ABRIL -36-

142 17 13
                                    

Miro el anillo de nuevo y me pongo en pié dispuesta a marcharme. Pero me paro en seco antes de hacerlo. Recapacito y pienso en el daño que le haría si lo hiciese, sería una humillación. Y no quiero hacerle sentir mal ni tampoco actuar de manera precipitada, pero no sé como reaccionar ni que contestarle.

Su mirada de corderito hace que se me caiga el alma a los pies y puedo notar su pulso acelerado y su cuerpo al borde de la ansiedad igual que el mío. Mi reacción está claro que no es la que el esperaba, es más, aún no ha habido ningún tipo de reacción, pero desde luego Ángel no había pensado que me quedaría en shock al escuchar su propuesta de matrimonio. Seguramente había imaginado que me lanzaría a sus brazos y gritaría de alegría después de decirle un "sí ". Pero lo que ha pasado no es eso, ni tampoco lo contrario. No ha pasado nada y estamos en una situación neutral, donde no hay afirmación pero tampoco existe una negación por mi parte.

Necesito oxigenar mis pensamientos, porque hay tanta mezcla de sensaciones en ellos, que no puedo pensar con nada de claridad.

- Quiero... - Comienzo a decir - Necesito... Necesito que me de... Necesito que me de un poco el aire... Discúlpame.

Sin asentir ni contestar, se queda plasmado en la misma posición, mientras yo le esquivo para poder salir a la puerta del restaurante y tomar un poco de aire.

Cuando consigo salir, expulso una impresionante cantidad de aire que mis pulmones estaban conteniendo y me siento sobre un bordillo que hay en la fachada del sitio.

¿Cómo puede ser posible que me haya pedido matrimonio tan pronto? Han pasado... ¿Dos meses? Sí, dos meses más o menos desde que volvió, y muchísimo menos tiempo desde que estamos juntos... Y de repente "zas", nos casamos. Esto es como la gota que colma el vaso de mi pila de sucesos catastróficos que nunca tienen fin, pero que han llegado a su límite.

Me levanto y doy un paseo por los bonitos jardines del restaurante para calmar mi ansiedad caminando. La brisa fresca de abril choca directamente con mi cara de frente y me hace aminorar mi estado de ansiedad.

En el parking, observo a una pareja que deben tener poco más de mi edad a punto de subirse en su coche. Se ríen y hablan, y se miran como si no existiesen más personas en el mundo a parte de ellos dos. 

Transmiten amor.

- ¿Estás lista?

- Estaría lista una y mil veces. - Contesta ella. Y yo no puedo evitar escuchar su conversación disimuladamente.

- Eso lo dices ahora que el crimen no está hecho, todavía estás a tiempo de salir corriendo. - Ambos se ríen mientras bromean. Me resultan entretenidos.

- Espero que no seas tú el que desaparezca antes de tiempo, yo desde luego no lo haré.

- Ni yo. Y después no vale arrepentirse - dice él riendo -, en una semana seremos marido y mujer. 

Entonces se besan abrazándose y son tan tiernos que no dejo de mirarles. Qué casualidad que justo cuando tengo un cacao mental terrible, esta escena de futura boda aparezca justo en mi cara, dándome un tortazo monumental. 

Pero se quieren. No los conozco pero es algo que se puede notar hasta en el otro lado del planeta. Porque cuando dos personas están enamoradas, el aroma de su amor va dejando rastro allá por donde pasa.

- Jamás me arrepentiría de casarme contigo. Lo supe desde el momento en el que te dije que sí en este mismo restaurante, fue una locura, pero no me arrepiento. 

- Una locura pero ahora míranos, juntos, y a punto de dar un salto más en nuestra vida.

Esas palabras llegan directas a mi corazón. Parece que me veo a mí misma reflejada en ella y a Ángel en él. Es como vivir un futuro que me atormenta ahora, en el presente que acabo de vivir. Y me imagino teniendo la misma conversación, hablando de nuestra boda y de dónde nos prometimos. Pero nosotros no estamos prometidos ni tampoco sé si llegaremos a estarlo en algún momento.

Razón o Corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora