FEBRERO -10-

211 35 5
                                    

Tenía 7 años cuando murieron mis padres en aquel accidente de tren. Aquel día volvían de Francia de una reunión, donde mi padre tuvo que ir por negocios. Mamá pocas veces le acompañaba, porque viajaba a menudo y casi siempre se quedaba conmigo, pero en aquella ocasión lo hizo. 

Cuando el tren ya se encontraba cerca de Madrid, descarriló. No fue un accidente aparatoso, apenas hubo víctimas, tres muertes y pocos heridos. Pero por desgracia, mis padres se encontraron dentro del reducido círculo de víctimas mortales.

Mi cabeza no daba mucho de sí con aquella edad, pero lo suficiente como para aprender lo que era el dolor demasiado temprano.

Yo era hija única y mis padres también, y la única familia que tenía, era mi abuela. Desde ese día, nos teníamos solo la una a la otra. 

Viví con ella muchos años, hasta que me independicé. Nos unimos como uña y carne, y después de aquello, ha sido siempre mi segunda madre. Ella fue el hombro en el que lloré miles de veces, mi gran apoyo para todo. La que me regaño en tantas ocasiones, que perdí la cuenta, pero con la que reí mucho más. Hemos pasado realmente, por todo tipo de situaciones, pero todo nos ha ido genial juntas.

Los recuerdos con ella son demasiados, pero ahora... Ahora es posible que esté a punto de perderla, y eso me mata. Me mata lenta y dolorosamente, porque no puedo imaginar el momento en que me falte.  Sólo me queda esperar, ver su evolución y confiar en que siempre hay una pizca de esperanza en todo. El doctor me ha dicho, que tiene operación, pero de un importante riesgo de no salir de ella. Solo de pensarlo, una inmensa sensación de escalofríos me recorre el cuerpo.

Me acerco a su cama y la cojo una mano. Está sedada y aún no ha despertado. He avisado a Megan de que hoy no podría ir al centro y que cancelase todas mis citas. Ahora mi abuela es lo primordial y tengo que estar con ella. 

-Abi... - Escucho que dice.

- ¿Abuela? Abuela estoy aquí... Contigo.

Aprieto su mano y me doy cuenta de que aún duerme y probablemente esté soñando y hablando dormida. Creo que no me escucha.

La suelto y me recuesto en la butaca donde he dormido, que es un tanto incómoda, pero no me importa. Lo único que me importa es ella.

-Agua... quiero agua... - vuelve a decir al cabo de pocos minutos.

Cojo corriendo un vaso con agua que la trajeron hace un rato y la humedezco los labios un poco. Empieza a mover la boca al notar el contacto con las gotitas de agua, y parece que empieza a despertarse, porque abre los ojos varias veces y los vuelve a cerrar.

- Abi... - vuelve a decir.

- Tranquila, estoy aquí. -La tranquilizo - Shh... Estoy aquí contigo abuela...

Después de varios intentos, termina al fin con los ojos abiertos y parpadeando, a la vez que hace ligeras muecas de dolor. Pero ahora parece que se ha despertado por completo.

- ¿Dónde estamos mi niña? - dice con hilo de voz casi inaudible.

La miro con ternura y acaricio su frente.

- Estamos en es hospital. Te caíste, ¿recuerdas? 

- Sí... ¿Que hacemos aún aquí? 

No sé como decirla el porqué seguimos aquí encerradas, necesito encontrar la forma de hacerlo.

- Te han hecho algunas pruebas por...

- ¿Por los dolores de cabeza? - me interrumpe y continúa mi frase. 

- Si... - Intento proseguir.

- Sabía que en algún momento sería algo grave. - Vuelve a interrumpirme y me quedo un poco extrañada.

Razón o Corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora