Capítulo 12

92 6 2
                                        

Jake Frost.

Una puerta roja bastante grande delante de mi. Mi castigo, según el hombre que seguía agarrándome de la cintura para que no escapase. ¿Qué tipo de castigo sería? Apostaba que golpes, o algo así. Se le veía en la cara.

- ¡No merezco castigo alguno, así que déjame!- Volví a gritar intentando zafarme de su agarre por última vez con todas mis fuerzas y correr hasta mi piso. Fue imposible.

- No, recibirás un castigo preventivo. No te dolerá, demasiado.- Afirmó el ruso con un tono de voz moderado mientras que, con una llave de color negro abría la puerta y entrando conmigo, cerrando segundos después.- Bienvenido a tu mazmorra, Jake Frost.

Me quedé boquiabierto cuando entré en dicha sala. Las paredes del lugar eran de color azul, un azul oscuro como el fondo de una fosa marina. Además, había un tragaluz en el techo, juraría que en el centro de la sala. El resto, simplemente no tenía palabras: había gran cantidad de objetos y artilugios por los laterales de la habitación y unos armarios enfrente mía.

- ¿Qué es esto?- pregunté al instructor, que mientras le miraba con temor, el se desnudaba delante de mi.- ¡Respondeme pedazo de psicópata!

El sólo se limitó a reir mientras se quitaba la parte de abajo de su ropa, hasta quedar desnudo y de espaldas a mi. Parecía que buscaba algo con insistencia. No entendía nada de lo que pasaba.

- Busco tu castigo.- Respondió el ruso moviéndose hasta uno de los armarios cercanos y de el sacó una "cosa negra", que era pequeña. Le cogía en la mano perfectamente.- Desnudate. Ahora.

Me negué en rotundo a sus palabras, y él como consecuencia tiró de mi enfadado hacia él, pegandome a su cuerpo y su erección incipiente. Yo le miré atentamente con los ojos bien abiertos. Él, en cambio, tenía una mirada serena, pero autoritaria, como si en todo momento supiera como llevar el control sobre mi.

Acto seguido, cogió de mi ropa y tiró de ella hasta que se rompió y me dejó en ropa interior a sus ojos, a lo que el empezó a caminar a mi alrededor mientras me observaba.

- Estatura media.- Dijo tras dar una primera vuelta sobre mi.-atlético, y sin vello, como un niño.- afirmó tras dar unas vueltas más, quedando enfrente mía de brazos cruzados.- Quítate el boxer ahora mismo.

Ésta vez si acate la orden, y me quedé desnudo frente a él con más miedo que antes. En ese momento, se me pasaron muchas cosas por la cabeza, entre ellas la violación. La verdad es que del hombre me lo esperaría.

- Ya está. ¿Y ahora qué? ¿Qué vas a hacer?- cuestione muy nervioso empezando a coger frío. Aquella sala no tenía calefacción, o eso me parecía a mi.

- Llevarte conmigo.- Una vez lo dijo, me cogió en brazos y me transportó como un niño hasta un sofá de color negro cercano a uno de los artilugios de la sala.

Allí, me colocó boca abajo y empezó a manosear mis glúteos como si flan fuesen. ¿Que haría? No se, pero ahora parecía un simple juguete. ¿Por qué no me quitaba? Por una sencilla razón: no sabía cual era su don, y podría hacerme daño. Tenía el cuerpo totalmente rígido, y si pudiera verme en el espejo, sabría que estaría pálido como un cadáver.

Mientras pensaba en aquello, sentí una de sus manos colisionar contra uno de mis glúteos (el izquierdo, concretamente). Grité por el dolor ocasionado por aquella bofetada a la vez que me retorcía sobre su regazo para escapar, pero para colmo de males, él no me dejaba.

- Espera, no hemos acabado.- Comentó en un tono un tanto más calmado que antes. Era como si supiera todo lo que iba a acontecer en aquella sala en esos momentos. Sí, tenía que tenerlo todo planeado en su cabeza mientras me agarraba como podía al felpudo de terciopelo negro del suelo para salir de allí, o como medida más desesperada, golpearle para tener algo de tiempo.

Después de sus palabras, el mayor volvió a golpearme en los glúteos. Ésta vez fue en el lado contrario al de la primera vez, haciéndome así volver a gritar con fuerza y moverme para escapar. Ya iban dos, una bofetada en cada lado y seguramente ambos estarían rojos y marcados por sus manos toscas y ásperas. Y lo peor es que aún no sabía que quería haciéndome eso, porque no era un castigo muy... Adecuado, que digamos, porque aunque hiciera eso volvería a ejecutar mi plan junto con Anne. Nadie me iba a impedir descubrir quien soy, y que hago en la Academia.

- Bien, ahora quédate aquí mientras preparo una cosa.- Ordenó el ruso, quien me tiró al suelo tras una tercera y sonora bofetada en ambos glúteos al mismo tiempo y después salió de mi campo de visión por uno de los pasillos a mi derecha.

No sabía muy bien el por que, pero me mantuve en el suelo sentado durante unos minutos. Pensaba en lo que había pasado hace unos instantes con mi estúpido instructor en el sofá,  es que no entendía esos azotes. Parecía un castigo para niños porque eso se les hacía cuando se portaban mal, pero yo era ya un adulto, y eso me hacía reír más que aprender algo, pero tampoco reía. Todo eso a manos del instructor era misterioso y oscuro, no podía sacar nada en claro.

Al cabo de unos minutos fui sacado de mis pensamientos por unas ásperas manos cogerme y cargándome. Era él, otra vez. Quise escapar, pero me apretaba con fuerza contra su cuerpo, impidiéndome el movimiento.

- ¡Déjame en paz! ¡Lo de antes ya ha bastado!- Grité mientras golpeaba su espalda con mis puños. 

- Aún no. Acabaremos en un buen rato.- Respondió él.

Acto seguido entré con él en una habitación de diferente color a la sala en la que estuvimos antes. Ésta era de color rojo con ligeros entrantes en las paredes de forma rectangular, había como dos en cada pared. El suelo era granate, con losas de piedra haciendo un mosaico que ocupaba toda su extensión que formaba un símbolo que no había visto nunca, era un árbol en blanco y negro que podía verse de dos maneras: negro sobre fondo blanco y blanco sobre fondo negro, todo rodeado por losas granates. Todo era demasiado extraño en esa estancia.

Mientras yo miraba hacia cualquier parte  de aquella habitación, el hombre se acercó a mi, dejando ver lo que llevaba en las manos: una especie de máscara de color negro. No tenía aberturas en los ojos, sólo en la boca.

- Tú, deja de hacer el estúpido y mírame.- Ordenó sacándome de mis pensamientos, haciendo que alzase la mirada a su rostro serio, pero tranquilo.

Segundos después, alzó la máscara y abrió una de las cremalleras de la misma, dejando el interior de ella a  mi vista durante unos segundos, hasta que perdí la visión por la máscara. Me la puso sin pensárselo dos veces, y segundos después subió la cremallera que bajó para poder ponerme dicho objeto. Ahora tenía la cabeza dentro de aquello, dejándome sin visión para que él pudiese hacer lo que quisiera.

- Buen chico.- Afirmó el hombre antes de tocarme la cabeza repentinamente para acercarme a su cuerpo, aún yo de rodillas en el suelo.- ¿Serás bueno tras lo que te pasará en ésta habitación?- Preguntó él mientras oía el sonido de una cremallera bajar, que obviamente no era la de la máscara, así que pensé dos cosas: o que se iba a quitar su chaqueta, o que las cosas irían más lejos de lo que pensaba.

Tras aquel sonido, aparté mi cara de sus piernas y me eché unos centimetros hacia atrás, creyendo que lo peor estaba al llegar en todo esto, cosa que se cumplió al volver a ser pegado a sus piernas, pero ésta vez había algo diferente, había algo mas que sus piernas que antes no sentí en mi rostro tapado. Era algo más pequeño y duro, era como... ¡Su miembro! ¡Qué asco! ¿Por qué me pasaba eso a mi? Sin embargo, el por su respiración y por la forma que tenía retenida mi cabeza en aquella zona de su cuerpo, parecía que tenía claro que hacer y que sabría llevar la situación.

- Espero que sepas que hacer con ello en vez de irte para atrás. Si no va a ser mucho peor, y créeme, no quieres que sea así contigo, porque nos quedan muchos días, o meses, que pasar juntos.- Comentó el mayor a la vez que introducía en mi boca dos dedos para abrir mi cavidad, y acto seguido su miembro, que cogió en su gran mayoría en mi boca. Yo, por mi parte, no sabía que hacer: lo consideraba una violación en toda regla, ya que iba en contra de mi voluntad, pero por otra me daba miedo no hacer lo que decía. Por como era, seguro que sería capaz de hacerme algo peor, así que hice lo que el quería y jugué con su miembro, pasando mi lengua por el para contentarle.

Sólo esperaba que Anne después de esto me hiciera un favor... Y más le valía que fuera un gran favor...

PulsionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora