Capítulo 7 "Rompecabezas"

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Ash tapó su boca con ambas manos para que no escucharan su alterada respiración. Por la pequeña rendija veía cómo Kalm se acercaba, mientras observaba hacia todos lados en busca de ese algo o alguien que lo espiaba. El azabache sabía que si era sorprendido sería su fin, por lo que dejó de respirar y apretó los ojos con fuerza cuando el campeón posó una mano en el pomo de la puerta del armario.

― ¿Kalm? ―habló la dulce voz de Serena, que aparecía en el otro extremo del pasillo― Vine, porque olvidé algunas cosas y Clemont está... ¿Por qué no traes tu playera?

― ¿Te importa acaso? ―le contestó bruscamente, mientras veía cómo Korrina cerraba cuidadosamente la puerta de la habitación, que hasta hace algunos minutos, compartían.

―Es solo que te puedes enfermar y...

― ¡No me des órdenes! ―gritó, mientras se acercaba a ella y le apretaba los brazos fuertemente― y por favor, por ahora no me hables. Iré a darme un baño.

Ash intentaba no perder los estribos dentro del armario, aunque ganas no le faltaban. Ya tendría su oportunidad de volver a molerlo a golpes. Observó cómo Serena y el campeón se alejaban del pasillo hasta perderse, por lo que lentamente abrió el armario y salió de allí a toda velocidad. Salió a la calle y corrió sin un rumbo fijo, arrollando a varias personas en el trayecto. En ese instante, chocó con el cuerpo de alguien más y ambos cayeron al suelo, y cuando sus ojos se encontraron, Ash vio la oportunidad de ocultarse.

― ¡Alain, amigo! ―gritó el azabache completamente emocionado― ¡Escóndeme, por favor!

― ¿Ash? Pero, ¿Por qué? ―le preguntó el chico, mientras se ponía rápidamente de pie y guiaba al otro por las calles de Ciudad Lumiose, aun confundido.

Después de tres minutos de carrera, ambos llegaron al laboratorio del profesor Sycamore. Este lucía algo cambiado, ya que los colores vivos, plantas de interior y muebles claros le daban un aspecto más animado. Habían llegado más específicamente al jardín trasero, donde los Pokémon jugaban felices entre las flores, los árboles de bayas y el estanque. Ash respiraba rápidamente, sentado en el suelo.

―Muchas gracias ―dijo con cierta dificultad―, pensé que moriría.

― ¿Me puedes decir qué te pasó? ―preguntó el pelinegro, recuperando el aliento.

―Era Kalm. Ese maldito...

Y fue allí donde sus palabras le pesaron en los hombros. Recién podía sentarse a pensar en todo lo que había visto. Kalm y Korrina... Todo aquello parecía una cruel mentira. ¿Desde cuándo esos dos estarían engañando al mundo con su relación clandestina? ¿Por qué Serena dejaba que el idiota la tratase tan mal? Había cosas que todavía no lograba entender, como por qué Alain vestía bata blanca al igual que Mairin. Esta última había llegado donde ellos con dos vasos de jugo de bayas. Estaba más alta desde la última vez que la vio y su cabello había crecido considerablemente. Ya no parecía ser la pequeña niña que se metía en problemas.

―Kalm tampoco me cae bien ―dijo la chica, mientras les ofrecía los vasos de jugo.

―Primero... ―susurró Ash un poco temeroso― ¿Ustedes vieron las publicaciones de Kalm?

―Claro que las vimos ―dijo Alain, manteniéndose sereno.

― ¿Y qué piensan de eso?

―Pensamos que Kalm es un bebé llorón ―dijo Mairin, soltando una pequeña carcajada―. Te conocemos lo suficiente como para saber quién eres en realidad, estamos de tu lado.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora