Capítulo 46 "Todos caerán"

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Kiawe y Mallow se complementaban perfectamente en todo el sentido de la palabra, y eso incluía las batallas en dúos. La dinámica era muy sencilla: él atacaba y ella defendía. Siempre fue así, desde que tenían memoria, pero, esta vez frente a ellos no estaban sus compañeros de clases, sino que individuos controlados, seguramente, por Kalm y sus secuaces. Los ataques de ellos eran poderosos y precisos, algo bastante extraño.

—Esto huele a tus panqueques de moras —dijo Mallow, secando el sudor de su frente con ambas manos. Se estaba cansando.

— ¿Horribles?

—Horribles y quemados.

Era muy sencillo lo que allí sucedía: de continuar con aquella pequeña rutina, terminarían por perder la batalla. <<Es como si no se cansaran>>, pensó la peliverde al mismo tiempo que retrocedía dos pasos.

El calor que se estaba generando dentro de ese gran pasillo los estaba sofocando, y eso que ellos no se sofocaban con nada. Después de todo, las altas temperaturas de Alola los habían acostumbrado a ello.

De pronto, los Manectric, haciendo equipo, lanzaron un potente Trueno combinado que paralizó hasta el último músculo de la chica. Kiawe se quedó en su lugar. Sus piernas no respondían a los estímulos que su cerebro le ordenaba. Era una verdadera locura.

— ¿Mallow? —Su voz sonó seca, como si su garganta estuviera hecha de tierra y arena. Apretó sus puños con una fuerza sobrehumana. Sus nudillos perdieron el color.

—Kiawe —dijo con bastante dificultad—, cálmate, por favor.

— ¡ERES UN DESGRACIADO!, ¡MAGMORTAR, QUÉMALOS A TODOS CON TU LLAMARADA!

Y eso provocó que el mismísimo infierno se desatara en aquel túnel. El fuego, extraído directamente desde las profundidades del núcleo interno de la tierra, ardió con rabia y desespero sobre los cuerpos de aquellos Pokémon y sus entrenadores. Incluso, las paredes de metal se tiñeron de rojo. Para ese momento de la batalla, la mente de Kiawe razonaba muy poco. Con suerte pudo acercarse al débil cuerpo de su nov... esposa (Qué bien sonaba eso).

—Mallow, todo estará bien —le dijo, mientras la acunaba en sus brazos como a un bebé. El anillo de esmeralda brillaba en la mano de la chica.

—Tienes que continuar, es tu oportunidad. —Ambos sabían que una vez terminaran con el enemigo, su misión sería correr hacia adelante para reunirse con sus demás amigos, pero en las condiciones en las que se encontraba la chica no podrían cumplirlo.

— ¿Estás loca? —respondió, siendo presa de las primeras lágrimas—. No voy a dejarte aquí, ¿me oyes?

—Pero...

—Si tengo que cargarte por todo este maldito lugar, lo haré. Prometimos estar juntos por siempre y para siempre, ¿lo recuerdas?

Los recuerdos de aquella triste boda invadieron los pensamientos de la peliverde. No sabía si era el calor, o los fuertes brazos de su esposo o, quizás, el delicioso aroma que su Florges había expulsado lo que hicieron que se relajara a tal punto de no sentir ni sus manos, mucho menos sus piernas.

—Si te dejo aquí, ellos te van a atrapar por lo que no es una opción para mí. Me voy a quedar contigo yo...

—Kiawe, por favor, confía un poco más en mí. —La chica se incorporó con dificultad y lo observó directamente a esos ojos tan negros como la noche, una noche en donde ella deseaba perderse—. Está en juego nuestra supervivencia, la felicidad de todos y la nuestra. Nuestro hogar se está destruyendo. La academia, mi restaurante, la isla Akala y todo lo que conocemos de Alola ahora está en ruinas y es por culpa de ese imbécil. Es por eso que te pido que continúes sin mí. Yo voy a pelear hasta el final, por eso no quiero que tú te rindas tan pronto —se colocó completamente de pie y respiró profundo—. Además, unos cuantos rayitos no me harán daño. Te prometo que cuando acabe con ellos iré por ti.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora