estaba ligeramente abierto. Rápidamente asomó su cabeza, encontrándose con Ash y su radiante sonrisa de todos los días. Aquello era una sorpresa, pero muy grata.
― ¡Buenos días, Serena! ―gritó Ash mientras agitaba sus brazos en señal de saludo.
―Bajo demediado ―respondió con un leve sonrojo en sus mejillas.
Después de asearse, vestirse y beber un vaso de leche se dirigió al patio en donde el azabache la esperaba. Estaba de espaldas a ella y con la mirada perdida en el azul de la mañana. De pronto, el chico se volteó dejando ver una pistola de agua de tamaño medio. Sin perder un segundo más presionó el gatillo y lanzó un chorro de agua helada que impactó de lleno en el rostro de la peli miel.
―Toma ―dijo mientras le lanzaba una pistola de agua similar a la de él―. Creo que estás demasiado seria. Sonríele a la vida.
Serena lo observó por unos segundos más. Se sorprendió de ella misma por no molestarse. Ahora Ash la estaba empapando con la pistola. Parecía un niño pequeño, pero feliz. Él poseía aquellas sonrisas que en ella eran escasas al igual que los chistes que ya no eran parte de su limitado hablar. Tal vez si, en esos momentos cuando Kalm había dejado la casa muy temprano, podía darse aquella mañana para jugar a las guerras.
― ¡No te escaparás de mí, Ash! ¿Oíste? ―gritó Serena con la pistola en alto y sonriendo con superioridad.
―Eso está por verse.
Los chorros de agua helada iban y venían de diferentes direcciones al igual que las risas y los ligeros tropiezos. Para Serena el sentir esas sensaciones alegres se estaba volviendo una hermosa rutina de la que no quería hartarse. Deseaba profundamente que aquella guerra de agua no terminara, no quería volver a su triste realidad. Si sus cálculos no le fallaban el día de su matrimonio llegaría en, exactamente, una semana y tres días. Por su parte, Ash sonreía satisfecho con lo que estaba viendo. Serena estaba confiando en él nuevamente y todavía le quedaba más de una semana para seguir actuando. Faltaba poco para sacar a su dulce princesa de allí.
Lejos del lugar en donde los jóvenes jugaban, más bien desde un gran ventanal del segundo piso una muy intrigada Korrina los observaba. Sus ojos seguían cada uno de los pasos que los otros realizaban tan sincronizadamente. Algo le estaba oliendo bastante mal. Algo no estaba del todo bien.
Más tarde, Ash llevó a la peli miel a un parque cercano. Allí había muchos niños junto a sus Pokémon. Jugaban felices, disfrutando del agradable sol y las relajantes vacaciones. Serena todavía no entendía a lo que el azabache quería llegar. En sus manos tenía dos pokebolas que lanzó al aire.
―Como sabes bien, me volví un profesor allá en Alola. Por eso hoy te daré las clases más entretenidas del mundo.
De las dos pokebolas anteriormente lanzadas salieron dos Tauros con sus sillas puestas. Eran dos Tauros de la veintena que Ash tenía pastando en Pueblo Paleta. Lucían un pelaje brillante y sano debido a los nutrientes que los pastizales, del rancho del profesor Oak, tenían. Ash era un muy buen profesor de montada, incluso podría atreverse a decir que era el mejor. Después de todo, había sido escogido especialmente por el director Oak para ese cargo.
―No estoy segura de esto ―dijo la peli miel retrocediendo algunos pasos.
―Tranquila. Todo estará bien ―dijo Ash mientras estiraba su mano derecha para alcanzar la de la chica―. Lo prometo, nada te pasará.
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De nuevo tú [EN EDICIÓN]
Fanfiction#1 EN ASHKETCHUM [05/06/19] #1 EN POKEMONXY [ 13/10/20] "Una invitación en sus manos y un nudo en la garganta fue todo lo que necesitó para que tomara la decisión de ir hasta Lumiose e impedir la boda de Serena, dueña de su ser y de todas sus primer...