CAPÍTULO 01

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01. El encuentro

Sé que esto es por mi bien, es lo que mis padres siempre me comentan, pero odio venir. 

No soy fan de lo s espacios pequeños y este consultorio lo es, es por ello que me agobio fácilmente y las ganas de salir corriendo están latentes. Cassandra, mi psicóloga, definitivamente tuvo que pedir ayuda a la hora de la decoración porque al parecer, no se dio cuenta que colocar tantos cuadros con dibujos abstractos en un lugar reducido da nauseas. De tan solo verle la cara lloro internamente porque estoy cansada de esto, me siento harta de estas citas constantes que no me ayudan, no sirven.

Según mis papás, ellos si han visto cambios positivos en mi y siguen insistiendo en que venga, pero no lo creo. Me siento igual o peor. A veces pienso que Cassandra me quiere tener de por vida aquí para seguir chupándole el dinero a mis padres.

Escucho como suspira cansinamente y eso me despabila. Me remuevo en mi puesto con cierta incomodidad y me limito a juguetear con el dobladillo del vestido primaveral que cargo puesto. Puede que esté siendo irrespetuosa, pero ver la impaciencia de su rostro me da ansiedad. Usualmente tiene sus cejas alzadas y una mirada severa cuando quiere que responda algo que sencillamente no puedo y no porque no quiera. Resopla "disimuladamente" y eso me hace tensar.

¿De qué universidad se habrá graduado para ser tan mala en su labor? es eso o era una mala estudiante.

—Eiren... —me llama, intentando mantener la calma —por favor, sé que aún no logro ganarme tu confianza, pero esta es nuestra sexta sesión y aún no hemos logrado avanzar. —Alzo mi vista y realizo una mueca al notar lastima en su mirada, la cólera comienza a burbujear en mi sistema —si no lo quieres hacer por ti, inténtalo por tu madre.

— ¿Cómo quiere ayudarme o viceversa si no puedo recordar? —Cuestiono con evidente frustración. Dejo mi vestido en paz y me sujeto del posa brazos de la silla —No hago esto a propósito...

O sea, sí pero no.

—simplemente, no puedo —termino mi comentario, poniéndome cabizbaja.

—Lo sé —responde en medio de un suspiro —para eso estoy yo. Con mi ayuda podrás recordar, ¿no te gustaría?

Ahm... No realmente.

—Si —miento desganadamente para seguirle la corriente y terminar pronto con esto.

— ¿Ves? —Emite con emoción —Si me brindas algo de tu ayuda todo será más fácil entre nosotras y verás como el tiempo pasará volando. Todo depende de ti.

—Bien —respondo y la observo.

Sus verdosos ojos se achinan al sonreír y asentir con efusividad. En mi caso, solo elevo la comisura derecha de mis labios y escaneo de soslayo el reloj que cuelga en una de las paredes del consultorio. ¿Cuándo acabará este martirio?

— ¡genial! —Toma su cuaderno de historiales y rebusca en algunas de sus páginas hasta dar con la mía o por lo menos, la mitad de ella —te preguntaré algunas cosas e intentarás responderlas, por favor.

Asiento.

Aquí vamos de nuevo.

— ¿Cuántos años tenías en aquella circunstancia? —Su primera pregunta me cae como un peso muerto sobre mis hombros, por lo que los muevo en un intento de deshacerme de tal sensación.

La diviso con obviedad por unos segundos. Ya me ha preguntado eso como diez veces en otras oportunidades.

—Quince. —Recuesto mi espalda en el sillón para relajarme —Fue hace cuatro años y aunque no me acuerde con exactitud de la ocasión... —Me muerdo la lengua para callar el comentario venenoso que quería soltar.

Indagando su oscuridad✔. EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora