Chapter six

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Jos podría definir su vida como... la mierda misma.

Y no es porque su madre sea una maldita drogadicta; ni por su padre que parecía simplemente tomar todos los días y después llegar a su hogar con otra de sus putas baratas y tener sexo en el sofá.

No.

No es nada de eso; es algo completamente nuevo para él. Sentimientos surgiendo dentro de él. Como un volcán que espera el momento de su punto de fusión para elevarse y destruir todo a su paso.

Porque es algo que nunca en su vida había tenido el privilegio de sentir. Relativamente le hacía un escozor en el pecho, dejándolo sin aire por momentos.

Aunque igual lo llenaba de ira saber quién era el responsable de esa pavorosa sensación dentro de él.

Un sentimiento nunca indagado.

Completamente insólito.

Así que, para descargar su furia, arremataba contra el saco de boxeo frente a él.

Sus manos vendadas mientras golpeaba con cada vez más fuerza el saco granate; el sudor descendiendo sobre su cuerpo, dejando un sendero de agua al paso de las gotas. Sus ojos detonaban diversas emociones.

De un momento a otro lanzaba patadas al saco, admirando con exaltación como este de movía cada vez más rápido; continuo así, golpeando con tanta fuerza hasta hacerlo precipitarse en el suelo.

Respiro profundo, sintiendo la pesadumbre en sus manos; retiro las vendas, ensangrentadas, viendo sus nudillos descampados. Soltó un pequeño gruñido, limpiándolos sobre su pantalón para después volver a colocarse sus vendas.

Y él sabe que no puede cambiar lo que comienza a sentir, no es como que le importase (o sí) pero quiere mantenerlo ahí; sentimientos encontrados por el pequeño blondo de ojos azules le hacen suspirar cada vez que lo mira.

Quería detener todo; lanzar lo primero a su alcance y estrellarlo contra la pared.

Aun así permaneció quieto, respirando pausadamente, sus fosas nasales expandiéndose a medida que volvía a apretar los puños y gruñía levemente.

Maldito Alonso y sus malditas lindas sonrisas. Pensaba pausadamente, sonriendo inconsciente.

[...]

Caminaba lentamente, su amigo Agustín a un lado suyo, fumando un porro que Jos no quería siquiera saber de dónde salió.

Entraron al instituto, Jos buscando rápidamente una cabellera rojiza mientras su amigo lo observaba divertido.

—Tengo el presentimiento de que el mocoso marica te tiene anonado—Jos frunció el ceño, mirando a Agustín con suspicacia.

—Mira, mamón. ¿Qué tratas de decirme con esa mierda? —él se encogió de hombros sin dejar de lado su sonrisa socarrona—. Mamón de mierda, dime que cojones tratas de decirme.

—Creo que te gusta el pequeñito—murmuro, cruzándose de brazos mientras veía al recién nombrado caminar detrás de Jos sin que este se inmutara—, y, solo quiero decir, que si no te das prisa, el pequeñín se desviara de su destino—. Tiro su porro al suelo, pisándolo después con su talón; soltó el humo restante por su nariz, sonriendo hacia Jos para después despedirse con un sutil movimiento de mano.

Jos giro su rostro, viendo a Alonso caminar con sus libros pegados a su pecho, ocultando su rostro sonrojado de todos a su alrededor.

El ojimiel sonrió un poco, mordiendo su labio al notar la vestimenta de Alonso; se acercó cauteloso, tomando la cintura del ojiazul, haciendo que este se sobresaltara por tan repentino movimiento.

—¡Jos! —chillo con alegría; el mayor consideraba que las voces agudas eran de lo peor, sin embargo, había algo en la vocecilla de Alonso que lo mantenía fuera de sus estándares.

—Hola, Alonso—su brazo sobrepaso los hombros del menor, caminando dentro de la institución mientras los murmullos comenzaban.

Rodo los ojos, ellos no sabían que sucedía con ellos. No sabía nada sobre ellos dos.

—Estuve pensando... y-y—susurro el pelirrojo cuando Jos se detuvo en su casillero—¿Quieres a mi casa, Jos? Será divertido—parecía tan emocionado, no quería romper aquella emoción y destruir toda su mañana.

—Por supuesto—sonrió un poco, algo apenado de, por primera vez, tener algo parecido a una cita.

Aunque, no era una cita. ¿Cierto? Porque él y Alonso simplemente eran amigos, y él necesitaba a una zorra de una noche pronto, sino su pene explotaría por no enterrarse en algo. Hablaba enserio.

No perdía nada estando una tarde junto al tierno y cariñoso Alonso; se arriesgaría y tomaría la oportunidad de convivir un poco con el pequeño.

Podría salir mal; tal vez todo lo contrario. No lo sabe en realidad, pero estaba seguro que simplemente necesitaba observar aquella sonrisa con deslumbrantes dientes blancos para aceptar.  

Pretty Innocent [Jalonso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora